Basado en
una historia real, cuenta la vida de Diana Nyad, quien desde niña destacó
nadando, compitiendo y estableciendo records en el agua. En su momento decidió
ir a nado desde Florida hasta Cuba, pero fracasó en el intento y abandonó su
especialidad para dedicarse al periodismo deportivo. Sin embargo, al cumplir
sesenta años se propone abordar el mismo desafío, generando así la desaprobación
y el rechazo de su entorno más próximo. No obstante, la suma de su carácter y
de su empeño terminan por arrastrar a un séquito de colaboradores para lograr
su objetivo. Cumplidos los sesenta y cuatro años, y tras varias tentativas
insatisfactorias, culminará finalmente su ansiada travesía de casi ciento
ochenta kilómetros desde el país caribeño hasta la península estadounidense.
Se sitúa
detrás de la cámara la pareja sentimental y profesional formada por Jimmy Chin
y Elizabeth Chai Vasarhelyi, hasta ahora dedicados al rodaje de documentales
vinculados mayoritariamente a hazañas deportivas. Ambos ganaron en 2019 el
Oscar al mejor documental por “Free Solo”, protagonizado por el primer
escalador en solitario de una pared rocosa en Yosemite, sin cuerdas y sin
equipo de seguridad. Por lo tanto, su pasión se centra en los retos humanos que
comportan altos riesgos y en las experiencias extremas, si bien en este debut
en la ficción demuestran poseer una notable habilidad narrativa y un correcto
manejo del ritmo.
El eje
central, el verdadero motor de este proyecto, se sostiene sobre sus
protagonistas, dos mujeres luchando con dignidad en plena crisis de los sesenta
que, aunque no pueden ser más diferentes, se profesan un afecto verdadero. Una,
campeona, popular, con un gran ego y una forma de ser complicada, habla
continuamente de sí misma y de sus éxitos, empeñada en vivir sin que su edad la
limite. La otra, entrenadora, discreta, entregada al prójimo y alejada de todo
protagonismo, sirve de complemento, apoyo y sostén a la primera.
La cinta
dispone de varias escenas con notables diálogos y atesora algunas reflexiones
existenciales a las que merece la pena prestar atención. Tal vez, por estar
basada en hechos reales y saberse ya su desenlace, pierda cierta dosis de
tensión e intriga, pero tal circunstancia se compensa sobradamente con el
carisma de ambos perfiles humanos, y el metraje de dos horas da lugar a un
visionado positivo y vitalista muy de agradecer.
Unas
maravillosas Annette Bening y Jodie Foster consiguen mi reverencia. Foster,
pese a interpretar un papel más secundario, acredita una mayor relevancia
gracias a su buen hacer. Ganadora de dos Oscars por sus actuaciones en
“Acusados” y en la mítica “El silencio de los corderos”, se alza como una
intérprete de referencia, de las mejores que yo haya visto nunca en la gran
pantalla. Desde que deslumbró en “Taxi Driver” a mitad de la década de los
setenta, su ejemplar trayectoria profesional acumula interpretaciones impecables.
Bening, por su parte, si sitúa igualmente a la altura y su labor no muestra
ningún pero a pesar de su complejidad, ejerciéndola con aparente facilidad. A mi
juicio, deberían integrar las candidaturas a las actuaciones femeninas más relevantes
de la temporada. Les acompaña el solvente actor y músico británico Rhys Ifans (“Notting Hill”, “The Amazing
Spider-Man”).
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