Una
de las escenas que podría resumir el espíritu de la película “Tár” se
desarrolla en la célebre Escuela Juilliard de Nueva York. La gran diva y
profesional, en la cima del mundo, va a dar una clase magistral a unos
estudiantes con más sueños que conocimientos, y llenos de taras y aprensiones.
Allí chocan los prejuicios, las limitaciones y los miedos de los alumnos con la
sabiduría, la habilidad y la arrogancia de la estrella a la que todos aplauden.
Y en esa concreta secuencia se plasman buena parte de las miserias, hipocresías
y debilidades humanas, y queda bien patente que una mentira, por mucho que se
adorne y se dulcifique, no deja de ser una mentira, y que una verdad, por mucho
que se exprese de forma hiriente y descarnada, no deja de ser una verdad. Que la
mediocridad busca múltiples excusas y que la ignorancia es atrevida. Y que la
grandeza y la acumulación de poder, si no se controlan y se limitan, degeneran
en corrupción y maldad.
“Tár”
es una gran película, que deslumbra con la magnética interpretación de su protagonista
y que está conducida de forma rigurosa y certera por un director que sabe lo
que quiere contar y cómo hacerlo. Tal vez le sobre parte de metraje (supera las
dos horas y media de proyección) y en su tramo final no mantenga el mismo nivel
pero, en general, ofrece un relato honesto, solvente, creíble y bien trenzado
sobre la vanidad y la soberbia, sobre el cúmulo de belleza y placer de un
virtuoso del arte, y sobre el reguero de cadáveres y víctimas que deja a su
paso para alcanzar sus metas.
Mis
primeros recuerdos de su realizador, el californiano Todd Field, se refieren a
su faceta de actor, cuando interpretaba pequeños papeles en cintas como
“Creadores de sombras”, de Roland Joffé o “Eyes Wide Shut”, de Stanley Kubrick.
Tras su paso a la dirección, y con tan sólo tres largometrajes en su haber, ha
demostrado ingenio y astucia de sobra para escarbar en asuntos incómodos y
agitar a ese público que no quiere moverse de su popularmente conocida “zona de
confort”.
Cuenta
la historia de la mundialmente famosa directora de la Orquesta Filarmónica de
Berlín Lydia Tár, en los días previos a uno de los conciertos y grabaciones más
importantes de la Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler. Su descomunal talento y su
arrebatadora personalidad generan admiración y recelo, pero sus conductas
tienden a ser cada vez más despóticas y el trato hacia quienes la rodean
resulta interesado y egoísta, lo que terminará poniéndola contra las cuerdas.
“Tár”
ha recibido multitud de reconocimientos. Candidata a seis premios Oscar,
incluyendo mejor película, dirección, actriz protagonista y guion original,
opta asimismo a cinco BAFTA y ya ha obtenido el Globo de Oro a la mejor actriz
en una película dramática. El American Film Institute la ha incluido entre los
diez mejores films del año y las Asociaciones de Críticos de Los Ángeles y
Nueva York la han aupado a la cima de sus selecciones.
Uno
de sus principales atractivos radica sin duda en la australiana Cate Blanchett,
a veces con cierta propensión a la sobreactuación, pero cuyo estilo interpretativo
encaja como anillo al dedo con sus personajes, consiguiendo una perfección
sublime. Con esta maravillosa actuación ganará probablemente su tercera
estatuilla, tras las logradas con “El aviador”, de Martin Scorsese y “Blue
Jasmine”, de Woody Allen. Destacan particularmente sus trabajos en “Carol”, “El
curioso caso de Benjamin Button”, “Babel” o “Elizabeth”. En esta ocasión le
acompañan Nina Hoss (vista en las series televisivas “Homeland” y “Jack Ryan”),
Noémie Merlant (“Retrato de una mujer en llamas”) y Mark Strong (“La noche más
oscura”, “1917”).
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