Michael Bay es el más claro ejemplo de director especializado en grandes superproducciones de acción. Cintas como Armageddon, La roca, Pearl Harbor o Dos policías rebeldes dan fe de ello. Cuando en 2007 presentó la primera entrega de Transformers el largometraje recaudó setecientos millones de dólares a nivel mundial sólo en concepto de ingresos directos de taquilla. Semejante éxito económico auguraba una pronta segunda parte que ha tardado apenas dos años en desembarcar en la gran pantalla. Sin embargo, las supuestas nuevas aventuras que promete no son tan nuevas, básicamente porque, en el peor de los sentidos, es más de lo mismo. Ya no es que los personajes y la estructura cinematográfica sean similares sino que reproducen literalmente y sin disimulo la fórmula de su predecesora. En consecuencia, quienes disfrutaron en su momento con la proyección del anterior film (un elevado número si atendemos a la rentabilidad obtenida) volverán a hacerlo. Ahora bien, aquellos espectadores que entonces salieron decepcionados reincidirán en otra mala experiencia si insisten en dar una segunda oportunidad a esta historia.
Hechas estas matizaciones, es innegable que a Transformers: La venganza de los caídos se le deben reconocer determinados méritos. La realización es impecable y tanto el sonido como los efectos especiales son brillantes. No hay duda de que hasta el último dólar invertido (y han sido muchos millones) tiene su reflejo en las imágenes. No obstante, la lista de deméritos es netamente superior. Para empezar, Bay persiste en el error de mezclar de forma ineficaz la comedia y la acción. Así, la primera parte de la proyección está salpicada por un cúmulo de gags más propios de las mentes responsables de la gran mayoría de títulos basados en desmadres universitarios que con excesiva frecuencia inundan las salas de cine. Pretender a renglón seguido que el público asimile otras escenas de corte dramático se convierte en una misión imposible abocada al fracaso más estrepitoso. Y esta tendencia del realizador californiano a mezclar lo cómico y lo dramático (su “marca de la casa”) funciona ocasionalmente y si, además, cuenta con instrumentos adicionales como, por ejemplo, la presencia Will Smith (cuyas cualidades para la comedia y la acción nadie discute) en el reparto. De lo contrario, se obtiene un resultado final que raya en la mediocridad. En definitiva, esta película no deja de ser un episodio de los Power Rangers pero más caro y más extenso (cerca de dos horas y media).
En cuanto al equipo artístico, el joven Shia LaBeouf - Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal- repite en el papel protagonista en compañía de Megan Fox, actriz que, pese a contar con una escasa filmografía, se ha encaramado al Olimpo de las estrellas mediáticas merced a su gran belleza.
Circula estos últimos días por la red el rumor de que, debido a su prometedor arranque recaudatorio (más de trescientos millones de dólares en su primera semana) los productores ya contemplan el rodaje de una tercera parte de la historia en la que, sin lugar a dudas, los técnicos de sonido y de efectos especiales tendrán muchísimo más trabajo que sus compañeros guionistas.
Hechas estas matizaciones, es innegable que a Transformers: La venganza de los caídos se le deben reconocer determinados méritos. La realización es impecable y tanto el sonido como los efectos especiales son brillantes. No hay duda de que hasta el último dólar invertido (y han sido muchos millones) tiene su reflejo en las imágenes. No obstante, la lista de deméritos es netamente superior. Para empezar, Bay persiste en el error de mezclar de forma ineficaz la comedia y la acción. Así, la primera parte de la proyección está salpicada por un cúmulo de gags más propios de las mentes responsables de la gran mayoría de títulos basados en desmadres universitarios que con excesiva frecuencia inundan las salas de cine. Pretender a renglón seguido que el público asimile otras escenas de corte dramático se convierte en una misión imposible abocada al fracaso más estrepitoso. Y esta tendencia del realizador californiano a mezclar lo cómico y lo dramático (su “marca de la casa”) funciona ocasionalmente y si, además, cuenta con instrumentos adicionales como, por ejemplo, la presencia Will Smith (cuyas cualidades para la comedia y la acción nadie discute) en el reparto. De lo contrario, se obtiene un resultado final que raya en la mediocridad. En definitiva, esta película no deja de ser un episodio de los Power Rangers pero más caro y más extenso (cerca de dos horas y media).
En cuanto al equipo artístico, el joven Shia LaBeouf - Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal- repite en el papel protagonista en compañía de Megan Fox, actriz que, pese a contar con una escasa filmografía, se ha encaramado al Olimpo de las estrellas mediáticas merced a su gran belleza.
Circula estos últimos días por la red el rumor de que, debido a su prometedor arranque recaudatorio (más de trescientos millones de dólares en su primera semana) los productores ya contemplan el rodaje de una tercera parte de la historia en la que, sin lugar a dudas, los técnicos de sonido y de efectos especiales tendrán muchísimo más trabajo que sus compañeros guionistas.
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