La figura de Pedro Almodóvar se alza como un referente indiscutible de la industria del cine español de las dos últimas décadas. Más allá de premios y reconocimientos –desde dos Oscar al mejor guión por Hable con ella y al mejor film de habla no inglesa por Todo sobre mi madre hasta dos Goya al mejor director-, el realizador manchego se ha convertido en un icono cultural. Su estilo cinematográfico transgresor, muy influenciado por la denominada “movida madrileña”, comenzó siendo reflejo de una visión muy peculiar de la realidad social española, curiosa combinación entre sexo y comedia. Sus primeras películas captaron rápidamente la atención de un público muy numeroso atraído por su particular forma de rodar. Sin embargo, a partir de mediados de los noventa, se inició una evolución en su filmografía que se tradujo en un acercamiento al drama a través de interesantes historias que, aunque conservaban ciertas dosis de comicidad, derivaban en tragedias desgarradoras. Como frutos de esa nueva etapa sobresalen sus éxitos a nivel internacional Todo sobre mi madre y, sobre todo, Hable con ella, en mi opinión su mejor trabajo.
Ahora estrena Los abrazos rotos, largometraje rodado en parte en la isla de Lanzarote, en cuyos paisajes se desarrollan varias escenas. Narra las vicisitudes de un cineasta que, a consecuencia de un accidente, se queda ciego y, simultáneamente, pierde al amor de su vida. Después del siniestro decide esconderse tras un antiguo seudónimo con el que escribía guiones, renunciando a utilizar su verdadero nombre. En esa tesitura debe cuidar al hijo de su habitual directora de producción y la relación que se entabla entre ambos sirve para mostrar el pasado del protagonista por medio de continuos flasblacks.
De la impresión de que Pedro Almodóvar tocó techo con Hable con ella y que, a posteriori, padece una cierta decadencia artística. Ya La mala educación pecó de ser un proyecto que no lograba avanzar en aquella progresión dramática que había comenzado diez años antes y tampoco eliminaba el lastre de las reminiscencias más tópicas de sus primeros proyectos. Con Los abrazos rotos trata de ofrecer una compleja lucha al intentar transmitir una tragedia sentimental salpicada de puntuales toques cómicos mediante la aparición de pequeños cameos de sus actrices más emblemáticas como Chus Lampreave o Rossy de Palma y, lamentablemente, no siempre funciona. Aunque se mantienen las principales señas de identidad de la factoría del realizador –la intensidad del drama, las apasionadas relaciones sentimentales, la utilización especial de los colores en la labor de fotografía- no presenta muchos más argumentos para satisfacer a sus numerosos fieles y los más objetivos llegarán a la conclusión de no hallarse ante una de sus mejores obras.
El grueso del equipo artístico repite a las órdenes del manchego, desde Penélope Cruz, reciente ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria por Vicky Cristina Barcelona y a quien dirigió en Carne trémula y en Volver, a Lluis Homar -La mala educación-, pasando por Blanca Portillo y Lola Dueñas –también integrantes de Volver-. En cuanto al equipo técnico, se rodea una vez más de sus habituales colaboradores: la directora de producción Esther García, el director de fotografía Javier Aguirresarobe y el compositor Alberto Iglesias.
Ahora estrena Los abrazos rotos, largometraje rodado en parte en la isla de Lanzarote, en cuyos paisajes se desarrollan varias escenas. Narra las vicisitudes de un cineasta que, a consecuencia de un accidente, se queda ciego y, simultáneamente, pierde al amor de su vida. Después del siniestro decide esconderse tras un antiguo seudónimo con el que escribía guiones, renunciando a utilizar su verdadero nombre. En esa tesitura debe cuidar al hijo de su habitual directora de producción y la relación que se entabla entre ambos sirve para mostrar el pasado del protagonista por medio de continuos flasblacks.
De la impresión de que Pedro Almodóvar tocó techo con Hable con ella y que, a posteriori, padece una cierta decadencia artística. Ya La mala educación pecó de ser un proyecto que no lograba avanzar en aquella progresión dramática que había comenzado diez años antes y tampoco eliminaba el lastre de las reminiscencias más tópicas de sus primeros proyectos. Con Los abrazos rotos trata de ofrecer una compleja lucha al intentar transmitir una tragedia sentimental salpicada de puntuales toques cómicos mediante la aparición de pequeños cameos de sus actrices más emblemáticas como Chus Lampreave o Rossy de Palma y, lamentablemente, no siempre funciona. Aunque se mantienen las principales señas de identidad de la factoría del realizador –la intensidad del drama, las apasionadas relaciones sentimentales, la utilización especial de los colores en la labor de fotografía- no presenta muchos más argumentos para satisfacer a sus numerosos fieles y los más objetivos llegarán a la conclusión de no hallarse ante una de sus mejores obras.
El grueso del equipo artístico repite a las órdenes del manchego, desde Penélope Cruz, reciente ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria por Vicky Cristina Barcelona y a quien dirigió en Carne trémula y en Volver, a Lluis Homar -La mala educación-, pasando por Blanca Portillo y Lola Dueñas –también integrantes de Volver-. En cuanto al equipo técnico, se rodea una vez más de sus habituales colaboradores: la directora de producción Esther García, el director de fotografía Javier Aguirresarobe y el compositor Alberto Iglesias.