El inicio
del verano resulta propicio para la llegada a las carteleras de los denominados
“blockbusters”, término que identifica a las películas llamadas a obtener un
gran éxito de taquilla, fruto de sus ingentes presupuestos tanto de producción
como de promoción. En Estados Unidos suelen escoger fechas próximas a su fiesta
nacional del 4 de julio para llevar a cabo tales estrenos. En este 2025, uno de
los largometrajes que mejor responde a este concepto es “F1: La película” (abreviatura
de Fórmula 1).
Se sitúa
tras la cámara Joseph Kosinski, un cineasta acostumbrado a este tipo de filmes,
que rodó el título más taquillero de 2022: “Top Gun: Maverick”, con más de
setecientos millones de dólares recaudados tan sólo en el mercado
norteamericano. Precisamente viendo “F1: La película”, me vino a la cabeza una escena
de “Top Gun” (1986), en la que ambos protagonistas chocaban sus manos con
fuerza mientras se gritaban el uno al otro “necesito velocidad”. Al parecer,
con esta nueva propuesta cinematográfica se pretende saciar dicha necesidad. De
hecho, alguna crítica ya ha definido a “F1: La película” como un “Top Gun”
sobre ruedas.
Se trata,
sin duda, de una cinta trepidante en numerosas secuencias, con unos aspectos
técnicos muy cuidados y una elevada intensidad narrativa, lo que refleja a la
perfección todos los méritos y deméritos habituales en las superproducciones de
Hollywood. A mi juicio, pues, no engaña en su oferta, habida cuenta de que los
espectadores conocen de antemano qué clase de entretenimiento va a
recibir.
También existe
(y llega a saturar) de modo palpable un exceso de chulería y prepotencia durante
todo el metraje. Tal vez muestre fielmente el mundo de la Fórmula 1. Carezco de
datos suficientes para afirmarlo o desmentirlo. En todo caso, se orienta al
deleite de un público que disfruta ante el lujo, el despotismo y los egos.
Un piloto
retirado, apodado “el más grande de todos los tiempos”, una auténtica leyenda
en la década de los noventa, vio truncada parcialmente su carrera como
consecuencia de un accidente en la pista. Treinta años después continúa en
activo, aunque alejado de la adrenalina de la competición al más alto nivel. En
un momento dado, recibe la llamada de un antiguo compañero, propietario de un
equipo de Fórmula 1 en apuros, que le convence para volver a revivir aquellas
viejas sensaciones como el mejor del mundo. Sin embargo, su acompañante de
equipo, un joven novato, no se lo pondrá nada fácil.
Imagino
que el grado de satisfacción del visionado variará en función de circunstancias
tan concretas como ser o no aficionado al automovilismo y a las carreras de
coches. Tal vez por esa razón, el metraje (que supera las dos horas y media) me
resultó demasiado largo. Además, determinadas exageraciones desentonan más que
afinan el relato. Aun así, se alcanza el doble objetivo de entretener y
recaudar.
Encabeza
el reparto Brad Pitt, ganador de dos Oscars (uno, como mejor actor secundario
por “Érase una vez en... Hollywood” y otro, como productor de “12 años de
esclavitud”), quien representa a la perfección a una estrella del Séptimo Arte.
Su envidiable filmografía incluye ejemplos del nivel de “Thelma & Louise”,
“Seven”, “El club de la lucha”, “Babel”, “El curioso caso de Benjamin Button” o
“Moneyball”. Aquí desempeña su papel con eficacia y soltura.
Le
acompañan el televisivo Damson Idris (“Black Mirror”, “The Twilight Zone”),
Javier Bardem (estatuilla dorada por su actuación en “No es país para viejos” y
nominado asimismo por “Antes que anochezca” y “Being the Ricardos”), Kerry
Condon (“Almas en pena de Inisherin”) y Joseph Balderrama (“The Batman”).
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