viernes, 9 de febrero de 2024

LA ZONA DE INTERÉS (The Zone of Interest)



Jonathan Glazer es un cineasta de narrativa espesa. Ya su primera película, “Reencarnación”, resultaba sórdida, rara y, sobre todo, marcada por un ritmo confuso. Su llamativo elenco de actrices, encabezado por Nicole Kidman y Lauren Bacall, unido a lo rebuscado de su trama, conseguía captar la atención, pero su desenlace y el tono aletargado impedían que el filme despuntase. Después llegó “Under the Skin”, más extraña si cabe, y de nuevo con otra estrella iluminando el cartel anunciador (Scarlett Johansson). El estilo y la forma de relatar, más que interesarme, me desconcertó. Ahora presenta “La zona de interés” y, como ocurriese con el título anterior, ha recibido alabanzas por parte de un numeroso sector de la crítica. Sin embargo, tampoco puedo evitar caer en la apatía, incluso en el aburrimiento, ante un formato que, en vez de avanzar, da la impresión de arrastrarse ante su carencia de ímpetu.

Le reconozco cierto interés desde el punto de vista histórico y educativo, aunque no considero necesario rodar una película para constatar las ilimitadas posibilidades de la maldad humana, en general, y las indecencias morales y éticas del nazismo, en particular. Al cine, más allá de su vertiente reivindicativa, formativa o divulgadora, se le presuponen una serie de valores artísticos, una propuesta mínimamente entretenida y un esfuerzo por ofrecer personajes capaces de captar el interés del espectador. En ese sentido, creo que Glazer se centra en el mensaje pero olvida la tensión narrativa, perjudicando su visionado como vehículo cinematográfico, por mucho que se le puedan atribuir otros méritos ajenos al Séptimo Arte.

Un oficial del ejército alemán, destinado a dirigir el campo de exterminio de Auschwitz, y su esposa habitan en una vivienda aparentemente idílica, contigua al lugar donde hacinan y gasean a los judíos. Separados de los barracones tan sólo por un muro, se disponen a disfrutar cada día de su entorno agradable, completamente ajenos al horror que sucede a escasos metros de su hogar.  

El realizador utiliza diversos recursos desconcertantes, entre ellos, fondos de colores entre plano y plano, varios minutos en negro desde el inicio de la proyección hasta el comienzo de las imágenes o escenas proyectadas como si de un negativo fotográfico se tratase. Ignoro si desea transmitir un contenido concreto o si quiere comunicar algún significado que, al menos a mí, se me escapa. En cualquier caso, a mi juicio resulta una apuesta más entorpecedora que clarificadora para el público. Abusa del ritmo pausado, de las secuencias laxas y de los encuadres austeros. La obra destila un efecto aletargante que termina por provocar cierto tedio y que lastra el resultado final.

No obstante, mi opinión es claramente minoritaria. Ha sido nominada a cinco premios de la Academia de Hollywood (incluyendo los de mejor película y dirección) y nueve BAFTAS, y ya fue galardonada en la última edición del Festival de Cine de Cannes. En los Premios del Cine Europeo obtuvo únicamente el reconocimiento al mejor sonido, habida cuenta de que en el resto de categorías fue superada por “Anatomía de una caída”, la otra cinta que también compite por el Oscar a la mejor película.

Una de las protagonistas, la actriz alemana Sandra Hüller, lleva un año espectacular al encabezar los dos largometrajes más relevantes rodados en el Viejo Continente en 2023: los citados “Anatomía de una caída” y “La zona de interés”. Incluso se ha visto obligada a competir consigo misma, dado que ha obtenido por ambas actuaciones infinidad de candidaturas. Opino que su labor en la primera es superior, si bien aquí también lleva a cabo una interpretación meritoria. Anteriormente la habíamos visto en “Toni Erdmann” (2016) y en “El hombre perfecto” (2021). Su compañero de reparto, el más desconocido Christian Friedel, intervino en  “La cinta blanca”, de Michael Haneke (2009).



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