En lo que llevamos de siglo, solo Avatar de James Cameron había logrado mantenerse un mes consecutivo en el número uno de la taquilla norteamericana. Había que remontarse hasta 1999 para encontrar otro precedente, cuando El sexto sentido de M. Night Shyamalan estuvo un lapso de tiempo similar en lo más alto de la lista de recaudaciones. Por lo tanto, es evidente que no se trata de una situación habitual y que las películas que lo logran demuestran, además de una rentabilidad muy destacable, una conexión con el público que merece, como mínimo, un reconocimiento. Los juegos del hambre ostenta el primer puesto del denominado Box Office norteamericano desde su estreno en el fin de semana del 23 al 25 de marzo. Con un coste de producción de setenta y ocho millones de dólares, ya lleva recaudados únicamente en el mercado estadounidense más de trescientos cincuenta. Tiene su origen en el éxito literario de la escritora Suzanne Collins, traducido a más de veinte idiomas y vendido con excelentes resultados en más de treinta países. Por lo tanto, algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Su trama se desarrolla en un mundo post apocalíptico en el que, tras varios desastres devastadores, un único Gobierno denominado “El Capitolio” ejerce todo el poder. Allí se organizan unos juegos que dan nombre al film y que se llevan a cabo a través de un concurso televisado en el que se seleccionan al azar a varios adolescentes de diferente procedencia con el fin de que compitan en una batalla tras la que tan sólo uno de ellos será capaz de sobrevivir.
Se comprende, pues, que las temáticas que aborda hayan conectado mayoritariamente con los públicos adolescente y juvenil: una sociedad sumida en el caos, una generación sin esperanzas, una gran desigualdad social y una televisión que todo lo banaliza y lo convierte en puro espectáculo. Aunque no lo crean, no deja de ser una recreación del futuro, por mucho que, en algunos casos, su conexión con el presente quede clara. Si a lo anterior se añade cierta dosis de acción, conflictos sentimentales, momentos de agilidad narrativa y una correcta realización, la traducción no es una mala película pero tampoco buena. Si, además, se prescinde de un alto nivel de exigencia, el resultado final es un producto que se aferra al negocio del entretenimiento de ese público joven al que va dirigido. En ese sentido, es un largometraje efectivo que, en comparación con otros recientes films de acción, constituye un soplo de aire fresco, aunque no alcance la relevancia de los grandes títulos del género. Sin llegar a profundizar en las críticas social y política y limitándose a la mera diversión, Los juegos del hambre ofrece atractivos suficientes para contentar a esa concreta generación que acude en masa a las salas. Sin embargo, fuera de ella, sus posibilidades de éxito se diluyen peligrosamente.
Su protagonista es la actriz Jennifer Lawrence, una de las intérpretes de esta década. Su filmografía se compone de algunos largometrajes muy interesantes, aunque minoritarios y casi desconocidos como Like Crazy y Winter´s Bone (por cuyo papel fue nominada al Oscar hace apenas dos años). Ahora ha dado el salto a las grandes superproducciones y, a buen seguro, alcanzará el grado de superestrella. Confío en que siga manteniendo su habitual calidad profesional ya que, a pesar de su juventud, es una buena actriz.
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Datos del film:
Película: Los Juegos del Hambre. Título original: The Hunger Games. Trailer en castellano
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Datos del film:
Dirección: Gary Ross.
País: USA. Año: 2012. Duración: 142 min. Género: Ciencia-ficción, drama.
Interpretación: Jennifer Lawrence (Katniss Everdeen), Josh Hutcherson (Peeta Mellark), Liam Hemsworth (Gale Hawthorne), Elizabeth Banks (Effie Trinket), Woody Harrelson (Haymitch Abernathy), Wes Bentley (Seneca Crane), Donald Sutherland (presidente Snow), Lenny Kravitz (Cinna), Stanley Tucci (Caesar Flickerman), Isabelle Fuhrman (Clove), Toby Jones (Claudius).
Guion: Gary Ross, Suzanne Collins y Billy Ray; basado en la novela de Suzanne Collins.
Producción: Nina Jacobson y Jon Kilik.
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Tom Stern.
Montaje: Stephen Mirrione y Juliette Welfling.
Diseño de producción: Philip Messina.
Vestuario: Judianna Makovsky.