miércoles, 23 de diciembre de 2009

AVATAR

El género de ciencia ficción y, con él, muchos subtipos con los que está relacionado (fantástico, acción…) necesita personajes y situaciones que conecten con el público de una forma especial para lograr traspasar la difícil barrera que delimita un mero producto comercial de un título de éxito que marca a generaciones de espectadores y se convierte en un referente clásico para la posteridad. Las razones por las que sagas como Star Wars o Star Treck alcanzan un status casi de religión para millones de seguidores sólo se comprende yendo más allá de los efectos especiales o de la cuidada producción. Hay algo, de explicación nada sencilla, que consigue impactar para siempre a quienes contemplan estos filmes. Ocurre lo mismo con los superhéroes de cómic. El que uno en particular sea nuestro favorito, sigamos sus aventuras desde la infancia y continúe cautivándonos cuando alcanzamos la edad adulta, tiene su explicación en esa especial conexión entre el personaje y su seguidor. Una correcta realización no es el elemento más relevante, aun siendo esencial en este tipo de largometrajes, y no basta por sí sola cuando se aspira a esa cota tan elevada de identificación.
El realizador canadiense James Cameron es indiscutiblemente el profesional por excelencia cuando se trata de acción y ciencia ficción. Responsable de las dos primeras entregas de Terminator, de la segunda parte de Alien, de Abyss y de la oscarizada -y sobrevalorada- Titanic (tres de las once estatuillas que obtuvo fueron a parar a manos del propio Cameron) representa al artífice que domina los efectos especiales, la digitalización y cualquiera de los aspectos relacionados con la técnica cinematográfica. Como era de esperar, Avatar es impecable desde el punto de vista de la realización. Además, el formato 3D ayuda al asombro del espectador con el espectáculo visual que ofrece y, con toda seguridad, será digna merecedora de infinidad de premios en las diversas categorías a las que opte gracias al buen hacer de sus técnicos, reflejado en cada detalle del proceso de elaboración de la cinta. La pasada semana se dieron a conocer las nominaciones a los Globos de Oro y es candidata a los galardones de mejor película dramática, mejor dirección, mejor canción y mejor banda sonora.
No obstante, la carencia de personajes emblemáticos y de diálogos inolvidables no invita a pensar que su influencia trascienda a las futuras generaciones como hicieran otros largometrajes similares en décadas anteriores. Desde luego, en mi caso particular no ha habido conexión alguna y a quien aspire a algo más que a un cúmulo de estímulos visuales de gran calidad puede resultarle incluso pesada, ya que más de dos horas y media con unas gafas para ver en tres dimensiones terminan por pasar factura. En todo caso el éxito de taquilla está asegurado, como se deduce de los doscientos treinta millones de dólares recaudados a nivel mundial en su primera semana de proyección. A este ritmo, la fuerte inversión superior a los doscientos sesenta millones terminará por recuperarse en un corto espacio de tiempo.
La historia está protagonizada por un marine condenado a vivir en una silla de ruedas que resulta seleccionado para participar en la expedición a un planeta lejano donde se extrae un mineral indispensable para el futuro energético de la Tierra. Como allí la atmósfera es irrespirable se crean unos híbridos entre los habitantes de ambos planetas. Los humanos podrán dirigir con sus mentes a esos seres de nueva creación y, por esta vía, el soldado lisiado podrá volver a caminar, a vivir nuevas aventuras e incluso a enamorarse. Ante semejantes premisas la fantasía está garantizada.

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