La filmografía del realizador de origen egipcio Alex Proyas se ha centrado de forma prioritaria en el cine de acción y de ciencia-ficción. En el año 1994 dirigió El cuervo, cinta que debe su fama mundial al accidente que costó la vida a su protagonista, el actor Brandon Lee, hijo del icono de las artes marciales Bruce Lee. Aunque esta circunstancia obligó a concluir la película a base de dobles interpretativos, logró una aceptable acogida por parte del público. Cuatro años después realizó el proyecto de Dark City, considerado por algunos críticos una apuesta muy original de cine fantástico, si bien en esta ocasión con un contundente fracaso de taquilla. El mayor éxito comercial de su carrera lo obtuvo en 2004 gracias a Yo robot, film protagonizado por Will Smith basado en una novela del escritor norteamericano de origen bielorruso Isaac Asimov. Título indudablemente entretenido pero sin rozar la brillantez, optó al Oscar a los mejores efectos visuales. En estos momentos Proyas reincide en el mismo género con estas Señales del futuro.
Este estreno podría encuadrarse más bien en el subgénero extraoficial en el que se engloba el cine de catástrofes y relata la historia de un profesor de astronomía que intenta evitar que ciertas predicciones futuras se cumplan y, como en la mayoría de estas producciones, centra sus esfuerzos en mostrar la recreación de cada tragedia prevista con la mayor verosimilitud posible. Señales del futuro ofrece tres platos fuertes desde el punto de vista visual: un accidente de avión, un accidente de metro y la destrucción total de la tierra. Los rodajes de estas escenas son muy correctos y acordes con los actuales avances tecnológicos del séptimo arte de modo que, quienes busquen en las salas oscuras una sucesión de imágenes impactantes, hallarán aquí la mejor opción para evadirse e, incluso, entretenerse puntualmente. La excesiva atención requerida por los aspectos técnicos se ha traducido en un manifiesto abandono de otros que termina por desvirtuar el resultado final, en una mezcla de acción, aventura, ciencia-ficción y terror excesivamente rebuscada. Aún así, hay que valorar una conseguida conexión con los espectadores, que en su primer fin de semana de exhibición la han aupado al primer puesto de la recaudación con cien millones de dólares. Nicholas Cage, a quien inexplicablemente las productoras insisten una y otra vez en convertir en versátil héroe de acción, protagoniza el largometraje. Si en Con Air, La roca, 60 segundos, Ojos de serpiente o Cara a cara ya manifestaba unas deficiencias que no invitaban a augurarle una carrera duradera dentro del género, cada vez con mayor asiduidad estrena un trabajo de similares características. Le acompaña la actriz Rose Byrne, que actuó a las órdenes del tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo en la exitosa 28 semanas después.
Este estreno podría encuadrarse más bien en el subgénero extraoficial en el que se engloba el cine de catástrofes y relata la historia de un profesor de astronomía que intenta evitar que ciertas predicciones futuras se cumplan y, como en la mayoría de estas producciones, centra sus esfuerzos en mostrar la recreación de cada tragedia prevista con la mayor verosimilitud posible. Señales del futuro ofrece tres platos fuertes desde el punto de vista visual: un accidente de avión, un accidente de metro y la destrucción total de la tierra. Los rodajes de estas escenas son muy correctos y acordes con los actuales avances tecnológicos del séptimo arte de modo que, quienes busquen en las salas oscuras una sucesión de imágenes impactantes, hallarán aquí la mejor opción para evadirse e, incluso, entretenerse puntualmente. La excesiva atención requerida por los aspectos técnicos se ha traducido en un manifiesto abandono de otros que termina por desvirtuar el resultado final, en una mezcla de acción, aventura, ciencia-ficción y terror excesivamente rebuscada. Aún así, hay que valorar una conseguida conexión con los espectadores, que en su primer fin de semana de exhibición la han aupado al primer puesto de la recaudación con cien millones de dólares. Nicholas Cage, a quien inexplicablemente las productoras insisten una y otra vez en convertir en versátil héroe de acción, protagoniza el largometraje. Si en Con Air, La roca, 60 segundos, Ojos de serpiente o Cara a cara ya manifestaba unas deficiencias que no invitaban a augurarle una carrera duradera dentro del género, cada vez con mayor asiduidad estrena un trabajo de similares características. Le acompaña la actriz Rose Byrne, que actuó a las órdenes del tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo en la exitosa 28 semanas después.
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