El cine denominado de “superhéroes” y el vinculado a los personajes de cómic vivió antaño una época dulce, tanto en lo referente a la recaudación como a la crítica. Lejana queda ya la primera trilogía de Sam Raimi sobre “Spiderman”, la de Christopher Nolan sobre “Batman”, las singulares visiones de Zack Snyder acerca de “El hombre de acero” y “Watchmen”, las de James Mangold o Bryan Singer en el universo “X-Men”, o las de Joe Johnston y Anthony Russo para “Capitán América”. En aquellos inicios del siglo XXI se aguardaban los estrenos con cierta ilusión y cabe reconocer que supusieron un revulsivo económico y, en algunos aspectos, también visual y conceptual. Ahora, por el contrario, se recibe cada nueva película con una mueca de resignación, cuando no de desesperación. Saturaron el mercado, esquilmaron los recursos y poco queda ya por ofrecer. La crisis de este género cinematográfico se encuentra directamente vinculada a la reiteración de fórmulas y al hartazgo que tal circunstancia ha generado. Se abusó en exceso de estos personajes y ahora apenas restan algunas migajas para estómagos muy saciados.
Convendría
decretar un tiempo de hibernación para estas propuestas y dejar pasar varios
años, quizás una década, sin más producciones del mismo estilo, parar abrir un
poco el apetito, repensar el modelo y, si procede, retornar con fuerza. Pero me
temo que la tendencia no va por esos derroteros. Se busca a la desesperada
seguir lanzando títulos y más títulos en una carrera hacia ninguna parte. Ahora
llega a las carteleras “Madame Web”, un personaje rebuscado y reformado para aspirar
a épocas pasadas. Sin embargo, no es posible. Y no sólo por las propias
carencias del largometraje, sino por la indiferencia que, desde un principio,
provocan semejantes proyectos prefabricados y con fines equivocados.
Inspirada
vagamente en un personaje de Marvel, el filme narra la historia de Cassandra
Webb, una mujer ciega de nacimiento y con una extraña condición neurológica
que, paradójicamente, desarrolla como efecto secundario poderosas habilidades
psíquicas que utiliza para convertirse en médium. De esta forma se transforma
en Madame Web, una identidad que oculta habilidades como la telepatía, la clarividencia
y la presciencia. Puede asimismo realizar una proyección astral y aparecer ante
los demás en forma de espíritu.
La
directora de la cinta, S.J. Clarkson, debuta en la gran pantalla. Hasta ahora
había desempeñado toda su carrera en el mundo de la televisión, siendo
responsable de algunos episodios de “Anatomía de un escándalo” o la exitosa “Succession”,
pero hay que decir que su salto al formato cinematográfico no ha resultado
afortunado. Demasiados tópicos y rimbombancia, y poca enjundia y contenido. Tal
vez intente defenderse afirmando que el rodaje se abordó sin grandes expectativas.
Tampoco negaré que, seguramente, todos los partícipes, desde los productores
hasta la realizadora, asumieron el perfil bajo de la propuesta desde el
principio. Sea como fuere, ello confirma la pronunciada bajada de nivel a la
que asistimos de un tiempo a esta parte en este tipo de producciones
cinematográficas.
Asume el
protagonismo Dakota Johnson, quien se esfuerza por evitar el desastre y merece
una mayor benevolencia, pues da la sensación de ser la única que ha puesto
verdadero empeño en el objetivo. Su filmografía resulta bastante errática, si bien incluye algunos
ejemplos muy populares que le han aupado a la fama. Esperemos que en el futuro
cuente con más opciones para demostrar su valía. Le acompañan Sydney Sweeney
(vista recientemente en “Cualquiera menos tú), Isabela Merced (“Dora y la
ciudad perdida”, “Sicario: el día del soldado”) y Tahar Rahim (“Napoleón”, “El
mauritano”, ”Un profeta”).
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