James
Gray es un solvente y habilidoso director de cine que posee un toque especial
para narrar historias entrelazando críticas sociales y reflexiones morales.
Desde el género de aventuras, con “Z, la ciudad perdida”, hasta el drama
romántico de “Two Lovers”, construye sólidos personajes y los sitúa en
contextos incómodos, abonados para la reflexión. Habitual del Festival de Cine
de Cannes, ganó el León de Plata de la Mostra de Venecia con “Cuestión de
sangre”, su debut en la pantalla grande. Ahora estrena “Armageddon Time”, cinta
cuyo guion opta este año al Premio Gotham.
He
de reconocer que el inicio de la película me resultó decepcionante. Los
primeros veinte minutos devienen en una insustancial propuesta sobre niños
malcriados y desigualdades sociales bastante tópicas. Sin embargo, el film va
ganando sustancia, enjundia e interés con el transcurso de los minutos. Casi
sin darme cuenta, terminé inmerso en una trama con profunda carga ética, que
analiza las injusticias y las culpabilidades de una sociedad claramente
perdida. Algunas de sus últimas escenas pueden calificarse de magistrales. La
secuencia en la que el padre, después de sacar a su hijo de la comisaría, le
enseña cómo aceptar las injusticias y pasar página, constituye un buen ejemplo
del modelo de crítica con el que Gray muestra las miserias e incapacidades
humanas.
Narra
la infancia del protagonista a principios de la década de los ochenta en un
colegio público de un barrio periférico de Nueva York. La amistad entre ese
niño, de familia judía, y un huérfano de raza negra da pie al hilo conductor.
Ambos se dedican a hacer travesuras y a destrozar los nervios de familiares y
profesores. A raíz de una de esas diabluras, deciden trasladar al menor a un
elitista colegio privado, de cuyo Consejo de Administración es miembro el padre
de Donald Trump y en el que se evidencia el apoyo a Ronald Reagan. El clasismo
y el racismo sin complejos con los que se encuentra el chaval cambiarán
drásticamente su mundo, mientras que tan sólo su abuelo materno parece
dispuesto a ofrecerle una tregua dentro de su caótica existencia.
A
lo largo de las imágenes se recalca la manifiesta incapacidad de los
progenitores para educar y de la escuela para formar. La desigualdad de
oportunidades, los prejuicios y el desvanecimiento del denominado “sueño
americano” se alzan casi como otro personaje más del relato y, lo que había
comenzado como una insípida narración sobre críos, concluye con un sonoro
alegato que golpea la mente del espectador. En ese sentido, se trata de una
propuesta valiente y necesaria que, pese a reflejar asimismo otras influencias,
lleva sin duda el sello y la firma indiscutibles de James Gray. A mi juicio, si
la primera parte del metraje hubiese presentado un nivel superior, habría dado
como resultado un título sobresaliente. Aun así, también su calificación de
notable destaca sobremanera en una cartelera de 2022 altamente desilusionante.
El
joven Banks Repeta, a quien vimos en “Black Phone”, encabeza un reparto que
incluye algunos adultos de lujo, como Anthony Hopkins. Ganador de dos Oscars
por sus actuaciones en “El silencio de los corderos” y “El padre”, posee una
filmografía brillante y extensa, con diversas interpretaciones de obligada
visión como las de “Lo que queda del día” o “La mancha humana”. Anne Hathaway
da vida a su hija, a su vez madre del muchacho. Premiada igualmente con una
estatuilla dorada por su papel en “Los miserables”, cuenta en su haber con
participaciones destacadas en “Brokeback Mountain”, “La boda de Rachel” o “El
diablo viste de Prada”. El personaje de su esposo corre a cargo del actor Jeremy
Strong (“El juicio de los 7 de Chicago”, “La gran apuesta”).
Jessica
Chastain lleva a cabo un cameo como hermana mayor del citado ex presidente
norteamericano, dado que en 1980 trabajaba en la Fiscalía de los Estados
Unidos, mientras que John Diehl (“El cliente”) se encarga de encarnar al
patriarca de la familia, Fred Trump.
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