miércoles, 30 de junio de 2010

THE BLIND SIDE (UN SUEÑO POSIBLE)

La actriz norteamericana Sandra Bullock lleva muchos años desarrollando una carrera profesional caracterizada por el eclecticismo. Fue en 1993 cuando, gracias al estreno de seis películas, comenzó a sobresalir para crítica y público. De todas ellas destacó Esa cosa llamada amor, dirigida por Peter Bogdanovich y protagonizada por el actor prematuramente fallecido River Phoenix, aunque los espectadores empezaron a conocerla sobre todo por la prescindible Demolition Man, donde compartía cartel con el inexpresivo Sylvester Stallone. Un año después llegaría su mayor éxito a nivel internacional, otra cinta de acción en este caso bastante más recomendable titulada Speed, acompañando al actor Keanu Reeves. Con un presupuesto de apenas treinta millones de dólares llegó a recaudar más de trescientos cincuenta en todo el mundo y colocó a la joven actriz en primera plana de la industria cinematográfica. Su filmografía resulta de lo más dispar y en ella se pueden hallar cintas de todos los géneros y calidades. Sin embargo, es cierto que, aunque no le ha sido difícil demostrar su capacidad innata para conectar con la gente y sumar éxitos de taquilla, sí ha tardado más en demostrar sus cualidades interpretativas en papeles que le permitieran un lucimiento artístico. Ese momento ha llegado con Crash (Oscar a mejor película, director y guión en 2007) y ahora con The Blind Side, trabajo por el que la intérprete nacida en Virginia se ha hecho acreedora de los más prestigiosos galardones de la profesión, como la estatuilla de Hollywood y el Globo de Oro.
Drama intimista de bajo presupuesto (inferior a treinta millones de dólares), ya ha ganado sólo en el mercado estadounidense doscientos cincuenta. Puesto que buena parte de su explotación comercial en el resto de países aún está pendiente, es posible que esta historia basada en hechos reales -refleja la decisión de una mujer de acoger en su casa a un desconocido y ofrecerle una oportunidad en la vida- termine por batir el récord de Speed. Un sueño posible es un largometraje plagado de buenas intenciones a medio camino entre lo bello y lo lacrimógeno. Típico ejemplo de superación y exaltación de sentimientos humanos, posee multitud de valores pedagógicos pero, si nos ceñimos a parámetros estrictamente cinematográficos, el resultado resulta más mediocre. Además, cuesta verdadero esfuerzo creer que los acontecimientos relatados se ajustan a la realidad tal y como se muestran en la pantalla, principalmente por un exceso de imágenes edulcoradas. En mi opinión, adolece de garra y verosimilitud tanto en lo relativo a los personajes como al formato narrativo. Con todo, es evidente que ha gustado mucho a los espectadores, como acreditan sus notables datos económicos y los premios otorgados por votación popular.
Su director, John Lee Hancock, es más conocido por su faceta de guionista de las películas de Clint Eastwood Un mundo perfecto y Medianoche en el jardín del bien y del mal y por haber dirigido El Álamo, recreación de la batalla librada entre el ejército mexicano y algunos colonos del estado de Texas. Junto a Sandra Bullock es Quinton Aaron quien se alza como verdadero protagonista de este melodrama familiar. Este actor neoyorkino, prácticamente desconocido hasta la fecha, ha participado en algunas series de televisión como Ley y Orden o Mercy. Les acompaña la solvente Kathy Bates, Oscar a la mejor actriz en 1990 por Misery.

