La
comedia norteamericana siempre ha presentado una marcada tendencia hacia la
explotación de la vulgaridad como forma de diversión. Pese a notables
excepciones, desde un punto de vista cuantitativo el número de películas del
género donde las situaciones chabacanas y los chistes ordinarios se alzan como
el vehículo sobre el que centrar la vis cómica resulta mayoritario. Por decirlo
de otra manera, la frase atribuida a Peter Ustinov "lo cómico es simplemente
una forma divertida de ser serios" no ha contado con un seguimiento en la
industria cinematográfica estadounidense.
Cada
persona posee su propio sentido del humor y lo que a una le hace gracia a otra
le provoca una sensación de vergüenza ajena. Para gustos, colores. En mi caso
particular, la propuesta de “Sin malos rollos” ni me atrae ni me invita a la
risa. Le reconozco cierta inventiva y, sobre todo, aprecio el esfuerzo
interpretativo de su elenco por situarse a la altura de las expectativas y del
objetivo jocoso, pero las secuencias supuestamente graciosas me parecen poco
elaboradas, simplonas y bastas.
Su
director, Gene Stupnitsky, que ostenta un merecido reconocimiento gracias a su
labor en la serie televisiva “The Office”, ha perdido frescura cuando ha dado
el salto a la gran pantalla ejerciendo como guionista, y se ha encasillado en
los tópicos (“Bad Teacher” o “Año Uno” dan fe de ello).
Basada,
al parecer, en un hecho real, cuenta la historia de una joven desesperada a
causa de sus problemas económicos que descubre un curioso anuncio de trabajo:
unos padres adinerados buscan a alguien para entablar una cita con su introvertido
hijo antes de que ingrese en la Universidad. Ante la posibilidad de conseguir
dinero fácil acepta la oferta, aunque pronto se percatará de que ni el trabajo
es tan sencillo ni el muchacho, tan torpe.
Muy
destinada al universo adolescente y juvenil, se publicita como una propuesta
picante y guasona. Y si, ciertamente, la trama refleja ambos aspectos, no da
para mucho más. Determinadas fases de la proyección presentan unas altibajos
considerables y, aun introduciendo instantes emotivos, no deja de ser un largometraje
que, proporcionando quizá buenos ratos al público de risa fácil, no destaca en
ningún sentido.
Jennifer
Lawrence asume el peso del film y se emplea en darlo todo por el personaje. Ganadora
de un Oscar por su actuación en “El lado bueno de las cosas”, ha demostrado su
capacidad interpretativa en títulos como “La gran estafa americana”, “Joy” o
“Winter´s Bone”. Por lo visto, pretende dar ahora un giro profesional a las
órdenes de dos realizadores italianos en sus tres próximos rodajes: dos junto a
Paolo Sorrentino y uno con Luca Guadagnino. Dispone de presencia y de valía
ante las cámaras, por lo que confío en su versatilidad y apuesta de futuro.
La
acompañan Andrew Barth Feldman (al que vimos en la pedante e inclasificable
“Ruido de fondo”), Laura Benanti (“Worth”) y figuras más conocidas como Matthew
Broderick, célebre en la década de los ochenta merced a “Juegos de guerra”,
“Lady Halcón” o “La loca aventura del matrimonio”. “Sin malos rollos”
constituye una opción válida para esa juventud que quiera acudir al cine una
tarde de verano en busca del aire acondicionado, y tal vez hasta se ría con
determinadas escenas que no perdurarán demasiado tiempo en su memoria.