Ahora
presenta “Déjales hablar”, su nueva aportación al Séptimo Arte a través de la
plataforma “HBO”. Se trata de un largometraje irregular sostenido por buenas
interpretaciones y diversas secuencias que albergan una modesta brillantez, si
bien con un lastre que hunde el film sin remedio: la falta total de interés
hacia una trama vulgar que se empeña en avanzar sin ningún argumento destacado.
Tal es así que el propio título (“Déjales hablar”) se torna ironía y, cual
boomerang, termina por volverse en contra, pues una de las principales reglas a
la hora de contar una historia es tener
algo (interesante) que contar. El hecho cierto es que durante prácticamente dos
horas me esforcé en hallar la razón de esta apuesta, pero no encontré respuesta
alguna.
Una
célebre escritora debe viajar de Nueva York a Londres para recoger un
prestigioso premio literario, pero su fobia al avión conlleva que opte por
atravesar el Atlántico en el lujoso crucero “Queen Mary 2”. Aprovecha la
circunstancia para invitar a un joven y querido sobrino y a dos viejas amigas a
quienes no ve desde hace décadas. El pintoresco grupo comparte únicamente el
tiempo dedicado a las cenas, mientras que el resto del día pone de manifiesto
que su otrora fraternidad ha degenerado en separación y quiebra afectiva.
Simultáneamente, una empleada de la editorial también se embarca para hurgar en
el próximo proyecto de la galardonada autora. El estoico estilo de rodar de Soderbergh
pasa prácticamente desapercibido, aunque se evidencia su intento de evitar cualquier
adorno narrativo para centrarse en una plasmación casi documental de la
realidad. Pero, lejos de constituir un mérito, pone todavía más de manifiesto
la ausencia de gancho del relato y esa inexistencia de motor narrativo deriva
en el atasco de la propuesta. Si sólo se visualizaran algunas escenas contadas,
el resultado sería más propicio, dado que la calidad que sin duda contiene
pugna puntualmente por brotar. En ese sentido, las interpretaciones constituyen
el plato fuerte de la cinta. Para empezar, Meryl Streep encabeza el reparto.
Actriz prodigiosa donde las haya, enumerar su listado de premios y
reconocimientos profesionales eternizaría sin remedio esta crítica cinematográfica.
Me limitaré a confesar que prefiero sus actuaciones carentes de galardones,
dando vida a Molly Gilmore en “Enamorarse”, Karen Blixen en “Memorias de
África”, Francesca Johnson en “Los puentes de Madison”, Clarissa Vaughan en
“Las horas”, Janine Roth en “Leones por corderos” o Kay Graham en “Los archivos
del Pentágono”, portentosas muestras de talento que me hipnotizan hasta el
punto de visionarlas decenas de veces. En esta ocasión, como siempre, también destaca.
Le
acompañan Dianne Wiest (“Hannah y sus hermanas”, “Balas sobre Broadway”, “Eduardo
Manostijeras”), Candice Bergen (“Ricas y famosas”, “Gandhi”), Lucas Hedges (“Manchester
frente al mar”, “El regreso de Ben”) y Gemma Chan (“Capitana Marvel”).
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