Jason Reitman es una especie de oasis en el desierto de la comedia americana actual. Desde muy temprano se independizó de la carta de presentación que suponía ser hijo de Ivan Reitman, famoso realizador de cintas cómicas. Sin embargo, su primogénito buscó su propio camino y desarrolló su personal perspectiva del humor. Después de las chispeantes “Gracias por fumar” y “Juno” filmó la que, para mí, es una de las mejores comedias de este siglo: “Up in the Air”. Corrosiva, reflexiva, afilada, divertida, genialmente interpretada y hábilmente dirigida, es una delicia que merece ser revisada cada cierto tiempo. La alianza con la oscarizada guionista Diablo Cody, iniciada en “Juno”, continuó con “Young Adult” y se prolonga ahora con “Tully”, una punzante visión, sarcástica a ratos, dramáticamente realista en otros, de la maternidad. El resultado es muy similar al del resto de la filmografía de Jason Reitman, una ingeniosa, sutil e interesante forma de reírse de temas serios, amenizando de forma jocosa su peculiar manera de entender el cine.
Aquí revisa la habitualmente idílica imagen de la maternidad, dándole un baño de realismo no edulcorado. A través de diálogos irónicos, la película entretiene y ofrece algo más que un mero pasatiempo. Esto ya supera de por sí la oferta de la industria norteamericana que pretende jugar la baza del humor. De hecho, tal vez muchos espectadores califiquen esta ocurrente propuesta de drama en toda regla, como sucede con buena parte de los trabajos del cineasta canadiense. Sin embargo, para mí se trata de una forma superlativa de comedia.
Marlo es madre de tres hijos, uno de ellos recién nacido. Sobrepasada por las tareas domésticas, desubicada con su propio cuerpo y perdida en su relación de pareja, recibe una oferta de su hermano: contratar a una niñera dispuesta a ayudarla con sus pequeños. Inicialmente recela de la proposición pero, finalmente, se cuela en su vida Tully, una chica que no actúa como las típicas jóvenes dedicadas a cuidar de hijos ajenos. Casi se podría decir que ha llegado para encargarse de la madre. Al final, el vínculo que se establecerá entre ambas resultará más fuerte de lo esperado.
El resultado obtenido es poco convencional pero, por ello mismo, óptimo. Diablo Cody reincide en sus guiones con mordiente y Reitman lo ejecuta con efectividad. A lo anterior se añaden dos destacadas interpretaciones. Con un reducido metraje (apenas hora y media), la proyección transcurre entre sonrisas y sacudidas, convirtiéndose en uno de los estrenos más acertados de las últimas semanas. Pese a haber sido exhibida en Estados Unidos en un número reducido de salas, ha conseguido cosechar numerosos halagos para el equipo artístico al completo.
La protagonista es Charlize Theron, que asume un papel con el que se desliga del atractivo físico que ha marcado su filmografía, dotando de verosimilitud con éxito a su personaje. Ganadora de un Oscar por “Monster”, angelical en “Las normas de la casa de la sidra” y contundente en la última entrega de “Mad Max”, demuestra su versatilidad y sus aptitudes para afrontar retos complejos. No obstante, la “Tully” que da nombre al largometraje es Mackenzie Davis, más desconocida que la sudafricana, pero igualmente efectiva en su interpretación. Hasta la fecha la habíamos visto en “Marte”, de Ridley Scott y en la reciente “Blade Runner 2049”, de Denis Villeneuve. Ambas forman un tándem que actúa como verdadero motor de la película. A cargo de actuaciones secundarias figuran Mark Duplass (“El efecto Lázaro”) y Ron Livingston (“Expediente Warren: The Conjuring”).
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Datos del film:
Año: 2018
Duración: 94 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Jason Reitman
Guion: Diablo Cody
Música: Rob Simonsen
Fotografía: Eric Steelberg
Reparto: Charlize Theron, Mackenzie Davis, Mark Duplass, Emily Haine
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