En
varias críticas anteriores he puesto de manifiesto la decadencia de las
películas basadas en los superhéroes de cómic. Tras una fase muy lúcida y
lucida, encabezada por los “Spiderman” de Sam Raimi, los “Batman” de
Christopher Nolan, los “X-Men” de los jóvenes “Magneto” y “Charles Xavier” o las
primeras entregas de “Capitán América”, se produjo la inevitable consecuencia
asociada a todo gran éxito de taquilla: la sobreexplotación de esa gallina de los
huevos de oro, a la que se añadió la errónea idea de que la mejor forma de
avanzar en una historia es sobredimensionar el tamaño y la espectacularidad de
cada escena. Desde ese momento me saturé y comencé a observar con recelo lo que
al principio esperaba con afán. A mi juicio, tal empeño por rodar la explosión
más grande, crear la criatura más deforme, filmar la hecatombe más descomunal o
diseñar la escena más aparatosa con el principal objetivo de superar en gasto,
envergadura y ostentosidad a las cintas antecesoras, no es sino una vía de
trasladar al Séptimo Arte la máxima de “cuanto peor, mejor”.
En
mi opinión, resultó un error rodar de nuevo la misma historia del “hombre araña”,
primero con Andrew Garfield y después con Tom Holland, de la misma manera que
ahora me llena de desconfianza el próximo “hombre murciélago” protagonizado por
Robert Pattinson. No se trata en absoluto de un problema achacable a los
actores. Empieza por los productores y su modo de entender el cine basado en la
reiteración. Paralelamente a este fenómeno, figura el de los “Spin-off”,
consistente en escindir de la trama principal a personajes de las sagas para
encabezar un largometraje con sustantividad propia, pasando de secundario a
protagonista. Así, “Venom” era un villano de los cómics de “Spiderman” del que
disfruté cuando acompañaba a Peter Parker. Pero, al decidir estrenar un film
sobre dicha criatura, lo consideré ya un producto artificial y carente de
sentido. La razón de ser de “Venom” estriba en su contraposición a “Spiderman”
pero, si sacamos a este de la ecuación, la incógnita no se despeja.
Además,
“Venom: Habrá matanza” (no voy a cebarme con el título) responde a la
perfección a esa tendencia definida de gestar una producción cinematográfica sobre
la base de la multiplicación de las desproporciones que siempre lleva implícitas
este tipo de cine, así como de la división o la resta en la enjundia del guion,
sin duda una muy mala política desde el punto de vista artístico. Lo que se
gana en superficialidad, aparatosidad y deformidad, se pierde en historia,
personajes y esencia cinematográfica. Evidentemente, no es cierto que cuanto
peor, mejor.
Dicho
lo cual, no se puede negar el éxito de la fórmula desde la perspectiva de los ingresos
de taquilla. En apenas diez días, este título rozó los doscientos millones de
dólares de recaudación a nivel mundial lo que, casi con total seguridad,
derivará en un “Venom 3” gracias al que las productoras se seguirán frotando
las manos y maquinando opciones para agrandar el producto todavía más.
Encabezan
el reparto tres buenos actores. Tom Hardy repite como “Eddie Brock” y su alter
ego “Venom”, no teniendo aquí otra opción que la de dejarse llevar por la
sobreactuación. Intérprete habitual del cine de Nolan (“Origen”, “Dunkerque”, “El
caballero oscuro: La leyenda renace”), destacó en “Locke” y ha realizado
interesantes aportaciones en, por ejemplo, “El topo” o “El renacido”. Crecerá
profesionalmente a través de otros papeles. Woody Harrelson disfruta llevando a
su personaje al extremo. Muy excesivo en esta actuación, es probable que se
haya limitado a seguir las instrucciones del realizador Andy Serkis, que posee
también un pasado en la interpretación. Recordado por “El escándalo de Larry
Flynt”, “Tres anuncios en las afueras” y “El mensajero” (sus tres nominaciones
al Oscar), cumple con la recreación asimétrica e imperfecta de su perfil. Por
su parte, Michelle Williams demostró sobradamente su talento como actriz en “Manchester
frente al mar”, “Mi semana con Marilyn” o “Blue Valentine”. No obstante, esta
clase de apariciones en nada le ayudan a consolidar su carrera profesional.
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