En
mi opinión, para rodar películas se debe haber visto mucho cine previamente,
así como estudiar a los maestros del Séptimo Arte. Howard Hawks afirmaba: Tengo
diez mandamientos y los nueve primeros dicen “no aburras”. En la película “The
International: dinero en la sombra” se escucha: "La diferencia entre
ficción y realidad es que la ficción debe ser creíble". A mi juicio, se
trata de dos excelentes reglas a seguir en esta industria tan particular. El
gran problema de “El sastre de la mafia” estriba en que termina aburriendo con una
trama poco creíble e, incluso, carente de interés. Una lástima, ya que dispone
de buenos actores, una cuidada ambientación y un correcto nivel técnico. Sin
embargo, el ritmo narrativo y el guion no se sitúan a la misma altura. La
recreación, asimismo, resulta excesivamente teatral, ralentizando por ello la
armonía que ha de contener un largometraje.
El
joven director norteamericano Graham Moore debuta tras la cámara con esta
cinta, aunque ya posee un Oscar como guionista de la magnífica “Descifrando
enigma”. Y, como toda primera vez, esta transición profesional no tendría que
ir aparejada de una crítica severa. Considero que demuestra una cierta capacidad,
llamada a ir madurando y progresando. Se nota su esfuerzo por ser elegante y
pulcro con los cánones cinematográficos, pero adolece de nervio y brillantez. La
proyección no dura en exceso, alrededor de una hora y tres cuartos, pero la
propensión a consultar el reloj evidencia que algo falla.
Ambientada
en los años cincuenta, relata la historia de un sastre inglés que vivía en
Londres trabajando en una célebre casa de moda y que, tras una tragedia
personal, cambia su vida radicalmente. Llega a Chicago para prestar sus
servicios en una pequeña sastrería de barrio donde la ropa elegante sólo queda
al alcance de los gangsters. Así, una concreta familia de la mafia entablará una
extraña relación con él, por lo que se verá implicado con el grupo criminal de
un modo cada vez más arriesgado.
El
film abusa del ambiente claustrofóbico y de la escenografía sobria y, en un
determinado momento, la acción deja de tener interés y el traje comienza a
descoserse. Sin pretender restar méritos al actor protagonista, el vestuario y
la fotografía, ignoro si se trata de un ejemplo de elevadas pretensiones no
logradas o, simplemente, de una modesta obra de teatro filmada pero, sea como
fuere, algo no encaja.
Durante
el visionado me resultó inevitable recordar sus similitudes con “El sastre de
Panamá”, realizada en 2001 por John Boorman y protagonizada por Pierce Brosnan,
Geoffrey Rush y Jamie Lee Curtis. Ambos personajes principales eran sastres y
ambos se veían involucrados en un enredo de espías y corrupción. Sin embargo,
pese a no ser un título de culto ni reunir un casting muy afinado, la obra de
Boorman se mostraba más entretenida, tal vez porque se sostenía sobre una
novela de John Le Carré, versado en el género y con sobradas dotes para
hilvanar la intriga con la justa medida de diversión y credibilidad. Si en su
momento no me enganchó “El sastre de Panamá”, tras “El sastre de la mafia” he
recuperado las ganas de volver a verla.
El
actor Mark Rylance, quien sustenta sobre sus hombros casi todo el peso de la
propuesta, es sin duda lo mejor de este proyecto. Ganador de un Oscar por “El
puente de los espías”, ha demostrado con creces su valía a través de sus
interpretaciones en “El juicio de los 7
de Chicago” o “Dunkerque”. Se adecúa al perfil y logra captar la atención del
espectador, llevando a cabo una actuación efectiva. Le acompañan Zoey Deutch (“Zombieland:
Mata y remata”), Dylan O'Brien (de la saga “El corredor del laberinto”), Simon
Russell Beale (“La muerte de Stalin”) y Johnny Flynn (“Viaje a Sils Maria”).
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