El realizador norteamericano Jonathan Demme revolucionó el panorama cinematográfico a principios de los años noventa con la excelente cinta El silencio de los corderos y no sólo porque obtuviese por tercera vez en la historia del cine los cinco premios más importantes de la Academia de Hollywood - película, actor, actriz, director y guión- e innumerables galardones en cuantos certámenes compitió. La explicación se encuentra en su particular redefinición del thriller, al elevarlo de mero entretenimiento en la mayoría de producciones del género a obra maestra. De hecho, Demme nunca ha vuelto a tener un proyecto mejor ni un triunfo semejante. Aunque en su filmografía figuran buenas películas como Philadelphia y largometrajes interesantes como El eslabón del Niágara, Algo salvaje o El mensajero del miedo, ninguna ha podido superar el listón conseguido con el personaje de Hannibal Lecter. Tal vez por ello haya optado en los últimos años por refugiarse en un cine más alternativo y en el rodaje de documentales como los realizados sobre las figuras de Jimmy Carter y Neil Young.
La boda de Rachel es la culminación de su viaje por la senda del cine independiente. El guión de Jenny Lumet, hija del célebre director Sidney Lumet (cinco veces nominado al Oscar y que obtuvo una estatuilla honorífica en el año 2005) narra las desventuras de una familia diseccionada entre un feliz acontecimiento –la boda de una hija- y una situación conflictiva –la compleja existencia de su hermana, ex toxicómana en periodo de rehabilitación que arrastra numerosos traumas de épocas pasadas sin superar-. Nos encontramos ante un drama en el sentido más literal del término pero rodado con una técnica muy similar a la del movimiento Dogma, cámara en mano y con un estilo realista cercano al documental. En palabras de propio director, su intención era rodar una buena y hermosa película casera.
La intensidad dramática, unida a un formato poco convencional, una serie de relaciones familiares y un metraje algo excesivo convierten a La historia de Rachel en un film de difícil digestión. Sin embargo, hará las delicias de los amantes de los dramas familiares y de las buenas interpretaciones. En realidad, el punto fuerte de este título reside en los actores y en sus evoluciones ante la cámara. Todos ellos dan vida a sus personajes de manera eficaz pero sobresale por méritos propios su protagonista Anne Hathaway. Esta joven actriz ya destacó en Brokeback Mountain y El diablo viste de Prada, pero despuntó definitivamente en la comedia El Superagente 86. En esta ocasión vuelve a demostrar un talento innegable y, si sabe elegir sus próximos proyectos, dará grandes satisfacciones en el futuro.
La boda de Rachel es la culminación de su viaje por la senda del cine independiente. El guión de Jenny Lumet, hija del célebre director Sidney Lumet (cinco veces nominado al Oscar y que obtuvo una estatuilla honorífica en el año 2005) narra las desventuras de una familia diseccionada entre un feliz acontecimiento –la boda de una hija- y una situación conflictiva –la compleja existencia de su hermana, ex toxicómana en periodo de rehabilitación que arrastra numerosos traumas de épocas pasadas sin superar-. Nos encontramos ante un drama en el sentido más literal del término pero rodado con una técnica muy similar a la del movimiento Dogma, cámara en mano y con un estilo realista cercano al documental. En palabras de propio director, su intención era rodar una buena y hermosa película casera.
La intensidad dramática, unida a un formato poco convencional, una serie de relaciones familiares y un metraje algo excesivo convierten a La historia de Rachel en un film de difícil digestión. Sin embargo, hará las delicias de los amantes de los dramas familiares y de las buenas interpretaciones. En realidad, el punto fuerte de este título reside en los actores y en sus evoluciones ante la cámara. Todos ellos dan vida a sus personajes de manera eficaz pero sobresale por méritos propios su protagonista Anne Hathaway. Esta joven actriz ya destacó en Brokeback Mountain y El diablo viste de Prada, pero despuntó definitivamente en la comedia El Superagente 86. En esta ocasión vuelve a demostrar un talento innegable y, si sabe elegir sus próximos proyectos, dará grandes satisfacciones en el futuro.
Por último, merece la pena resaltar la buena noticia del retorno a la gran pantalla de la recordada Debra Winger, actriz que alcanzó gran repercusión en la década de los ochenta gracias a sus interpretaciones de Oficial y caballero y La fuerza del cariño. Posteriormente, tras su sobresaliente actuación en Tierra de penumbras, desapareció de las salas de proyección. Su abandono resultó tan rotundo y sorprendente que en 2002 su compañera de profesión Rosanna Arquette realizó un documental titulado Buscando a Debra Winger en el que participaban numerosas actrices debatiendo sobre los motivos que la impulsaron a dejar su carrera en el punto más alto y, en general, sobre el papel de las mujeres en la industria cinematográfica cuando llegan a una edad que ronda los cuarenta años.
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