Desde un punto de vista
cinematográfico, siempre me ha interesado más King Kong que Godzilla y, pese a
no situarse entre mis películas preferidas, algunas versiones sobre el gran
gorila (las de 1933 de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, la de 1976 de John
Guillermin y la de 2005 de Peter Jackson) reunían varios aspectos destacados y
alguna secuencia memorable. La famosa creación nipona, sin embargo, nunca me
llamó la atención y no recuerdo ninguna adaptación para la pantalla grande que haya
despertado mi curiosidad, ni siquiera una concreta escena. Esta deriva que
afecta en los últimos tiempos a una parte de la industria del cine, y que se
traduce en la máxima circense del más difícil todavía, recurre a la fórmula de
unir dos monstruos que han desarrollado carreras por separado, con la esperanza
de ofrecer un plus a los espectadores. Sin embargo, el Séptimo Arte no opera
como una ciencia exacta y la forma de hacer buen cine no se asemeja a una
operación matemática, por lo que en el universo del celuloide las sumas, en
ocasiones, restan y aquí nos damos de bruces con una muestra de ello.
No es la primera vez que
King Kong y Godzilla se reúnen. Ni siquiera es la primera vez que se apuesta
por esa adición de criaturas terroríficas para llenar las salas de proyección.
Me viene a la cabeza la nefasta “Alien vs. Predator”, que perpetró en 2004 Paul
W. S. Anderson, o la manifiestamente innecesaria “Freddy contra Jason”, siendo
responsable de semejante crimen el hongkonés Ronny Yu en 2003. En todos esos
casos, la ocurrencia de acumular engendros se reveló como un despropósito. No
hay duda de que “Alien” supuso una importante aportación al ámbito de la
ciencia ficción, y tanto la versión de Ridley Scott de 1979 como la de James
Cameron de 1986, merecen observación. Incluso la visión ochentera de “Depredador”,
dirigida por John McTiernan, ha envejecido bien. Pero, cuando se acumulan sus
criaturas, el conjunto resulta ridículo, forzado y gratuito.
Acaba de estrenarse “Godzilla
y Kong: El nuevo imperio”, de Adam Wingard, cuya “The Guest” (2014), con Maika
Monroe y Dan Stevens, me interesó, por más que no haya vuelto a rodar nada más
que yo considere aceptable. En 2021 realizó la anterior “Godzilla vs. Kong” que,
como la actual, se alza como un prodigio de efectos especiales y corrección
técnica aunque, ya tan avanzado el primer cuarto del siglo XXI, no debería ser
condición suficiente.
Quizás algún niño se
sienta hipnotizado y entretenido ante determinadas imágenes, pero dudo mucho
que suceda lo mismo en la franja de jóvenes y adultos. En mi caso particular,
el objetivo no se logró. Los personajes (humanos
o no) no despertaron mi interés, y su trama sobre los problemas de la Humanidad,
tampoco. Hasta me dio cierta lástima la figura de Kong que, tras su momento de
gloria, ha pasado a exhibirse como, en su día, el “hombre elefante”. Me quedo
con su fotograma cayendo desde lo alto del Empire State Building para, a
continuación, presenciar aquel diálogo memorable entre el protagonista y uno de
los policías. El primero, al ver a la bestia muerta en el suelo, pregunta qué
ha pasado, y recibe como respuesta que los aviones le habían abatido. Y, a
continuación, rebate al agente con la mítica frase “no fueron los aviones, la
belleza mató a la bestia” (“It wasn't the airplanes. It was beauty killed the
beast).
En el reparto se encuentra
Rebecca Hall, singular actriz que cuenta
en su filmografía con varios títulos destacados, como “El truco final (El
prestigio)”, del recientemente oscarizado Christopher Nolan; “El desafío -
Frost contra Nixon”, de Ron Howard; o “The Town: Ciudad de ladrones”, de Ben
Affleck. Sus dos recientes apariciones en esta saga creada para King Kong y
Godzilla no le permiten mostrar su talento, llevando a cabo interpretaciones
olvidables.
La acompaña Dan Stevens,
visto en la mencionada “The Guest”; “Colossal”, de Nacho Vigalondo; o “La
llamada de lo salvaje”, de Chris Sanders. También integran el elenco Brian
Tyree Henry (“Viudas”, de Steve McQueen; “El blues de Beale Street”, de Barry
Jenkins; “Bullet Train”, de David Leitch) y Alex Ferns (“The Batman”, de Matt
Reeves).
No quiero ni pensar qué
será lo próximo. ¿Una propuesta que encadene a Drácula con Jabba el Hutt, de la
“Guerra de las Galaxias”? ¿A Frankenstein con Lord Voldemort, de Harry Potter?
¿O quizás a “Tiburón” con “Anaconda” o “Pirañas”? Pronunciado en voz alta
parece absurdo, pero tampoco sería la primera vez que una absurdez terminara
convirtiéndose en realidad.
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