En 1996, hace casi treinta años, se estrenó “Misión Imposible” en pantalla grande. Previamente, había sido una serie de televisión que se emitió entre 1966 y 1973. En ambos casos, su pegadizo y potente tema musical, compuesto por el músico Lalo Schifrin, daba inicio a un entretenimiento de aventuras y agentes secretos que supuso todo un triunfo. En su versión cinematográfica ha dado origen a ocho películas, a cargo de los directores Brian de Palma, John Woo, J. J. Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie (responsable de las cuatro últimas). Reconozco que el film inicial me gustó. Más allá de la evidente exageración y inverosimilitud de su escena final, poseía una trama ágil y trepidante que, a mediados de los noventa, constituyó una novedad recibida con aplausos.
A partir de ahí, los títulos estrenados han presentado altibajos, si bien el serial ha evolucionado ampliando tres de sus aspectos: el metraje, el presupuesto y la obsesión por rodar secuencias increíbles y descabelladas. Esta tendencia al aumento y el exceso no siempre se alza como la mejor vía para progresar. De hecho, si la primera entrega duraba ciento diez minutos, la más reciente alcanza los ciento sesenta y nueve. Y, si el presupuesto de aquella se elevó hasta los ochenta millones de dólares, el de esta ronda los cuatrocientos. Cada nuevo proyecto se define por la máxima circense de “más difícil todavía”, encadenando planos asombrosos y, en ocasiones, hasta inconcebibles. Semejante apuesta ha generado legiones de aficionados y resultados económicos muy rentables, no acompañados en todos los casos de calidad artística y fílmica. A mi juicio, tan peculiar sentido del espectáculo ha restado rigor y rentabilidad a los sucesivos estrenos.
Las salas de proyección reciben ahora la octava cinta, rodada como segunda parte de la séptima y, según parece, punto final de la saga. Trata de combinar la intensidad de la acción con homenajes nostálgicos a las aventuras del pasado. Echando la vista atrás, se hallan momentos destacados y escenas logradas aunque, a la larga, esa ansia por superarse conduce a algunos extremos un tanto ridículos.
Aun así, no cabe duda de que la sintonía de Schifrin conserva intacta su capacidad de hacer hervir la sangre, y las peripecias del agente Ethan Hunt mantienen su habitual nivel de entretenimiento, pese a que las exageraciones desvirtúan su esencia en parte. Juzgo innecesarias las tres horas de duración y la pomposidad de determinados planos secuencia, que se asimilan a bailes coreografiados. En definitiva, un conjunto de misiones posibles e imposibles que, al menos, centran su objetivo en dicho entretenimiento, con independencia de que los medios empleados para obtenerlo resulten efectivos, aunque discutibles.
Como de costumbre encabeza el reparto Tom Cruise, paradigma de estrella de Hollywood cuya filmografía contiene multitud de éxitos. Desde hace más de una década, sus papeles de acción han acaparado y monopolizado su carrera. Antes alternaba trabajos como “Top Gun” con otros como “Rain Man”, y sus actuaciones en ”El color del dinero”, “Algunos hombres buenos”, “Nacido el cuatro de Julio” o ”Leones por corderos” evidencian su versatilidad interpretativa. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, no cambia de género. Confío en que a partir de ahora se decante por otro tipo de personajes.
Aquí le acompañan Hayley Atwell (“La duquesa”), Ving Rhames (“Pulp Fiction”), Esai Morales (“La bamba”), Angela Bassett (“Días extraños”) y Cary Elwes (“La princesa prometida”).
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