En
1996, hace más de un cuarto de siglo, se estrenó “Scream”, cuyo título en
España se alargó hasta convertirse en “Scream. Vigila quién llama”. Se trataba
de una cinta calificada de terror pero, en realidad, estaba más pensada como
mero entretenimiento juvenil. Su realizador, Wes Craven, ya se había ganado un
nombre dentro de tan particular género, con cintas como “Las colinas tienen
ojos” (1977), “Pesadilla en Elm Street” (1984) o “Shocker, 100.000 voltios de
terror” (1989). “Scream” obtuvo éxito por lo que se refiere recaudar gran
cantidad de dinero (más de ciento setenta millones partiendo de un presupuesto
aproximado de quince) y de popularizar disfraces para “Halloween” y Carnaval.
Ello derivó en la creación de una saga que alcanzó la cuarta entrega, siempre
bajo la dirección de Craven, además de algunos
experimentos televisivos. Aun así, parecía un proyecto completamente amortizado.
Sin
embargo, ante la crisis de ideas y la falta de asunción de riesgos que sufre la
industria cinematográfica norteamericana, parece que la salida escogida consiste
en echar la vista atrás y repescar para la taquilla referentes anteriores. A
veces colocando al producto un disfraz de nostalgia, a veces envolviéndolo en
una pretendida readaptación a los tiempos actuales, las productoras prefieren
volver a rodar sobre lo ya filmado que apostar por propuestas novedosas e
historias originales.
Dentro
de esta dinámica, la pareja de cineastas compuesta por Matt Bettinelli-Olpin y
Tyler Gillett estrenó en 2022 “Scream” para contar cómo un nuevo asesino en
serie, portando la misma icónica máscara de la década de los noventa, continuaba
matando a adolescentes. Por si no fuera suficiente, un año después presentaron
“Scream VI”, variando tan sólo la ciudad en la que se desarrolla la acción. En
su momento, ambos profesionales llamaron ligeramente la atención con “Noche de bodas”, una
corrosiva y sangrienta comedia de acción protagonizada por Samara Weaving, pero
estos dos últimos títulos evidencian su condición de operarios más que de artistas
creadores.
Ignoro
si este largometraje triunfará o no, pero su visionado me resultó deprimente. Que
en pleno 2023 sea el estreno que más salas de proyección acapare constituye una
radiografía tan triste como ilustrativa de la enfermedad que padece el Séptimo Arte.
No me interesaron en lo más mínimo ni el relato ni los personajes. Sin alcanzar
la media hora de metraje, ya estaba mirando mi reloj.
En
resumidas cuentas, mucha violencia, mucho colorido y mucho plano llamativo tal
vez basten para triunfar en esta época en la que millones de espectadores se
limitan a ver a gran velocidad una sucesión de “reels” de quince segundos. No
descarto que, quizás, el desfasado sea yo y que la brecha generacional comience
a afectarme. Sea como fuere, prefiero sin duda revisionar filmes antiguos que
acudir a la cartelera. Incluso le encuentro mayor sentido a decantarme por el
“Scream” de 1996, ahora que algún canal o plataforma televisivos aprovecharán
para reprogramarla, que pagar una entrada por esta sexta iniciativa que tan
sólo evidencia una total carencia de contenido. Una casi irreconocible Courteney
Cox, célebre por la serie “Friends” y que ya participase al inicio de la saga,
continúa a bordo del barco. Otro rostro conocido es el de Dermot Mulroney (“La
boda de mi mejor amigo”, “Zodiac”). El resto del reparto lo componen nombres
bastante anónimos, como Melissa Barrera (“En un barrio de Nueva York”), Jenna
Ortega (“The Fallout”), Jasmin Savoy Brown (“Laggies”) y Mason Gooding (“Súper
empollonas”).
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