viernes, 28 de julio de 2023

OPPENHEIMER



Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que experimenté la sensación de hallarme ante un gran acontecimiento cinematográfico. Y es que Christopher Nolan vuelve a reivindicarse como el cineasta actual más relevante, firmando otra obra brillante, plena de matices y con una envoltura visual, técnica y sonora excelente. El director londinense ya me llamó la atención con anteriores títulos llenos de simbolismo y originalidad, como “Memento”, elevando el género de superhéroes a una categoría superior con su trilogía de Batman y revolucionando la ciencia ficción gracias a obras maestras tan indiscutibles y sublimes como “Origen” y “Interstellar”, dos largometrajes de imprescindible visión que le acreditan como una de las figuras más destacadas del Séptimo Arte. Como hiciese en “Dunkerque”, con “Oppenheimer” retorna al cine histórico dando otra soberbia lección de narración y realización.

La cinta cuenta con un elevado metraje de tres horas. Asimismo, el cúmulo de personajes, unido a la profundidad de algunos conceptos científicos, tal vez genere en los espectadores cierta percepción de extravío dentro de un complejo laberinto, aunque como compensación les coloca en un permanente estado de sorpresa. Personalmente, no acusé su larga duración, ya que los constantes saltos temporales, la alternancia de filmación en blanco en negro y en color y los diálogos mordientes combinados con una historia más introspectiva evitan cualquier riesgo de pesadez. El montaje, los efectos sonoros, la fotografía, la cuidada ambientación y la exquisita interpretación sólo pueden calificarse como sobresalientes.

Cuenta la vida del excéntrico Robert Oppenheimer, brillante físico estadounidense de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, desde sus dubitativos comienzos hasta hacerse con la dirección y el control del "Proyecto Manhattan", así como el desarrollo de los trabajos y ensayos nucleares destinados a construir la bomba atómica para su país. Aun tratando de actuar meramente como científico, la política termina por salpicarle hasta el punto de cuestionar la validez de sus creaciones y, finalmente, es atacado por su propio Gobierno a causa de las relaciones que mantiene con sectores izquierdistas.

El film contiene secuencias verdaderamente memorables pero, sobre todo, logra un estilo y una tonalidad narrativas que subyugan y seducen, además de una aparatosidad visual al servicio de una trama sólida y un guion bien sustentado. Constituye un ejemplo de cómo los efectos técnicos únicamente cobran sentido si se colocan al servicio de una buena historia con sentido propio. Y como el potencial de dicho artefacto se hace presente de modo constante, “Oppenheimer” posee asimismo una energía brutal que se despliega durante los ciento ochenta minutos de proyección, en los que el director y sus personajes son capaces de realizar genialidades.

El nutrido equipo artístico supone otro gran aliciente y enumerar todos sus rostros conocidos alargaría esta crítica casi tanto como la propia película, cuyo peso recae sobre un deslumbrante Cillian Murphy. Habitual del cine de Nolan, le vi por primera vez en “28 días después”, a las órdenes de Danny Boyle. Tras abordar papeles secundarios en “La joven de la perla” o “Cold Mountain”, destacó ya como protagonista en “El viento que agita la cebada” y en la serie televisiva “Peaky Blinders”, donde certifica su calidad interpretativa.

Le acompañan Matt Damon (la saga “Bourne”, “El talento de Mr Ripley”, “Infiltrados”), Emily Blunt (“Sicario”, “La pesca del salmón en Yemen”, “Un lugar tranquilo”), Robert Downey Jr. (“Zodiac”, “Ironman”), Jason Clarke (“La noche más oscura”, “Everest”), Kenneth Branagh (“Enrique V”, “Hamlet”), Florence Pugh (“Lady Macbeth”, “Midsommar”), Gary Oldman (“Drácula de Bram Stoker”, “El topo”), Casey Affleck (“Manchester frente al mar”, “Todo por un sueño”) o Matthew Modine (“La chaqueta metálica”, “Vidas cruzadas”), entre otros.



