Hace casi
tres décadas se estrenó “Dos policías rebeldes”. Por aquella época, Will Smith
triunfaba con la serie televisiva “El príncipe de Bel-Air”, donde interpretaba a
un adolescente, pese a superar con creces esa edad, y explotaba su vis cómica y
una faceta musical que le llevó a ganar hasta cuatro premios Grammy. Todavía no
había obtenido el éxito de taquilla de “Independence Day”, pero su reclamo como
joven gracioso y con marcha atraía a numeroso público. Aunque “Dos policías
rebeldes” dista mucho de ser una buena película, su estética y ritmo, unidos a la
presencia del guasón de Smith, contribuyeron a obtener unos ingresos de ciento
cuarenta millones de dólares a nivel mundial, cifra más que destacada para una
cinta con un presupuesto de apenas diecinueve.
Y pasó lo
que suele pasar. Se rodó una segunda parte, una tercera y, ahora, se estrena la
cuarta. El protagonista ya cuenta a día de hoy con más de cincuenta y cinco
años, pero sigue luciendo las mismas camisetas ajustadas y, al parecer, el
mismo nivel físico de antaño, casi los mismos chistes, las mismas peleas
coreografiadas y el mismo estilo visual y musical. Sin embargo, el hecho cierto
es que sus predecesoras continúan recaudando y que, si bien ahora los presupuestos superan
con creces al de la original, su rentabilidad no desaparece.
Yo mismo vería
algunas escenas de “Dos policías rebeldes” si me topase con ella algún canal de
televisión, probablemente para retrotraerme a 1995 y reencontrarme con aquellas
sensaciones de mi veintena, cuando contemplaba la vida de otra manera. Supongo
que se trata de un inevitable ejercicio de nostalgia, como cuando escuchas una
canción de los ochenta o los noventa que asocias a otra etapa vital. Pero,
salvo algunos planos que todavía me provocan una sonrisa gracias a la innegable
capacidad humorística de Will Smith, la aportación cinematográfica resulta
escasa.
Esta
cuarta entrega supone una forma de vivir de las rentas del pasado, la
reiteración de una fórmula muy amortizada ya con sus tres predecesoras. A ratos
no se sabe si han rodado un videoclip o han programado un videojuego. El
galimatías de guión tampoco parece importar en exceso. Se limita a incorporarse
a esa corriente tan cansina y reiterada de apabullar visualmente. Aisladamente
se puede descubrir alguna escena digna de atención, pero se precisa de un
contenido mucho mayor para cubrir ciento quince minutos de proyección. De
hecho, el trailer me gustó bastante más que el largometraje.
Los dos policías
más intrépidos e insolentes de Miami se enfrentan a una nueva amenaza: una
peligrosa red de narcotraficantes se está infiltrando en el mercado con una
letal droga de diseño. Sin perder su vertiente temeraria y su sarcástico humor,
ambos se embarcan en una misión llena de persecuciones vertiginosas,
explosiones y tiroteos, mientras tratan también de poner orden en sus propios
asuntos.
Smith
ganó un Oscar por “El método Williams”, precisamente en la gala del incidente
que derivó en su veto de actos y celebraciones por parte de la Academia de Cine
de Hollywood. A mi juicio, no obstante, su mejor papel lo desarrolla en “Ali”,
de Michael Mann, al tiempo que ha apuntalado su faceta de héroe de acción y exponente
del humor en títulos como “Yo, Robot”, “Men in Black” o “Soy leyenda”.
De nuevo
le acompaña Martin Lawrence, con una filmografía más polarizada hacia la
comedia absurda. “Esta abuela es un peligro”, “Esta abuela es un peligro 2” y
“Esta abuela es mi padre” conforman un visión muy certera de dicha afirmación.
También figuran en el reparto Vanessa Hudgens (“High School Musical”), Alexander
Ludwig (“Los juegos del hambre”, “El único superviviente”) y Eric Dane (“X Men:
La decisión final”, “Burlesque”).
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