El realizador Alex Proyas, nacido en Egipto aunque de padres griegos, ha desarrollado su trayectoria cinematográfica en los Estados Unidos. En los años noventa y principios del siglo XXI pareció incluso construirse en torno a él una fiel y devota congregación de seguidores incondicionales. En 1994 estrenó “El cuervo”, un largometraje que arrastra cierta aureola de misticismo y con el que consiguió entusiasmar a numerosos espectadores. Su conexión con una gran parte de la joven generación de aquella época y la trágica muerte durante el rodaje de su protagonista Brandon Lee -hijo del mítico Bruce Lee-, la convirtió para algunos en una cinta de culto, en una obra envolvente, en una desasosegante fábula gótica. Proyas insistió en transitar por el mismo camino con títulos como “Dark City”, “Yo, Robot” y “Señales del futuro”, acreditando ciertos méritos para ser considerado un cineasta, cuando menos, interesante.
Sin embargo, su último trabajo es un manifiesto despropósito en el que en ningún momento se vislumbra la mano de su autor. Uno se pregunta qué le ha podido suceder para rodar un film tan desacertado. En él ha perdido su intensidad, su imaginación y su habilidad narrativa. Todo en el proyecto (concebido claramente como una megaproducción destinada a asaltar las taquillas) huele a falso y a prefabricado, a espectáculo hueco y a historia vacía. Se trata de una muestra de despilfarro de ciento cuarenta millones de dólares, derrochados en la plasmación de una estética nada convincente y en la elaboración de una trama excesiva, recargada y soberbia. Y, para colmo de males, ese sueño se ha transformado en pesadilla ya que, a cuatro meses vista, apenas ha recaudado treinta millones en el mercado norteamericano.
Durante la ceremonia de proclamación del rey Horus, y tras haber matado a su padre Osiris, Set se apodera del trono de Egipto mediante un sorpresivo golpe de Estado en el que ataca a su sobrino y legítimo heredero, condenándole al exilio. El antaño pacífico y próspero reino de Egipto se hunde así en el caos y el conflicto, convirtiéndose sus súbditos en esclavos devotos. Con la ayuda del héroe mortal Bek (influenciado por su amor hacia la esclava Zaya), el poderoso Horus intentará frustrar los planes de su malvado tío Set a cambio de devolverle a aquel su amada.
El metraje demasiado largo, los objetivos tan pretenciosos y la ausencia de un buen hacer artístico se alían para conformar un indigesto batiburrillo que enreda a la cinta en su propia sinopsis. Su aspiración de entretener choca frontalmente con la carencia de una mínima lógica narrativa y de una coherencia en la plasmación de imágenes. Alcanzada la mitad de la proyección y conscientes ya del disparate visual y de los insoportables aires de grandeza, el tostón queda garantizado. En definitiva, una de las peores películas que he visto en mi vida (y he visto muchas películas malas).
Encabeza el reparto el actor Gerard Butler, empeñado una y otra vez en involucrarse en fracasos de este tipo. Lejos quedan sus contados aciertos (caso de “RocknRolla”). Le acompañan algunos intérpretes menos conocidos, como Brenton Thwaites (“Maléfica”), Courtney Eaton (“Mad Max: Furia en la carretera”), Nikolaj Coster-Waldau (“Oblivion”, la televisiva “Juego de tronos”) o Elodie Yung (“Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”). Es evidente que estos “Dioses de Egipto” no les servirán a ninguno de ellos para cimentar sus respectivas carreras profesionales.
Trailer en castellano
Trailer en versión original
Datos del film
Película: Dioses de Egipto.
Título original: Gods of Egypt.
Dirección: Alex Proyas.
País: USA. Año: 2016. Género: Aventuras, fantástico.
Interpretación: Gerard Butler (Set), Nikolaj Coster-Waldau (Horus), Brenton Thwaites, Rufus Sewell, Geoffrey Rush (Ra), Chadwick Boseman, Elodie Yung.
Música: Marco Beltrami.
Título original: Gods of Egypt.
Dirección: Alex Proyas.
País: USA. Año: 2016. Género: Aventuras, fantástico.
Interpretación: Gerard Butler (Set), Nikolaj Coster-Waldau (Horus), Brenton Thwaites, Rufus Sewell, Geoffrey Rush (Ra), Chadwick Boseman, Elodie Yung.
Música: Marco Beltrami.
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