viernes, 21 de julio de 2023

MISIÓN IMPOSIBLE: SENTENCIA MORTAL PARTE 1 (Mission: Impossible - Dead Reckoning Part One)



Iniciaré este análisis cinematográfico enumerando los méritos de “Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1”, pues habrá que esperar a 2024 para visionar su segunda parte: preciosas localizaciones; fotografía y dirección artística muy cuidadas; sobresalientes aspectos técnicos; entretenidas secuencias de acción; píldoras cómicas con gracia; y entregado elenco de actores, en especial un Tom Cruise que continúa engrandeciendo su leyenda en la Meca del Cine. Sin embargo, la franquicia se ha ido alejando progresivamente de la propuesta inaugurada por Brian de Palma en 1996, relegando a personajes y guion a un segundo lugar y apostándolo todo al objetivo de apabullar visualmente a los espectadores a través de escenas cada vez más coreografiadas y espectaculares, pero que abandonan el género de acción y aventuras para adentrarse en el de ciencia ficción. La saga de “Misión Imposible” se ha convertido en una representación circense del “más difícil todavía”, que sirve para asombrar en determinados momentos del metraje pero que, ante el contexto de una historia de tres horas de duración, resulta insuficiente.

A menudo he citado en mis críticas semanales una frase de la cinta “The International - Dinero en la sombra”: “La diferencia entre ficción y realidad es que la ficción debe tener sentido”. Y, por lo que compete al Séptimo Arte, ese sentido depende del género en el que se enmarca cada película. Que en “E.T. El Extraterrestre” los niños surquen el cielo pedaleando sobre sus bicicletas tiene sentido. Por el contrario, si Paul Newman y Katharine Ross hicieran lo mismo en “Dos hombres y un destino”, no lo tendría. Dicho de otro modo, el género marca los límites de la lógica narrativa y en “Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1” estos se sobrepasan ampliamente a causa de un argumento tramposo y escasamente trabajado y, más aún, de una manifiesta inverosimilitud en un considerable número de planos.

La concreta escena de una interminable y desproporcionada persecución automovilística por las calles de Roma, en la que los protagonistas viajan en un minúsculo Fiat y sus perseguidores en un convoy de potentes vehículos, siembra la duda sobre si el director del film se ha decantado por la acción o por la comedia. Personalmente, me recordó a “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” cuando Bob Hoskins conducía el dibujo animado de un coche. Y, si la propuesta de Robert Zemeckis en 1988 me divirtió, esta de Christopher McQuarrie me ha hastiado. Porque la séptima entrega de las peripecias de Ethan Hunt, en ese afán por superarse y rodar el plano más grandioso, la caída más aparatosa, el salto más gigantesco y la pelea más impactante, olvida la esencia de los valores cinematográficos.

Eso sí, genera pura adrenalina, no da tregua al descanso y muestra hasta el último dólar invertido en una impecable realización técnica, pero el alma, tanto de la antigua serie televisiva como de su primera entrega, tristemente ha desaparecido. A título particular, me quedo con el trabajo de De Palma estrenado hace veintisiete años.

Cruise encabeza de nuevo el reparto y asume la doble misión de devolver a las salas de cine a los espectadores tras la pandemia y de propiciar la llegada de las obras a las plataformas de exhibición. Literalmente, se juega la vida en el intento. Se trata de un notable actor cuya contribución al sostenimiento de la industria resulta incuestionable. Lástima que haya dejado por el camino el espíritu de apuestas como “Rain Man”, “Nacido el 4 de julio”, “Algunos hombres buenos” o “Magnolia” ya que, a mi juicio, sus cualidades interpretativas trascienden a los largometrajes de acción y aventuras.

