La actriz británica Keira Knightley se está revelando en sus últimos proyectos como una notable intérprete de melodramas románticos de época. El público la identificaba como una heroína de aventuras épicas que, con su mera presencia, mejoraba la trilogía de Piratas del Caribe. Pero la saga decayó cualitativamente de más a menos conforme se estrenaba cada nueva entrega. Donde realmente ha dado la medida de su potencial ha sido en una serie de cintas ambientadas en los dos últimos siglos y sostenidas principalmente sobre la base de unas historias de amor cargadas de idílico romanticismo. Ya en el año 2002 participó en la versión televisiva de la mítica Doctor Zhivago y, posteriormente, protagonizó Orgullo y prejuicio (por cuya interpretación fue nominada al Oscar a la mejor actriz principal), Expiación (que le reportó sendas candidaturas al Globo de Oro y al Bafta en idénticas categorías) y Seda. Los dos primeros títulos son altamente recomendables para los aficionados a las relaciones sentimentales utópicas e idealizadas, muy propicias para saltar a la gran pantalla. En 2010 tiene previsto el estreno de una nueva versión de My Fair Lady y otra sobre el célebre matrimonio formado por Zelda y F.Scott Fitzgerald a las órdenes del realizador John Curran - El velo pintado-, lo que corrobora la tendencia de Knightley a abundar en estas señas de identidad.
En la misma línea estrena ahora La duquesa con el desconocido realizador londinense Saul Dibb detrás de la cámara y donde se cuenta la historia de una aristócrata que, pese a ejercer una gran influencia en los círculos de poder de la época y gozar de las simpatías del pueblo, no logra encontrar el amor en su matrimonio con un noble incapaz de albergar buenos sentimientos. Aunque puede considerarse un film menor si se compara con los citados anteriormente, se trata de una realización muy digna cuya visión resulta, como mínimo, interesante. La primera parte del metraje es la más prescindible, ya que se limita a mostrar los tópicos más manidos de los últimos años del siglo XVIII y a allanar el camino que desembocará en el desenlace de la narración, misión un tanto insulsa no sólo porque es común a lo ya visto en centenares de largometrajes similares, sino porque los personajes quedan excesivamente desaprovechados durante cuarenta y cinco minutos. Sin embargo, su segunda fase es más intensa y desgarradora y agradará sumamente a los amantes del género romántico.
La duquesa se alzó con la estatuilla de Hollywood al mejor vestuario para Michael O’Connor en la pasada edición de los populares premios, estando también nominada a la mejor dirección artística. Igualmente es muy destacable la banda sonora de la magnífica compositora Rachel Portman –Emma, Las normas de la casa de la sidra-. El siempre impecable Ralph Fiennes, otro habitual de los romances trágicos (El paciente inglés, El jardinero fiel, El lector) compone el contrapunto perfecto en su papel de duque, por el que recibió la nominación al Globo de Oro como mejor actor secundario.
En la misma línea estrena ahora La duquesa con el desconocido realizador londinense Saul Dibb detrás de la cámara y donde se cuenta la historia de una aristócrata que, pese a ejercer una gran influencia en los círculos de poder de la época y gozar de las simpatías del pueblo, no logra encontrar el amor en su matrimonio con un noble incapaz de albergar buenos sentimientos. Aunque puede considerarse un film menor si se compara con los citados anteriormente, se trata de una realización muy digna cuya visión resulta, como mínimo, interesante. La primera parte del metraje es la más prescindible, ya que se limita a mostrar los tópicos más manidos de los últimos años del siglo XVIII y a allanar el camino que desembocará en el desenlace de la narración, misión un tanto insulsa no sólo porque es común a lo ya visto en centenares de largometrajes similares, sino porque los personajes quedan excesivamente desaprovechados durante cuarenta y cinco minutos. Sin embargo, su segunda fase es más intensa y desgarradora y agradará sumamente a los amantes del género romántico.
La duquesa se alzó con la estatuilla de Hollywood al mejor vestuario para Michael O’Connor en la pasada edición de los populares premios, estando también nominada a la mejor dirección artística. Igualmente es muy destacable la banda sonora de la magnífica compositora Rachel Portman –Emma, Las normas de la casa de la sidra-. El siempre impecable Ralph Fiennes, otro habitual de los romances trágicos (El paciente inglés, El jardinero fiel, El lector) compone el contrapunto perfecto en su papel de duque, por el que recibió la nominación al Globo de Oro como mejor actor secundario.
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