Desde
hace aproximadamente una década, Russell Crowe parece hallarse perdido o
desnortado dentro del mundo del cine. Concluidos los años noventa, entró en el
nuevo milenio concatenando no pocos éxitos, portentosas interpretaciones y
participaciones en películas imprescindibles de visión obligada para los amantes
del Séptimo Arte. “L.A. Confidential”, “El dilema”, “Gladiator”, “Una mente
maravillosa”, “American Gangster” o “Red de mentiras” confirmaban el imán del intérprete
australiano para los aciertos y su sobrada capacidad para encandilar al público
y entretenerle con sus majestuosas actuaciones. Sin embargo, de pronto, comenzó
un lento pero progresivo declive que le llevó a protagonizar cintas
perfectamente prescindibles, cuando no malas. Ahora acaba de estrenar “Salvaje”
y sólo cabe preguntarse cómo un hombre que ha demostrado tanta calidad y que se
ha situado en el pódium de la excelencia pueda deambular con tal desidia entre unos
proyectos tan anodinos, superficiales y desprovistos de interés. Y no se trata
de un problema exclusivo de Russell Crowe. Es también el caso del mismísimo
Robert De Niro, otrora calificado como el mejor y que a día de hoy se
desprestigia a sí mismo a través de comedias ridículas donde perpetra un
repertorio de muecas cansinas (por favor, no pierdan el tiempo yendo a ver “La
última gran estafa”, puesto que caen demasiados mitos en el intento).
Enumerar
la lista de inconvenientes que arrastra “Salvaje” superaría la extensión de
esta crítica, por lo que me limitaré a indicar que se sostiene sobre una idea
ya manoseada en otras ocasiones (si bien con mayor acierto) y que, francamente,
no da para más. Al espectador no le costará remontarse a “Un día de furia” o,
incluso, a “El diablo sobre ruedas” (obra con cincuenta años de antigüedad que
no merece ser explotada de nuevo con tan nula originalidad).
La
trama se sustenta sobre la premisa de un irrelevante incidente de tráfico y el protagonista
es un hombre cuya vida ha entrado en esa peligrosa fase en la que ya no tiene
nada que perder. En plena desesperación, se cruza en la carretera con una joven
impaciente que llega tarde a trabajar y que, nerviosa, le recrimina con el
claxon que no mueva su coche de un semáforo. A partir de ese momento, comienza
una absurda persecución imposible de acabar bien para ninguno de los dos.
La
propuesta centra todos sus propósitos en transmitir la rabia del personaje para,
de ese modo, entretener al público con el torbellino de emociones que dicho
sentimiento provoca. Sin embargo, el objetivo se ve condenado al fracaso, dado
que refleja una ira hueca, vacía y sin sentido, como la propia historia que se
desarrolla a continuación. La violencia y la cólera que ofrece sirven para
enganchar unos minutos, pero enseguida revelan un largometraje artificial,
vacuo, sin alma y basado en un furor de cartón piedra.
Asume
la dirección el realizador alemán Derrick Borte, quien debutó en 2009 con “La
familia Jones”, irregular comedia protagonizada por Demi Moore, David Duchovny
y Amber Heard. En 2016 lo intentó con una especie de musical titulado “London
Town” y en 2018 se pasó al thriller con “American Dreamer”. Es obvio que no
termina de encontrar su sitio porque, desde luego, con “Salvaje” evidencia que
el género de acción tampoco es su fuerte. Su inconsistencia se evidencia
todavía más al lograr que un metraje de escasa hora y media resulte largo, la peor
conclusión posible para una apuesta al entretenimiento construido a base de
secuencias pretendidamente intensas.
Acompañan
a Russell Crowe la joven Caren Pistorius, a la que hemos visto en “La luz entre
los océanos” o “Negación”, Gabriel Bateman (participante en la última versión
de “Muñeco diabólico”) y Juliene Joyner, de
profesión especialista pero que, en ocasiones, se atreve a dar el salto
como actriz. Ninguno de ellos crecerá artísticamente con este filme que va
directo hacia la irrelevancia.
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