Junto a su equipo habitual (Ving Rhames y Simon Pegg), figuran en esta ocasión Hayley Atwell (“La duquesa”), Vanessa Kirby (“Fragmentos de una mujer”) y Pom Klementieff (“Vengadores: Infinity War”).

viernes, 14 de julio de 2023

UNOS SUEGROS DE ARMAS TOMAR (The Out-Laws)



Entre el estreno de “Indiana Jones y el dial del destino” y las próximas llegadas a la cartelera de “Misión Imposible” (“Misión imposible: Sentencia mortal - Parte 1”), “Oppenheimer”, de Christopher Nolan y la versión de “Barbie” de Greta Gerwig, ha quedado en medio un desangelado fin de semana sin estrenos dignos de mención. Ante el manifiesto desinterés por las propuestas en las salas del proyección el pasado viernes, me decanté por la cinta de menor duración, apenas hora y media, para contrarrestar la extensión de los largometrajes venideros. De hecho, la última aventura de Tom Cruise se prolonga más allá de los ciento cincuenta minutos y la obra de Nolan sobrepasa las tres horas.

Al final, el título que escogí ya evidenciaba su manifiesta mediocridad. “Unos suegros de armas tomar” deja poco margen a la duda en cuanto a tratarse de una supuesta comedia plagada de chistes fáciles y situaciones absurdas, sostenida sobre un guion endeble y previsible, y a cargo de actuaciones simplonas. No obstante, cabe aclarar que el demérito de semejante denominación es imputable a su distribuidora en España, ya que el original (“The Out-Laws”) ocultaba al menos el desastroso contenido.

Se trata de una muy mala película en la que no se salva nada. El elenco luce ligeramente gracias al renombre de alguno de sus integrantes, si bien ninguno de ellos refleja su talento en este pseudo telefilme de bajo coste, propio de esas soporíferas sobremesas de verano donde la máxima aspiración se reduce a echar la siesta frente al televisor encendido y el ventilador a pleno rendimiento.

La vulgaridad de la mayoría de comedias norteamericanas ya viene siendo mundialmente conocida. Salvo contadas excepciones, el género se nutre de productos de relleno y de segunda fila, y el film que nos ocupa reafirma tan desolador diagnóstico. Al menos, la brevedad juega a su favor y cuenta como ventaja. Su exiguo mensaje, unido a las correspondientes cabezadas que provoca, se alían para no padecer en demasía la total falta de audacia y esencia del filme.

Un estirado director de banco está a punto de casarse con el amor de su vida. La misma semana en la que se va a celebrar el enlace, la entidad financiera es asaltada por una banda de ladrones. Desde entonces, el novio comienza a sospechar que los delincuentes son, en realidad, sus futuros suegros, recién llegados a la ciudad.

El joven e inexperto Adam Devine (“Modern Family”) encabeza un reparto en el que también figura Nina Dobrev, vista en “Las ventajas de ser un marginado”. Junto a ellos se encuentran otras estrellas más conocidas a las que desconozco cómo han engañado para embarcarse en este proyecto.

El anzuelo del cartel promocional recae en el antiguo Agente 007 Pierce Brosnan, quien en “El escritor”, de Roman Polanski, “Evelyn”, de Bruce Beresford y “El sastre de Panamá”, de John Boorman ha dado muestras de un notable nivel artístico. Les acompaña Ellen Barkin (“Gracias y favores”, también de Beresford, “Querido detective”, de Jim McBride, “Melodía de seducción”, de Harold Becker). Por último, descubrimos a Michael Rooker, secundario en las célebres “Arde Mississippi”, de Alan Parker o “J.F.K.: Caso abierto”, de Oliver Stone.

Se sitúa detrás de la cámara Tyler Spindel, responsable (en la literalidad del término) de “La otra Missy” y, asimismo, actor en las incalificables “Jack y su gemela”, “Una conejita en el campus” y “Zohan: Licencia para peinar”. Poca cosa, por tanto, se podía esperar.




viernes, 7 de julio de 2023

INDIANA JONES Y EL DIAL DEL DESTINO (Indiana Jones and the Dial of Destiny)


 

