Barry Levinson es un veterano y efectivo director
norteamericano, ganador de un Oscar en 1990 por su labor detrás de la cámara en
“Rain Man”, y responsable de obras como “Bugsy”, “Avalon”, “El mejor”, “Good Morning,
Vietnam” y “La cortina de humo”. Pese a algún sonoro resbalón (por alguna razón
inexplicable, también ha filmado cintas como “Acoso” o “Bandidos”), cuenta con
una trayectoria solvente, tanto en cine como en televisión. En la pequeña
pantalla su firma aparece en interesantes series como “Paterno”, “Dopesick:
Historia de una adicción” y “The Wizard of Lies”. De hecho, este estreno que
ahora llega a las salas de proyección se ideó para el formato televisivo,
siendo incluso nominado a un “Emmy” al mejor telefilm. Sin embargo, ha dado el
salto a las salas de proyección. Por eso “El superviviente de Auschwitz” se
exhibe en España con dos años de retraso. Se trata de un drama de estilo
clásico y convencional que hereda un buen hacer y una narración correcta, si
bien no aporta demasiado a la conocidísima temática que aborda: el Holocausto
nazi y las secuelas de aquel horror.
Un hombre enviado a Auschwitz sobrevive, no sólo a la
monstruosidad de los campos de concentración, sino también al espectáculo de
boxeo de gladiadores que se ve obligado a realizar con sus compañeros de
prisión para divertir a sus captores. Pese a las penurias y las palizas que
soporta, continúa adelante impulsado por el deseo de reunirse con la mujer que
ama.
Con unos aspectos técnicos e interpretativos muy cuidados y
un sólido estilo narrativo, relata dos épocas históricas diferentes, una en
blanco y negro y otra en color, desarrollando en algo más de dos horas una historia
trágica y emotiva. En gran medida no deja de suponer una propuesta similar a
otras muchas ya visionadas, pero posee empuje suficiente para enganchar a los espectadores.
Aborda la temática del sentimiento de culpa que conlleva la
supervivencia, agravado por la magnitud de fallecimientos entre los propios
compatriotas. Tal vez se recree en exceso en algunos aspectos dramáticos, pero
el film resulta correcto en su conjunto y, sobre todo, a cargo de notables
actores. Asimismo, el hecho de no apartarse un milímetro de caminos transitados
le garantiza el necesario grado de solidez para sostenerse. Puede considerarse
uno de esos casos de apuesta sobre seguro.
Su protagonista, Ben Foster, conocido por sus
interpretaciones en “Comanchería”, “El tren de las 3:10” (la versión de James
Mangold) y “El único superviviente”, lleva a cabo una actuación seria y eficaz.
Sobre sus hombros recae con solvencia el mayor peso de la acción. Le dan la
réplica reconocidos actores como Danny DeVito (“Cómo conquistar Hollywood”,
“L.A. Confidential”, “Legítima defensa”), John Leguizamo (“Moulin Rouge”, “El
incidente”, “Romeo y Julieta de William Shakespeare” en versión de Baz Luhrmann)
y Peter Sarsgaard (“The Batman”, “El caso Fischer”, “Blue Jasmine”). Menos populares,
aunque dignos también de mención, son Billy Magnussen (“La gran apuesta”) y Vicky
Krieps (“El hilo invisible”).
A sus ochenta y un años, Barry Levinson prepara todavía
varios proyectos a la vista. De todos ellos, me llama mucho la atención “Francis
and the Godfather” (título provisional), sobre Coppola y su icónica trilogía y
a quien, al parecer, dará vida Oscar Isaac, acompañado de Elle Fanning como Ali
MacGraw y Jake Gyllenhaal en el papel de Robert Evans.