La
evolución profesional de la actriz y realizadora Elizabeth Banks resulta
sorprendente. La vi por primera vez en la gran pantalla en la película
“Spiderman”, de Sam Raimi (2002) y, más allá de su personaje en esa saga, la
recuerdo como intérprete secundaria en cintas de corte romántico y estilo clásico,
como “Seabiscuit, más allá de la leyenda”, “Definitivamente, quizás” o
“Atrápame si puedes”. Sin embargo, parece evidente que, o ha sufrido una
notable evolución, o aquella imagen que reflejaba en sus iniciales trabajos no
tenía nada que ver con ella. En su tránsito a la dirección ofrece, sin duda, un
aspecto más macarra y gamberro. En 2019 ya firmó una prescindible versión de “Los
ángeles de Charlie”, innecesaria a todas luces y precaria en cuanto al
contenido, pero que marcó este nuevo rumbo. Ahora presenta “Oso vicioso”, una
apuesta por la comedia irreverente y el terror sangriento que, esta vez sí, da
la impresión de haber llamado la atención de la taquilla.
Compaginar
humor y terror siempre conlleva riesgos, ya que existen numerosas posibilidades
de no alcanzar ninguno de ambos objetivos tan distantes entre sí. En todo caso,
se debe reconocer que Banks logra en este proyecto algunas secuencias donde el
tono humorístico y la tensión de situar a los personajes al borde de la muerte
coexisten sin neutralizarse. Con un horizonte de propósitos desvergonzados, la
cineasta se embarca en una aventura completamente alocada y sin sentido que,
paradójicamente, se basa en una historia real, circunstancia que a estas
alturas no puede sorprender a nadie, habida cuenta de que la realidad se torna
a diario más imposible de creer para cualquier mente lógica y racional.
Por
lo visto, a mediados de los años ochenta un oso fue encontrado muerto en el
estado norteamericano de Kentucky a causa de una aparente sobredosis de cocaína.
La droga había sido arrojada desde un avión por un traficante. El caso es que
semejante noticia dio pie a la redacción de un guion que reúne a un pintoresco
grupo de policías, delincuentes, turistas y adolescentes en un bosque de
Georgia. El animal ingiere una enorme cantidad de la sustancia, creando un
inmenso caos y masacrando a la gente al estar fuera de control.
Quienes
opten por ver el largometraje han de enfrentarse a él como a un pasatiempo, sin
mayor pretensión que la de entretenerles a través de situaciones hilarantes y
proporcionarles esa extraña satisfacción de angustiarse ante aquellos que experimentan
su final de cerca o sufren luchando por su vida. Se trata de un despropósito
que, a fuerza de reírse de sí mismo, consigue divertir al público. La duración
de apenas hora y media constituye otra ventaja a su favor por lo que, al
conectar con acierto las dosis de cachondeo jocoso y de espanto morboso, la
proyección transcurre sin caer en la desesperación.
El
ritmo, en ocasiones irregular, evidencia el probable temor de Elizabeth Banks
por avanzar en la senda de locura que ella misma ha trazado, lo que la vuelve
timorata y genera una indefinición que resta valor al conjunto de esta obra absurda
y disparatada, pero que, por momentos, funciona. El problema estriba
fundamentalmente en los tramos donde sólo queda esa mera absurdez, a todas
luces insuficiente. Aun así, constituye un avance en comparación con la infumable
versión de “Los ángeles de Charlie” ya citada.
Formando
parte del elenco figura Keri Russell, protagonista de la excelente serie
televisiva “The Americans” y de otras como “Felicity”, y que en cine ha
destacado en “La camarera”. También aparece Ray Liotta, en la que se convirtió
finalmente en su actuación póstuma. Conocido gracias a filmes como “Uno de los
nuestros” o “Cop Land”, falleció el pasado 2022. Les acompaña Margo Martindale,
eterna secundaria en multitud de títulos como “La tapadera”, “Las horas”, “La
mancha humana” o “Agosto”, y Alden Ehrenreich (“Han Solo. Una historia de Star
Wars”, “Blue Jasmine”).
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