“En busca del arca perdida” e “Indiana Jones y la última cruzada” son dos de mis cintas favoritas. Las disfruté en su momento y lo sigo haciendo cada vez que vuelvo a verlas. Su mezcla de aventura, humor y narración cinematográfica me parece fantástica, aunque he de confesar que la cuarta entrega de la saga me decepcionó. Por eso, al enterarme de que iba a rodarse una quinta parte, no pude evitar presagiar la lenta agonía de un personaje tan querido por mí, víctima de la artificial prolongación de un serial que probablemente debió concluir en la propia década de los ochenta. Aun así, “Indiana Jones y el dial del destino” constituye, en mi opinión, una digna despedida para el más célebre arqueólogo de todos los tiempos. Y, pese a no superar el nivel de las primera y tercera entregas (misión casi imposible), sobrepasa ampliamente a “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”.

En una de las escenas de la genial “Toy Story”, Buzz Lightyear intenta demostrar que puede volar, lanzándose para ello al vacío mientras simula un vuelo a través de diversas piruetas y golpes de fortuna. Y, ante su arriesgado gesto, su compañero Woody le aclara que “eso no es volar, es caer con estilo”. Pues bien, el Indiana Jones de 2023 tampoco vuela como el de 1981 ni el de 1989, pero también cae con estilo y nos ofrece un cúmulo de secuencias divertidas y entretenidas, con ese regusto de antaño que tanto satisface a quienes años atrás nos deleitamos con la misma fórmula. En cualquier caso, presenta algunos inconvenientes. Los efectos digitales, tan inevitables como evidentes, afectan al resultado final y se cae en la recurrente manía de, para captar la atención del público, incrementar la aparatosidad y la magnitud de las persecuciones y peleas anteriores, rebasando límites que, en ocasiones, desmerecen los planos secuencia.  

Asimismo, el notable director James Mangold no puede considerarse Steven Spielberg, cuya mano se muestra más efectiva en este género de películas.

Sea como fuere, cabe resaltar los innegables aciertos del film. Además de contar con una figura atrayente, buena parte del metraje se ve impulsado por una intensa vitalidad. Igualmente, el espíritu aventurero clásico permanece, de modo que los ciento cincuenta minutos de proyección se tornan bastante ligeros y, al menos en mi caso, generan diversión, lo que ya de por sí entraña un logro considerable.

Teniendo en cuenta el sabor agridulce que comporta, me parece más discutible el hecho de incluir la melancolía entre los méritos o los deméritos del largometraje. Y es que la empatía hacia “Indiana Jones y el dial del destino” se cimienta en la nostalgia que provoca en los espectadores rememorar la franquicia al completo. Existen constantes guiños a los títulos precedentes, trasladándonos la sensación de que fuimos felices en otra época y que el paso del tiempo pone un total e irremediable punto final. Cuesta contemplar a su octogenario protagonista portando el mismo sombrero y agitando idéntico látigo. Por mucho que los avances de la técnica atenúen sus arrugas, nos indican que ya ha pasado media vida desde que le descubrimos esquivando aquella gran bola que amenazaba con aplastarle.

Harrison Ford es, sin duda, una estrella del Séptimo Arte. Más allá de su participación en las sagas de “Star Wars”, “Indiana Jones” y “Jack Ryan”, reúne en su filmografía joyas como “Blade Runner”, “Único testigo”, “Armas de mujer” o “El fugitivo” que le convierten en una leyenda digna de reverencia.

Junto a él intervienen Phoebe Waller-Bridge (célebre gracias a la serie televisiva “Fleabag”), Mads Mikkelsen (“La caza”, “Casino Royale”, “Otra ronda”), Toby Jones (“El topo”, “El velo pintado”, “Capitan América”) y, a cargo de un corto cameo, Antonio Banderas.

Incuestionable reconocimiento merecen Steven Spielberg y George Lucas, creadores de Indiana Jones, así como los miembros de sus equipos, por los extraordinarios ratos que nos han hecho pasar. Ha sido un honor asistir en primera persona tanto al nacimiento como a la defunción de uno de los personajes más míticos de la Historia del cine.