A principios de los años ochenta, en concreto en 1981, tuvo lugar el estreno de una primera versión de Furia de titanes. En ella, el joven debutante Harry Hamlin era el protagonista de la historia del dios Zeus y su hijo Perseo y en esa misión estuvo acompañado por actores consagrados de la escena británica como Sir Lawrence Oliver o Maggie Smith, además de otras estrellas de cierto éxito mediático como la ex – chica Bond Ursula Andress. Y junto al aliciente de contemplar a intérpretes tan conocidos, también destacaba como responsable de los efectos especiales la figura de Ray Harryhausen, un profesional que durante las décadas de los cincuenta, sesenta y parte de los setenta fue un referente del apartado técnico-cinematográfico. Su carrera culminó precisamente con Furia de titanes, su último legado profesional como encargado de efectos visuales. Títulos como Jason y los argonautas o Hace un millón de años avalaron una trayectoria que se vio finalmente reconocida por la Academia de Hollywood a través de un Oscar que premiaba el conjunto de su carrera. Y fue un homenaje ciertamente merecido ya que Harryhausen impulsó el avance de un sector muy poco desarrollado en su época por mucho que, al visionar ahora aquellos efectos especiales, resulten obsoletos y hasta burdos.
Han tenido que transcurrir casi treinta años para que una nueva versión de la misma historia llegue de nuevo a las pantallas de todo el mundo. Esta moderna superproducción recurre también a actores de gran nivel como Liam Neeson o Ralph Fiennes para recrear a los dioses del Olimpo y, como en su predecesora, otros jóvenes intérpretes como Sam Worthington intentan apuntalar sus incipientes carreras en lo que aspira a ser un notable éxito de taquilla. De hecho, Worthington, tras la espectacular repercusión de Avatar, está inmerso en otra megaproducción hollywoodiense. Mencionar una vez más el argumento del film está de más por repetitivo y archiconocido. El dato positivo es que, indudablemente, sus aspectos técnicos son correctos y evidencian el progreso manifiesto de la industria del séptimo arte. Por lo tanto, los efectos visuales y sonoros son netamente superiores a la versión del 81. Asimismo, es obvio que para los incondicionales del género fantástico y mitológico supondrá un digno entretenimiento. Distinta suerte correrán por desgracia quienes no disfruten con las vicisitudes de dioses y criaturas monstruosas de tamaño desproporcionado enzarzadas en continuas peleas de espadas mitad reales mitad mágicas. A estos espectadores, entre los que me incluyo, las dos horas de proyección les pueden llegar a producir tedio a pesar de reconocer sus méritos técnicos, ya que la cinta como tal no entusiasma en exceso. Con todo, y especialmente para el público canario, la posibilidad de reconocer y admirar nuestros paisajes como telón de fondo se convierte en una razón de peso para pasar por taquilla. No en vano los exteriores se rodaron en nuestras islas, desde el Teide y el valle de Ucanca a las costas de Buenavista o Guía de Isora pasando por las dunas de Maspalomas o los parajes volcánicos de Lanzarote.
En cuanto a sus resultados económicos, Furia de titanes se ha aupado al número uno de la taquilla norteamericana gracias a los sesenta y cuatro millones de dólares recaudados en su primer fin de semana de exhibición. Lejos todavía de los más de ciento veinte que ha costado su rodaje, a buen seguro irá reduciendo diferencias con la recaudación que se obtenga en el resto de países y que hará rentable la inversión realizada. Junto a los actores mencionados anteriormente, es justo resaltar la participación de la bella Gemma Atherton, otra chica Bond –en este caso la de Quantum of Solace-, que intervino también en la divertida y trepidante Rocknrolla.
Han tenido que transcurrir casi treinta años para que una nueva versión de la misma historia llegue de nuevo a las pantallas de todo el mundo. Esta moderna superproducción recurre también a actores de gran nivel como Liam Neeson o Ralph Fiennes para recrear a los dioses del Olimpo y, como en su predecesora, otros jóvenes intérpretes como Sam Worthington intentan apuntalar sus incipientes carreras en lo que aspira a ser un notable éxito de taquilla. De hecho, Worthington, tras la espectacular repercusión de Avatar, está inmerso en otra megaproducción hollywoodiense. Mencionar una vez más el argumento del film está de más por repetitivo y archiconocido. El dato positivo es que, indudablemente, sus aspectos técnicos son correctos y evidencian el progreso manifiesto de la industria del séptimo arte. Por lo tanto, los efectos visuales y sonoros son netamente superiores a la versión del 81. Asimismo, es obvio que para los incondicionales del género fantástico y mitológico supondrá un digno entretenimiento. Distinta suerte correrán por desgracia quienes no disfruten con las vicisitudes de dioses y criaturas monstruosas de tamaño desproporcionado enzarzadas en continuas peleas de espadas mitad reales mitad mágicas. A estos espectadores, entre los que me incluyo, las dos horas de proyección les pueden llegar a producir tedio a pesar de reconocer sus méritos técnicos, ya que la cinta como tal no entusiasma en exceso. Con todo, y especialmente para el público canario, la posibilidad de reconocer y admirar nuestros paisajes como telón de fondo se convierte en una razón de peso para pasar por taquilla. No en vano los exteriores se rodaron en nuestras islas, desde el Teide y el valle de Ucanca a las costas de Buenavista o Guía de Isora pasando por las dunas de Maspalomas o los parajes volcánicos de Lanzarote.
En cuanto a sus resultados económicos, Furia de titanes se ha aupado al número uno de la taquilla norteamericana gracias a los sesenta y cuatro millones de dólares recaudados en su primer fin de semana de exhibición. Lejos todavía de los más de ciento veinte que ha costado su rodaje, a buen seguro irá reduciendo diferencias con la recaudación que se obtenga en el resto de países y que hará rentable la inversión realizada. Junto a los actores mencionados anteriormente, es justo resaltar la participación de la bella Gemma Atherton, otra chica Bond –en este caso la de Quantum of Solace-, que intervino también en la divertida y trepidante Rocknrolla.
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