jueves, 3 de junio de 2010

PRINCIPE DE PERSIA

En los últimos tiempos se ha puesto de moda una práctica muy habitual que consiste en que la mayoría de películas de acción, aventuras, ciencia ficción, e incluso animación, tengan un videojuego en el mercado. Lo que ya no resulta tan usual es recorrer ese camino a la inversa y que sea el juego el que termine teniendo su propia adaptación cinematográfica. Y es que el negocio de las videoconsolas está tan instalado en el mercado que es lógico que cualquier productor decida repetir la rentabilidad económica en las taquillas de los cines. Títulos como Final Fantasy, Tomb Raider, Doom o Mortal Kombat fueron diseñados inicialmente para su exhibición en el inclasificable mundo de las playstations y sus variantes. Son productos que comparten aventuras generalmente violentas y/o de acción trepidante donde se recrean situaciones a cargo de personajes movidos a voluntad del jugador, que presiona y maneja a una asombrosa velocidad botones y mandos de última generación.
En el caso de Príncipe de Persia: Las arenas del tiempo el juego se comercializó a finales de los años ochenta con un destacado éxito que provocó la aparición de diversas secuelas. Dos décadas después ha sido el famoso productor Jerry Bruckheimer, responsable de triunfales proyectos tanto televisivos (C.S.I. es un buen ejemplo) como cinematográficos (la lista es interminable, desde la saga de Piratas del Caribe a La búsqueda, Armaggedon o Pearl Harbor) quien se ha decidido a trasladar a la pantalla grande la historia nacida de la mente del escritor Jordan Mechner. Gustará sobre todo a un público joven, aficionado de antemano a esta clase de entretenimiento. La cinta, como casi todas las grandes superproducciones cuyo presupuesto supera los cien millones de dólares, cuenta con una correcta realización y tanto los efectos especiales como la música, la dirección artística y la narración alcanzan un nivel notable. Si a ello se añade que los incondicionales del género no suelen ser exigentes a la hora de valorar la solidez de los guiones, la brillantez de los diálogos y la recreación rigurosa de los personajes, lo lógico es que salgan satisfechos de las salas de proyección. El largometraje entretiene a ratos y mantiene unas dosis de acción acertadas. Sin embargo, el resto de espectadores, ajenos a esta modalidad extracinematográfica, hallará más inconvenientes y sus dos horas de proyección serán difíciles de digerir.
Sorprende comprobar que quienes están al frente de este proyecto sean el director británico Mike Newell, realizador de comedias como Cuatro bodas y un funeral y dramas como El amor en los tiempos del cólera, y el interesantísimo actor Jake Gyllenhaal, cuyas interpretaciones en Brokeback Mountain, Brothers y Zodiac son dignas de recordar. Como Newell, tampoco cuenta con experiencia previa en este tipo de producciones. La chica Bond Gemma Arterton (RocknRolla) -todavía en cartel con Furia de titanes- y el excelente Ben Kingsley completan un reparto dominado por profesionales procedentes del Reino Unido. Sin duda, ellos son lo más destacado de Principe de Persia: Las arenas del tiempo, puesto que reúnen argumentos más que suficientes para que los amantes del séptimo arte no pierdan de vista sus carreras profesionales, aunque este título no sea el más destacable de sus filmografías.

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