La serie norteamericana de televisión Sexo en Nueva York ha triunfado en las pequeñas pantallas de numerosos países a lo largo de los últimos diez años. Las vicisitudes de los personajes nacidos de la imaginación de la escritora Candace Bushnell han logrado una gran repercusión tanto en términos de audiencia como de galardones. De hecho, ha recibido varios premios Emmy (principal reconocimiento estadounidense en el ámbito televisivo) y también algunos Globos de Oro, la mayor parte para sus actrices protagonistas. La principal de ellas, Sarah Jessica Parker, ha obtenido cuatro por su recreación del personaje de Carrie Bradshaw.
Pese a que esté históricamente demostrado que la popularidad de una serie de televisión no garantiza el mismo éxito en su adaptación cinematográfica, lo habitual es que los productores terminen por confiar en obtener en las pantallas grandes idéntica respuesta favorable por parte de los millones de personas interesadas en los capítulos. La lista es interminable y se extiende desde Corrupción en Miami a Los Simpson, desde Expediente X a La familia Adams, desde Los Ángeles de Charlie a Los vengadores o desde El Santo a El Fugitivo y no es una moda que tenga visos de finalizar en breve. Sin ir más lejos, se anuncia el inminente estreno de El equipo A en las salas de cine. Con todos estos antecedentes no es de extrañar que Sexo en Nueva York reclame su hueco entre las adaptaciones con un origen televisivo. La primera entrega se estrenó hace dos años y obtuvo una respuesta espectacular, al menos desde el punto de vista de la taquilla. Un presupuesto que no llegaba a los setenta millones de dólares derivó en unos ingresos superiores a los cuatrocientos así que, con semejante rentabilidad, es lógico que ahora en 2010 se estrene su segunda parte.
Sexo en Nueva York 2 cuenta en clave de comedia la vida de cuatro mujeres que tratan de progresar simultáneamente tanto a nivel profesional como personal, empleando cada una sus propios métodos pero siempre con el triunfo de sus ideales como meta. Todas las situaciones en las que se ven envueltas tienen como telón de fondo el adorno, el lujo y la aparente sofisticación. Se plantea la duda de si el objetivo de la película es exponer de modo cómico cuestiones que rayan en la filosofía vital o, por el contrario, esa apariencia de profundidad es una mera excusa para trasladar al público una idea de triunfo basado exclusivamente en la tenencia material. La recreación de la ostentación de las grandes riquezas de los magnates árabes es buena prueba de ello y los diseños de Valentino más otras muestras de glamour sirven como escenario para resolver los problemas de compaginar el trabajo con el cuidado de los niños o los desencuentros que pueden surgir en una relación de pareja.
Los diálogos son graciosos y muchas de las reflexiones que se hacen a través de la voz en off de la protagonista resultan interesantes por lo que, en general, el entretenimiento está asegurado para los fieles seguidores de la serie. Fuera de ese círculo, las razones para ir a ver el film se reducen considerablemente y ni el baile que se marca Liza Minnelli parodiando por enésima vez el “Single Ladies” de Beyoncé ni el supuesto reclamo de los cameos de numerosos artistas famosos son suficiente motivo para pasar por taquilla.
El director es Michael Patrick King, productor y guionista de la primera entrega y de varios capítulos del proyecto televisivo.
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