lunes, 21 de junio de 2010

EL RETRATO DE DORIAN GRAY

La figura del escritor británico Oscar Wilde siempre ha interesado al séptimo arte. En 1997 se estrenó una película biográfica de este polémico autor irlandés precisamente bajo el título de Wilde. La cinta, en la que el actor Stephen Fry daba vida al novelista junto a intérpretes tan relevantes como Jude Law o Vanessa Redgrave, era la enésima muestra del extraordinario nivel artístico de los profesionales del Reino Unido y constituía una recreación más que correcta, no sólo de la época en la que se desarrollaba sino de la historia en sí. Además, su famosa obra “El retrato de Dorian Gray” ha sido adaptada a la pantalla grande en diversas ocasiones. En el año 1945 el realizador norteamericano Albert Lewin rodó una versión bastante mediocre del célebre relato y en 1970 el italiano Massimo Dallamano hizo lo propio. Incluso en los años veinte y treinta existen adaptaciones previas de este clásico de la literatura, a medio camino entre la fantasía y el terror. También en el medio televisivo existen miniseries y producciones de distinto formato sobre las vicisitudes de Gray que evidencian lo atrayente de su figura.
El encargado de esta última versión es el director londinense Oliver Parker, quien comenzó como actor de cintas de terror en la década de los ochenta, entre ellas Hellraiser y su secuela, pero que, sorprendentemente, cambió de estilo cuando decidió colocarse detrás de la cámara. Su ópera prima como realizador fue Othelo, adaptación de la obra de William Shakespeare cuyo interesante trío protagonista estaba compuesto por Irene Jacob, Kenneth Branagh y Laurence Fishburne. En 1999 dirigió Un marido ideal, otra adaptación de un relato de Oscar Wilde interpretada en aquella ocasión por Rupert Everett y Cate Blanchett. Y repitió con el mismo escritor en la revisión de La importancia de llamarse Ernesto, confirmando que la relación de Parker con los grandes escritores anglosajones en general y con Oscar Wilde en particular se puede considerar estrecha.
La trama narra cómo un joven Dorian Gray regresa a Londres y se introduce en una espiral de fiestas y excesos donde el placer se alza como único fin en un ambiente de exaltación de la juventud y la belleza. A pesar de ese desenfreno físico y moral el protagonista nunca envejece sino que se mantiene permanentemente sano y apuesto. Será un retrato que le regalaron el que irá reflejando paulatinamente su degeneración como ser humano. El largometraje cuenta con una buena ambientación, aunque a mitad de la proyección se contagia del mismo vacío que transmite la vida del joven. Más interesantes resultan la parte inicial y, sobre todo la final, más intensa y contundente. Habida cuenta que en esta época del año la calidad de los estrenos es bastante limitada, El retrato de Dorian Gray es una digna opción para pasar por taquilla. Ben Barnes, al que vimos en una de las entregas de Las crónicas de Narnia y en Stardust, es el protagonista. Le acompañan el siempre impecable Colin Firth, recientemente nominado al Oscar por su trabajo en Un hombre soltero y en cuya filmografía sobresalen títulos tan destacados como Love Actually, La joven de la perla, Shakespeare enamorado o El paciente inglés, Rachel Hurd-Wood, que participó en el Peter Pan de P.J. Hogan y Rebeca Hall (Frost/Nixon), que junto a Scarlett Johansson y Javier Bardem formaba el triángulo sentimental de Vicky Cristina Barcelona, film de Woody Allen que proporcionó a Penélope Cruz su estatuilla de Hollywood a la mejor actriz secundaria.

