viernes, 10 de febrero de 2023

ALMAS EN PENA DE INISHERIN (The Banshees of Inisherin)


Resulta muy peligroso acudir a una sala de cine cargado de grandes expectativas sobre la proyección, ya que las posibilidades de que al final no se vean colmadas y se salga con un regusto amargo son elevadas. El panorama, sin embargo, mejora cuando, por sorpresa y sin perspectivas, la película termina sorprendiendo y agradando. Me enfrenté a “Almas en pena de Inisherin” conociendo ya la elogiosa propaganda sobre sus premios y nominaciones. Sus nueve nominaciones a los Oscar, diez candidaturas a los BAFTA y tres Globos de Oro obtenidos contribuían a esperar un largometraje sobresaliente que, aun sin poder calificarlo negativamente, me dejó una sensación de desilusión, más que de satisfacción.

La trama del film, muy mediatizada por la idea de la soledad y el aburrimiento, se halla casi predestinada a provocar cierta apatía en el público. Los paisajes fríos y solitarios, la estética austera y el motor conductor de la historia, centrado en una especie de desgana, me produjo sobre todo sopor. No obstante, se trata de una producción con elementos positivos, en virtud de su mezcla atípica entre comedia y drama que, en algunos casos, refleja ingenio y perspicacia a la hora de poner sobre la mesa asuntos incómodos. La obra parece una fiera sedada, cuyo notable potencial queda anestesiado a consecuencia de una estética melancólica y ermitaña.

El realizador Martin McDonagh se sitúa detrás de la cámara. Tras debutar con “Escondidos en Brujas” en 2008, hace apenas cinco años llamó la atención con la inclasificable “Tres anuncios en las afueras”, sin duda su mejor trabajo. Este cineasta británico posee un Oscar por el corto “Six Shooter” (2006), si bien todavía no lo ha logrado en la categoría de largometraje. Con “Almas en pena de Inisherin” dispone de una triple opción (productor, director y guionista) para alzarse con alguna estatuilla dorada el próximo 12 de marzo.

En una isla remota frente a la costa oeste de Irlanda, dos amigos de toda la vida se enfrentan cuando uno de ellos, sin razón alguna, pone fin a su relación de amistad. El desplazado busca ayuda para recuperarle o, si quiera, entender su comportamiento. Se atisba trascendencia e importancia en los temas tratados. Hasta se podría hablar de épica, de no ser porque el clima y la ambientación de todo el metraje conduce al letargo. Se precisa de una estrecha conexión con los personajes para implicarse a fondo como espectador que, en mi caso particular, no se produjo y que terminó por decantarme hacia la indiferencia, mala aliada a la hora de visionar cualquier título. Se trata de una propuesta correcta, pero su aluvión de reconocimientos y galardones se me antoja incomprensible aunque, al compararlo con los recibidos por “Todo a la vez en todas partes”, justificaría cambiar ese calificativo por el de desproporcionado.

Los actores Colin Farrell y Brendan Gleeson, que también coincidieron a las órdenes de McDonagh en la citada “Escondidos en Brujas”, asumen los papeles protagonistas. En el variopinto currículum del primero figuran títulos como “Minority Report”, “Ondine, la leyenda del mar”, “El Nuevo Mundo” o “Langosta”. Intérprete versátil y, al mismo tiempo, irregular, continúa desarrollando una carrera profesional interesante. Con este papel opta por fin al premio de la Academia de Hollywood. Gleeson, habitual secundario en numerosos filmes, ha intervenido en, entre otros, “Un horizonte muy lejano”, “Braveheart”, “A.I. Inteligencia Artificial”, “Sufragistas” y varias entregas de la saga de Harry Potter. Da vida a su personaje a la perfección. Junto a ellos intervienen Kerry Condon (“Tres anuncios a las afueras”), Barry Keoghan (“El sacrificio de un ciervo sagrado”, “Dunkerque”) y David Pearse (“El extranjero”).



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