La
trama del film, muy mediatizada por la idea de la soledad y el aburrimiento, se
halla casi predestinada a provocar cierta apatía en el público. Los paisajes
fríos y solitarios, la estética austera y el motor conductor de la historia, centrado
en una especie de desgana, me produjo sobre todo sopor. No obstante, se trata
de una producción con elementos positivos, en virtud de su mezcla atípica entre
comedia y drama que, en algunos casos, refleja ingenio y perspicacia a la hora
de poner sobre la mesa asuntos incómodos. La obra parece una fiera sedada, cuyo
notable potencial queda anestesiado a consecuencia de una estética melancólica
y ermitaña.
El
realizador Martin McDonagh se sitúa detrás de la cámara. Tras debutar con “Escondidos
en Brujas” en 2008, hace apenas cinco años llamó la atención con la
inclasificable “Tres anuncios en las afueras”, sin duda su mejor trabajo. Este
cineasta británico posee un Oscar por el corto “Six Shooter” (2006), si bien
todavía no lo ha logrado en la categoría de largometraje. Con “Almas en pena de
Inisherin” dispone de una triple opción (productor, director y guionista) para
alzarse con alguna estatuilla dorada el próximo 12 de marzo.
En
una isla remota frente a la costa oeste de Irlanda, dos amigos de toda la vida
se enfrentan cuando uno de ellos, sin razón alguna, pone fin a su relación de
amistad. El desplazado busca ayuda para recuperarle o, si quiera, entender su
comportamiento. Se atisba trascendencia e importancia en los temas tratados.
Hasta se podría hablar de épica, de no ser porque el clima y la ambientación de
todo el metraje conduce al letargo. Se precisa de una estrecha conexión con los
personajes para implicarse a fondo como espectador que, en mi caso particular,
no se produjo y que terminó por decantarme hacia la indiferencia, mala aliada a
la hora de visionar cualquier título. Se trata de una propuesta correcta, pero
su aluvión de reconocimientos y galardones se me antoja incomprensible aunque,
al compararlo con los recibidos por “Todo a la vez en todas partes”, justificaría
cambiar ese calificativo por el de desproporcionado.
Los
actores Colin Farrell y Brendan Gleeson, que también coincidieron a las órdenes
de McDonagh en la citada “Escondidos en Brujas”, asumen los papeles
protagonistas. En el variopinto currículum del primero figuran títulos como
“Minority Report”, “Ondine, la leyenda del mar”, “El Nuevo Mundo” o “Langosta”.
Intérprete versátil y, al mismo tiempo, irregular, continúa desarrollando una
carrera profesional interesante. Con este papel opta por fin al premio de la Academia
de Hollywood. Gleeson, habitual secundario en numerosos filmes, ha intervenido
en, entre otros, “Un horizonte muy lejano”, “Braveheart”, “A.I. Inteligencia
Artificial”, “Sufragistas” y varias entregas de la saga de Harry Potter. Da
vida a su personaje a la perfección. Junto a ellos intervienen Kerry Condon
(“Tres anuncios a las afueras”), Barry Keoghan (“El sacrificio de un ciervo
sagrado”, “Dunkerque”) y David Pearse (“El extranjero”).
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