jueves, 10 de junio de 2010

SEXO EN NUEVA YORK 2

La serie norteamericana de televisión Sexo en Nueva York ha triunfado en las pequeñas pantallas de numerosos países a lo largo de los últimos diez años. Las vicisitudes de los personajes nacidos de la imaginación de la escritora Candace Bushnell han logrado una gran repercusión tanto en términos de audiencia como de galardones. De hecho, ha recibido varios premios Emmy (principal reconocimiento estadounidense en el ámbito televisivo) y también algunos Globos de Oro, la mayor parte para sus actrices protagonistas. La principal de ellas, Sarah Jessica Parker, ha obtenido cuatro por su recreación del personaje de Carrie Bradshaw.
Pese a que esté históricamente demostrado que la popularidad de una serie de televisión no garantiza el mismo éxito en su adaptación cinematográfica, lo habitual es que los productores terminen por confiar en obtener en las pantallas grandes idéntica respuesta favorable por parte de los millones de personas interesadas en los capítulos. La lista es interminable y se extiende desde Corrupción en Miami a Los Simpson, desde Expediente X a La familia Adams, desde Los Ángeles de Charlie a Los vengadores o desde El Santo a El Fugitivo y no es una moda que tenga visos de finalizar en breve. Sin ir más lejos, se anuncia el inminente estreno de El equipo A en las salas de cine. Con todos estos antecedentes no es de extrañar que Sexo en Nueva York reclame su hueco entre las adaptaciones con un origen televisivo. La primera entrega se estrenó hace dos años y obtuvo una respuesta espectacular, al menos desde el punto de vista de la taquilla. Un presupuesto que no llegaba a los setenta millones de dólares derivó en unos ingresos superiores a los cuatrocientos así que, con semejante rentabilidad, es lógico que ahora en 2010 se estrene su segunda parte.
Sexo en Nueva York 2 cuenta en clave de comedia la vida de cuatro mujeres que tratan de progresar simultáneamente tanto a nivel profesional como personal, empleando cada una sus propios métodos pero siempre con el triunfo de sus ideales como meta. Todas las situaciones en las que se ven envueltas tienen como telón de fondo el adorno, el lujo y la aparente sofisticación. Se plantea la duda de si el objetivo de la película es exponer de modo cómico cuestiones que rayan en la filosofía vital o, por el contrario, esa apariencia de profundidad es una mera excusa para trasladar al público una idea de triunfo basado exclusivamente en la tenencia material. La recreación de la ostentación de las grandes riquezas de los magnates árabes es buena prueba de ello y los diseños de Valentino más otras muestras de glamour sirven como escenario para resolver los problemas de compaginar el trabajo con el cuidado de los niños o los desencuentros que pueden surgir en una relación de pareja.
Los diálogos son graciosos y muchas de las reflexiones que se hacen a través de la voz en off de la protagonista resultan interesantes por lo que, en general, el entretenimiento está asegurado para los fieles seguidores de la serie. Fuera de ese círculo, las razones para ir a ver el film se reducen considerablemente y ni el baile que se marca Liza Minnelli parodiando por enésima vez el “Single Ladies” de Beyoncé ni el supuesto reclamo de los cameos de numerosos artistas famosos son suficiente motivo para pasar por taquilla.
El director es Michael Patrick King, productor y guionista de la primera entrega y de varios capítulos del proyecto televisivo.

viernes, 4 de junio de 2010

THE CRAZIES

El realizador norteamericano George A. Romero alcanzó cierta fama durante la década de los setenta dirigiendo cintas de terror de bajo presupuesto y, pese a que todavía permanece en activo, se le relaciona inevitablemente con aquel periodo y dicho género cinematográfico. Largometrajes con títulos tan elocuentes como La noche de los muertos vivientes, El amanecer de los muertos, El día de los muertos o La tierra de los muertos dan una idea de lo repetitivo de la fórmula utilizada. La figura de Romero en Norteamérica equivale a la del italiano Dario Argento (Tenebre, Inferno) en el nuevo continente, si bien Europa no comparte la gran propensión al remake que manifiestan al otro lado del Atlántico. Y es que el estadounidense ya estrenó en 1973 The Crazies, rodándose ahora, treinta y siete años después, una nueva adaptación de la historia en la que asume la producción ejecutiva.
Versionar películas se está convirtiendo en una mala costumbre. Hace apenas cinco semanas se estrenó un nuevo proyecto basado en Pesadilla en Elm Street, film de 1984 que popularizó un joven Johnny Depp y con el especialista del terror Wes Craven detrás de la cámara. Aunque no es una continuación de la saga sino una precuela, en el fondo se trata simple y llanamente de volver a rodar lo mismo bajo un pretendido aire de modernidad pero sin originalidad alguna. Idéntica situación ocurre con The Crazies que, si en su versión original contaba la historia de un pueblo tranquilo que termina envuelto en una espiral de violencia por culpa de una extraña plaga biológica, en esta ocasión narra exactamente lo mismo. La pregunta que surge es si esta revisión actual mejora en alguna medida o aporta elementos novedosos si se la compara con su predecesora.
Es innegable que posee una mayor corrección en los aspectos técnicos, consecuencia lógica del progreso desarrollado en el campo de los efectos especiales entre ambas producciones. Pero, hecha esta excepción, no pone de manifiesto ninguna otra aportación digna de mención. En realidad, este tipo de cine sólo desprende cierta magia cuando se visiona como un clásico del género, ya que su estética y sus carencias técnicas le otorgan un aspecto retro que puede sensibilizar a los espectadores por la vía de la nostalgia de tiempos pasados. De ahí a pretender que el público de hoy en día se asuste con los mismos argumentos de décadas pasadas se antoja, no sólo complicado sino, incluso, absurdo. En ese caso, es preferible alquilar la película antigua en un videoclub.
Su director es Breck Eisner, un californiano conocido en España porque rodó con Penélope Cruz y Matthew McConaughey su anterior proyecto, Sahara. Se rumorea que será el encargado de llevar a la pantalla grande en 2012 otra aventura del popular personaje de cómic Flash Gordon. Veremos si entonces logra mejorar su filmografía. En cuanto al equipo artístico, todos los actores son prácticamente desconocidos. La más reconocible es Radha Mitchell, una actriz que huye del encasillamiento, como demuestran sus participaciones en la comedia de Woody Allen Melinda & Melinda, en el interesante drama de Marc Foster Descubriendo nunca jamás o en otra cinta de terror titulada Silent Hill. A su compañero de reparto Timothy Olyphant se le pudo ver recientemente en el papel de malo de la cuarta y última entrega de la saga Jungla de cristal.

