viernes, 24 de febrero de 2023

EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA (Triangle of Sadness)



Cada vez con más frecuencia, me resulta imposible conectar con la mayor parte de las propuestas cinematográficas actuales. Comienza a serme habitual asistir a estrenos que me dejan completamente frío y confirmar que he tirado a la basura el tiempo empleado en visionar una cinta. Pero, sobre todo, a menudo se me hace muy incomprensible entender las razones por las que determinados largometrajes reciben premios y distinciones. Sin ir más lejos, “El triángulo de la tristeza” ganó la última Palma de Oro del Festival de Cannes y opta al Oscar a la mejor película y, sinceramente, no sé qué le encuentran. A escasos minutos del inicio, supe que sus casi dos horas y media de proyección me supondrían un martirio y, por desgracia, acerté.

Por lo visto, se postula como una crítica o sátira mordaz que, deduzco, aspira a llamar la atención por la vía de la excentricidad y la exageración. En cualquier caso, yo tan sólo veo un cúmulo de escenas sin sentido, desprovistas de gracia y carentes interés. Ni los personajes, ni la trama (de tenerla), ni la forma de narrar de su director, me ofrecieron aliciente alguno. Si pretendía hacer reír, fracasó completamente conmigo y con los escasos sufridores que me acompañaban en la sala. No escuché una mera carcajada ni esbocé una mínima sonrisa. Si, por el contrario, el propósito se centraba en parecer incisivo o reflexivo frente a este mundo vacuo y superficial imperante, tampoco acertó. Lo que sí destila es una arrogancia pretenciosa y una superficialidad en ningún momento compensada por un toque sutil o brillante, limitándose a desprender un tufillo a esnobismo pueril y hortera.

Un grupo de modelos e “influencers” (signifique lo que signifique) acuden como invitados a un crucero de lujo repleto de millonarios, con un capitán comunista y alcohólico al mando y en el que las jerarquías sociales se aplican de una forma implacable. Una fuerte tormenta termina por hundir el barco aunque, lamentablemente, no aniquila a todos los pasajeros, de modo que el metraje continúa a cargo a algunos supervivientes, esta vez en una isla desierta, donde las circunstancias se tornan hasta el punto de que una humilde tripulante filipina, gracias a sus dotes para sobrevivir, se convierte en la líder del grupo.

Desde luego, se requiere una dosis muy superior de gracia y de contenidos para abordar un censura perspicaz de la sociedad capitalista de manera entretenida, divertida e irónica. Y ahora vuelvo de nuevo a mi duda del principio. ¿Qué apreciaron los miembros del jurado de Cannes o qué entendieron los académicos de Hollywood para catapultar a “El triángulo de la tristeza” a un puesto entre los mejores trabajos del año? Desde luego, el realizador sueco Ruben Östlund apuntaba maneras, siendo al cine actual lo que determinados artistas que exponen sus obras en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de España (ARCO) lo son a otras disciplinas artísticas. Para este colectivo, la extravagancia se alza como la nueva elegancia y sus ideas han de plasmarse desde la exageración, la desproporción o, mejor aún, cayendo en la ridiculez. Por aquello de que, para gustos, colores, no seré yo quien impida la libertad expresión de este cineasta que, a buen seguro, contará con numerosos seguidores. Ahora bien, habida cuenta de que la célebre frase “no se puede gustar a todo el mundo” halla su reverso en “no se puede disgustar a todo el mundo”, sus propuestas en absoluto están hechas para mí. El film ha sido también noticia reciente por la trágica muerte de su joven protagonista, Charlbi Dean, a los veintidós años. El único rostro conocido dentro del elenco es el de Woody Harrelson (“Tres anuncios en las afueras” o “El escándalo de Larry Flynt”).



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