Steve
McQueen (aunque comparte nombre y apellido con el famoso actor) es un vigoroso
realizador que rodó tres títulos importantes entre los años 2011 y 2018,
logrando el reconocimiento y el aplauso casi unánimes de crítica y público.
“Shame”, “12 años de esclavitud” y “Viudas” son unos largometrajes valientes,
honestos, corrosivos y potentes. Con un Oscar y dos BAFTA ya en su haber, McQueen
engrosa la lista de los cineastas a tener muy en cuenta. En el recién finalizado
2020 se ha embarcado en un ambicioso y extraño proyecto destinado a relatar la
historia real del “Mangrove”, célebre restaurante frecuentado por la comunidad
negra de finales de los sesenta y setenta en el barrio londinense de Notting
Hill, así como la persecución y el racismo que la Policía ejerció sobre sus
miembros y que dio lugar a la denominada “Marcha de los Manglares” en 1970 y al
posterior juicio al que fueron sometidos nueve activistas, arrestados
injustamente tras protestar junto a cientos de manifestantes contra la
violencia policial ejercida sobre ellos. Y la extrañeza del proyecto estriba
precisamente en que se ha rodado a la vez y sobre el mismo tema una película y
una miniserie de cinco capítulos, si bien en mi caso sólo he visionado la
primera.
Bajo
el título de “Small Axe: El Mangrove”, nos presenta una cinta con clara
vocación de denuncia que, aunque el público comparta el mensaje y se adhiera a
la crítica implícita y explícita proclamada en cada minuto del metraje, le
sitúa ante la obra menos lucida de su autor. El deseable entretenimiento, la
agudeza visual, la intensidad narrativa y la valentía cinematográfica quedan
relegadas a un segundo o tercer plano para, exclusivamente, convertirse en el
cauce de un rabioso grito de indignación contra la lacra de la discriminación
racial, indignación por otra parte plenamente justificada, tanto como la
acusación derivada de unas actuaciones del todo injustas. Sin embargo, conviene
no olvidar que estamos hablando de cine y que, por lo tanto, no procede
arrinconar por completo las reglas básicas de filmación de una ficción, por
mucho que se base en hechos reales.
Buena
parte de la proyección provoca aburrimiento, especialmente en su hora inicial,
plena de secuencias repetitivas y carente de un avance significativo de la
acción. Es cierto que en la segunda mitad remonta en cuanto a ritmo e
intensidad, pero la ira con la que se narran los acontecimientos termina por
saturar al espectador. Mi impresión es que se trata de un film gestado como
válvula de escape a una cólera contenida que tenía que derramarse de forma
contundente, aspiración totalmente comprensible, defendible y amparable, pero
que, si se decide emplear para ello el lenguaje propio del Séptimo Arte, no
conviene centrar la totalidad de los esfuerzos en pregonar una moraleja y una
reprobación de forma tan básica. En tal caso, resulta preferible decantarse por
un documental o escribir un ensayo. El cine posee unas pautas vinculadas al entretenimiento,
a la emoción y a la exaltación de los sentidos y de los estímulos, de modo que
no le basta con ser un canal de expresión de quejas y denuncias, por muy
loables que éstas sean y por más que se empatice con sus víctimas.
Numerosos
planos muestran a los protagonistas clamando ante las injusticias que soportan
y defendiendo con ira su libertad. El problema estriba en que se torna esencial
aportar más contenido a las dos horas de metraje, a no ser que se prescinda de
los espectadores y se centre en un desahogo personal, en cuyo caso “Small Axe:
El Mangrove” constituye una pieza única y perfecta.
Dentro
del apartado interpretativo destaca el actor Shaun Parkes, que realiza una
actuación sobresaliente. Brilla en varios planos gracias a la intensidad de su
mirada y su certera plasmación de la desesperación. Habitual participante de
series de televisión, le hemos visto en la gran pantalla en “Diario de un
escándalo” o “The Fight”. Le acompañan Letitia Wright (Shuri en “Black Panter”,
y en la saga de “Los vengadores”) y Sam Spruell (“Valerian y la ciudad de los
mil planetas”, “Blancanieves y la leyenda del cazador”).
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