jueves, 3 de junio de 2010

PRINCIPE DE PERSIA

En los últimos tiempos se ha puesto de moda una práctica muy habitual que consiste en que la mayoría de películas de acción, aventuras, ciencia ficción, e incluso animación, tengan un videojuego en el mercado. Lo que ya no resulta tan usual es recorrer ese camino a la inversa y que sea el juego el que termine teniendo su propia adaptación cinematográfica. Y es que el negocio de las videoconsolas está tan instalado en el mercado que es lógico que cualquier productor decida repetir la rentabilidad económica en las taquillas de los cines. Títulos como Final Fantasy, Tomb Raider, Doom o Mortal Kombat fueron diseñados inicialmente para su exhibición en el inclasificable mundo de las playstations y sus variantes. Son productos que comparten aventuras generalmente violentas y/o de acción trepidante donde se recrean situaciones a cargo de personajes movidos a voluntad del jugador, que presiona y maneja a una asombrosa velocidad botones y mandos de última generación.
En el caso de Príncipe de Persia: Las arenas del tiempo el juego se comercializó a finales de los años ochenta con un destacado éxito que provocó la aparición de diversas secuelas. Dos décadas después ha sido el famoso productor Jerry Bruckheimer, responsable de triunfales proyectos tanto televisivos (C.S.I. es un buen ejemplo) como cinematográficos (la lista es interminable, desde la saga de Piratas del Caribe a La búsqueda, Armaggedon o Pearl Harbor) quien se ha decidido a trasladar a la pantalla grande la historia nacida de la mente del escritor Jordan Mechner. Gustará sobre todo a un público joven, aficionado de antemano a esta clase de entretenimiento. La cinta, como casi todas las grandes superproducciones cuyo presupuesto supera los cien millones de dólares, cuenta con una correcta realización y tanto los efectos especiales como la música, la dirección artística y la narración alcanzan un nivel notable. Si a ello se añade que los incondicionales del género no suelen ser exigentes a la hora de valorar la solidez de los guiones, la brillantez de los diálogos y la recreación rigurosa de los personajes, lo lógico es que salgan satisfechos de las salas de proyección. El largometraje entretiene a ratos y mantiene unas dosis de acción acertadas. Sin embargo, el resto de espectadores, ajenos a esta modalidad extracinematográfica, hallará más inconvenientes y sus dos horas de proyección serán difíciles de digerir.
Sorprende comprobar que quienes están al frente de este proyecto sean el director británico Mike Newell, realizador de comedias como Cuatro bodas y un funeral y dramas como El amor en los tiempos del cólera, y el interesantísimo actor Jake Gyllenhaal, cuyas interpretaciones en Brokeback Mountain, Brothers y Zodiac son dignas de recordar. Como Newell, tampoco cuenta con experiencia previa en este tipo de producciones. La chica Bond Gemma Arterton (RocknRolla) -todavía en cartel con Furia de titanes- y el excelente Ben Kingsley completan un reparto dominado por profesionales procedentes del Reino Unido. Sin duda, ellos son lo más destacado de Principe de Persia: Las arenas del tiempo, puesto que reúnen argumentos más que suficientes para que los amantes del séptimo arte no pierdan de vista sus carreras profesionales, aunque este título no sea el más destacable de sus filmografías.