viernes, 22 de enero de 2010

SHERLOCK HOLMES

El realizador británico Guy Ritchie retomó con fuerza su carrera profesional hace apenas dos años, después de haber logrado cierta popularidad a finales de los noventa gracias a las transgresoras y divertidas Lock & Stock y Snatch, cerdos y diamantes. Con un estilo muy original, acertaba a reflejar el ambiente de los bajos fondos urbanos de manera cómica pero con un punto que, en ningún momento, traspasaba la barrera del mal gusto. Más tarde, su creatividad se internó en un agujero negro coincidiendo (¿casualidad?) con una etapa personal marcada por su matrimonio y posterior divorcio con la diva de la música pop Madonna. Superado el bache sentimental, presentó en 2008 su, hasta el momento, mejor film, RocknRolla. Con él retomó ese particular aire a medio camino entre el gamberrismo y la genialidad, entre la crítica ácida y la comicidad absurda y recuperó sus valores de siempre: una historia con contenido, unos personajes hilarantes, una narración ágil y un montaje vibrante. Y, a pesar de que el público no respondió como se esperaba (apenas veinticinco millones de dólares recaudados a nivel mundial), recibió los elogios de la crítica de ambos lados del Atlántico y, sobre todo, sirvió para rehabilitar a un director que había estado perdido durante mucho tiempo.
Ahora aborda una peculiar versión del sugerente personaje de Sherlock Holmes en la que el célebre detective practica la lucha libre y las artes marciales a través de auténticas coreografías que harían palidecer a Jackie Chan, situándose así muy lejos de otros proyectos que se han realizado sobre el investigador tanto en formato cinematográfico como televisivo. La cinta probablemente desilusionará a quienes esperen encontrar una recreación seria del personaje y de la época en la que le tocó vivir. Nada tiene que ver con la herencia del cine británico que representan las películas de, por citar un ejemplo, el exquisito James Ivory –Una habitación con vistas, Lo que queda del día, entre otras-. Tampoco nos obsequia con grandes interpretaciones tan habituales en los maestros de la escena inglesa como Anthony Hopkins o Ian McKellen. En definitiva, Sherlock Holmes puede funcionar como una parodia que, prescindiendo de la verdadera esencia del detective, renuncia al objetivo de cautivar al público recurriendo a la intriga de una historia bien construida. Se deja sentir la influencia del productor Joel Silver, responsable de numerosas cintas de acción entre las que cabe destacar la saga de Arma Letal, centrada igualmente sobre una pareja protagonista que se alía para perseguir a criminales y que, poseedores de unos caracteres bien distintos, asientan su supuesta comicidad sobre unos diálogos chispeantes pero carentes de auténtica maestría. No es descartable que agrade en gran medida a los aficionados al género de acción con un toque humorístico pero, en mi opinión, supone un nuevo paso atrás en el currículum de Ritchie, que tan sólo brilla merced a una estética visual cercana al videoclip y utilizando (eso sí, magistralmente) la velocidad de las imágenes para mantener su sello en el aspecto formal.
El protagonista es Robert Downey Jr, actor ciertamente irregular que, no obstante, cuenta con interpretaciones muy meritorias en su haber – Chaplin (nominado al Oscar al mejor actor principal en 1992), Buenas noches y buena suerte y, fundamentalmente, su papel en la excepcional Zodiac-. Su compañero de reparto, Jude Law, es superior desde el punto de vista interpretativo y da vida al doctor Watson de manera muy eficaz. Le avalan sus excelentes trabajos en las producciones Closer, El talento de Mr. Ripley, Cold Mountain, Enemigo a las puertas o Camino a la perdición. Les da la réplica la joven Rachel McAdams, que protagonizó hace seis años ese icono del cine romántico moderno que es El diario de Noah.

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