Se suele
afirmar que la belleza depende en gran medida del ojo de su observador y,
trasladada la idea al mundo del cine, probablemente una proporción del éxito
dependa también de la mirada del espectador. El motivo por el que unos personajes
conectan con una parte del público y no con otra, y determinadas tramas les interesan
en un grado mayor o menor, entraña un misterio que a menudo se aleja de la
lógica. Preferir el sabor de la vainilla al del chocolate no resulta ni más ni
menos razonable. De la misma manera, existen películas que, sin dejar de ser
correctas, no logran establecer esa mágica conexión entre el relato y quienes
lo contemplan. Ha sido mi experiencia al visionar la cinta española “Las buenas
compañías”, disponible en varias plataformas como “Flimin” o “HBO Max”. Lejos
de atribuirle errores muy destacables, asistí a su proyección de forma apática,
sin encontrar en su narración un imprescindible gancho, ni tampoco chispa.
Su
directora, Silvia Munt, cuenta con una amplia trayectoria como actriz en
títulos como “Éxtasis”, “La pasión turca” o “Secretos del corazón”. Con “Las
buenas compañías” demuestra su corrección detrás de la cámara a la hora de
narrar visualmente. El film se exhibió en el último Festival de Cine de Málaga,
certamen en el que finalmente triunfó “20.000 especies de abejas”, reciente
precandidata a representar a España en la próxima edición de los Premios de la
Academia de Hollywood. Resulta algo más fallida su labor como guionista, pues
denota una excesiva ansia reivindicativa y aleccionadora, que resta frescura y
naturalidad a varios diálogos y secuencias. En todo caso, no se trata de un mal
largometraje y, si se logra entroncar con la historia y los protagonistas, es
posible alcanzar el entretenimiento y el disfrute.
La acción
se desarrolla durante la segunda mitad de la década de los setenta, con la
infinidad de cambios experimentados por la sociedad española en aquel entonces.
Una adolescente se involucra con un grupo de mujeres que reivindican el derecho
al aborto. En su interior parece desatarse una rebeldía desafiante cuando comienza
una relación con otra joven, que también arrastra sus propios problemas
familiares. Su compromiso político, unido a sus sentimientos, marcarán por
completo su vida.
Se trata
de un trabajo bien cuidado estéticamente, con especial mérito en la
ambientación y la dirección de actores. En algunos aspectos formales recuerda a
“Modelo 77”, aunque su tono es esencialmente dramático y alejado por completo
de la intriga y la acción presentes en la obra de Alberto Rodríguez. Sin
embargo, demasiados tramos del metraje me provocan una sensación de
irrelevancia y detecto intentos forzados de colar mensajes y consignas a través
de las conversaciones. A ello se une, además, la escasa originalidad de los perfiles,
lo que me generó cierta indiferencia, si bien la duración de apenas hora y
media juega a su favor.
Conforman
el elenco las actrices Alícia Falcó, vista en “13 exorcismos”, Elena Tarrats (“La
verdadera historia de Caperucita Roja y el lobo ¿feroz?”), Itziar Ituño (de la
serie televisiva “Intimidad”), Ainhoa Santamaría (“Las leyes de la frontera”,
“Mientras dure la guerra”) y María Cerezuela (“Maixabel“).
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