Sin
duda, la historia de las Brontë es una de las más singulares e interesantes de
entre las vidas de escritoras británicas. Charlotte Brontë, con “Jane Eyre” y Emily
Brontë, con “Cumbres borrascosas” marcaron un hito dentro de la denominada
Época Victoriana del Reino Unido. Su repercusión, primero literaria y después
cinematográfica, resulta incuestionable. Pero, al margen de ello, sus propias
trayectorias vitales contienen suficientes argumentos para armar un buen
relato. “Emily” narra la supuesta biografía de una de estas hermanas. Y digo
supuesta porque, ante la ausencia de datos fiables sobre su corta existencia,
ya que falleció a los treinta años, numerosos aspectos reflejados en la pantalla
son inventados.
Frances
O'Connor realiza su debut detrás de la cámara, si bien cuenta con una dilatada
experiencia como actriz. La hemos visto actuando en títulos como “Mansfield
Park” (1999), “A. I. Inteligencia Artificial” (2001), “La importancia de
llamarse Ernesto” (2002) o “Expediente Warren: El caso Enfield” (2016). En esta
nueva faceta profesional, firma una película correcta y con varios momentos
estimulantes.
No
obstante, se trata de una propuesta poco convencional, que trata de desligarse
de esos tradicionales cánones vinculados a los largometrajes de época en
general, y de los ambientados en Inglaterra en particular, para apostar por un
estilo más libre y moderno. Ello implica la puesta en escena de un estilo novedoso
llamado a captar el interés del espectador, aunque que se perciben diversas licencias
autoatribuidas que restan cierta credibilidad a la narración. Quizás hubiese
sido deseable contar con una semblanza más fidedigna, pese a que la calidad
cinematográfica no se resienta en exceso por esa razón.
Por
lo tanto, “Emily” presenta una existencia imaginaria de Emily Brontë, en la que
se la caracteriza como una joven rebelde e inadaptada a su tiempo que anhelaba encontrar
su voz como escritora. La cinta explora las relaciones que le sirvieron de
inspiración, tanto con Charlotte y Anne como con su malogrado primer amor,
además de la especial amistad y complicidad que le unían a su inconformista
hermano Branwell, a quien idolatraba.
En
mis críticas no suelo referirme en exceso a las bandas sonoras, pese a ser una
de mis grandes pasiones. Sin embargo, esta vez no puedo resistirme a hablar del
gran compositor polaco Abel Korzeniowski, que se ha convertido en los últimos
años en un referente indiscutible de la composición para el Séptimo Arte, aun
participando en proyectos menores o, incluso, de baja calidad. Sus creaciones
para “Romeo y Julieta” (la versión de 2013 protagonizada por Hailee Steinfeld)
o “Wallis y Eduardo: El romance del siglo” (dirigida por la cantante Madonna en
2011) dan fe de cómo este excelente artista ha logrado crear una música sublime
y maravillosa para filmes más bien mediocres o prescindibles. En “Un hombre
soltero” y “Animales nocturnos”, ambas de Tom Ford, remarcó su valía y ahora en
“Emily” subraya con elegancia cada plano.
Emma
Mackey interpreta al personaje protagonista. La hemos visto recientemente en la
discutible adaptación de Kenneth Branagh de “Muerte en el Nilo”, si bien debe a
la serie televisiva “Sex Education” su nivel de popularidad, recibiendo por
ella una nominación a los BAFTA. Aquí sostiene con solvencia el peso de un
papel complicado. Realiza un trabajo meritorio y adaptado a las exigencias de
una recreación bastante heterodoxa. Le acompañan Oliver Jackson-Cohen (“Sed de
venganza”, “El hombre invisible” de 2020) y Alexandra Dowling (“Juego de
tronos”), quien da vida a su otra hermana.
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