viernes, 10 de octubre de 2025

THE SMASHING MACHINE



Determinados personajes parecen creados para que un actor en concreto se luzca interpretándolos. Dwayne Johnson comenzó su carrera en esos combates de lucha libre tan populares en Estados Unidos, donde la vertiente del espectáculo prima sobre la condición deportiva. Dio el salto al cine interpretando el papel de “El rey escorpión”, tanto en la saga de “La momia” protagonizada por Brendan Fraser como en su propia franquicia. A partir de ahí, se ha especializado en el género de acción y en las comedias. Su descomunal físico y su desparpajo le avalaban para dedicarse a aventuras desenfadadas y a trepidantes peleas convertidas en imágenes. “Fast & Furious”, “Jumanji”, “Viaje al centro de la Tierra”, “Los vigilantes de la playa” o “Superagente 86” reflejan este estilo de cintas que le han llevado al triunfo.

Ahora apuesta por la vis dramática, adaptando a la gran pantalla la vida de una figura real (Mark Kerr), quien, como el propio intérprete, destacó asimismo sobre el ring de la lucha libre televisada. Y, ciertamente, Johnson sorprende con su trabajo, demostrando que está capacitado para otras labores al margen de marcar músculo, combatir y hacerse el gracioso. Lleva a cabo una caracterización muy creíble, incluso honesta, de una persona más derrotada que triunfadora, en un mundo en el que todo termina por caricaturizarse hasta el extremo de volverla invisible como ser humano.

El problema estriba en hasta qué punto este particular universo de los combates denominados a través de siglas incomprensibles (UFC, MMA, WWE y un largo etcétera), genera interés en el público. Además, su director, Benny Safdie, no siempre acierta con el enfoque que da a la historia. Este cineasta, más conocido por su faceta interpretativa (“Oppenheimer”, “Licorice Pizza”, “Fragmentos de una mujer”) que por su desempeño detrás de la cámara (filmó junto a su hermano Josh “Diamantes en bruto”), firma una propuesta aceptable y logra finalmente un resultado diferente y singular, aunque, en ciertos momentos, la película resulte errática y presente algún problema en cuanto a su coherencia narrativa. No obstante, le ha servido para obtener un galardón en el último Festival de Cine de Venecia y para que su nombre ya cotice al alza.

Con un ajustado metraje de dos horas, cabe calificar el film de diferente, incluso sorprendente, y hábil a la hora de dosificar el drama. En mi caso, me costó interesarme por este espectáculo que nunca he seguido. Me consta la fama de estos productos tan artificiales en la cultura norteamericana, expresada con familiaridad por el propio Presidente Trump, y la simpatía que despiertan nombres como Hulk Hogan o John Cena, quienes asimismo dieron un salto (si bien, más modesto) al cine. Sin embargo, pese a valorar algunos de sus aciertos y percibirlos con respeto, no logré la conexión deseada. 

Estrenado con el título original “The Smashing Machine” (algo así como “La máquina aplastadora”), alude a esa musculación que deriva casi en deformación, y manifiesta el ocaso y las circunstancias vitales que terminan por aplastar a quien hasta entonces aplastaba. Se aprecian destellos que remiten a otras cintas como “El luchador”, de Darren Aranofsky, donde Mickey Rourke encarnaba a otro combatiente inmerso en su retirada profesional y que le valió la nominación a un Oscar que, sospecho, jamás contempló recibir. Habrá que ver qué ocurre este año con “The Rock” cuando, en breve, se inaugure la temporada de premios. 

Acompaña a Dwayne Johnson la siempre efectiva Emily Blunt, a cargo de una sólida filmografía que incluye, entre otras, “El diablo viste de Prada”, “La pesca del salmón en Yemen” o “Al filo del mañana” y que, a mi juicio, debió ser la ganadora de la estatuilla dorada gracias a su actuación en la reciente “Oppenheimer”.




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