Ahora
que está tan de moda hablar de la memoria histórica y abundan los intentos de
usar de forma partidista los acontecimientos del pasado, se agradece mucho el
estreno de “Argentina, 1985” ya que, desde un punto de vista estrictamente
formativo y cultural, el conocimiento de los hechos ocurridos en otros tiempos
tiende a olvidarse por las nuevas generaciones o, al menos, a empañarse con
intereses ideológicos variopintos. No pocas fueron las razones que me animaron
a ver este largometraje. La fundamental, sin duda, fue la intervención en ella
del portentoso actor Ricardo Darín, a mi juicio el mejor intérprete de la
actualidad. La segunda, mi interés (mera deformación profesional) por el cine
de corte judicial e intrigas políticas. La tercera, los galardones recibidos en
los Festivales de Cine de Venecia y San Sebastián, y su presente participación en
el de Londres.
“Argentina,
1985” es una buena película, contada además por alguien que posee habilidad
narrativa: Santiago Mitre. Director de “La cordillera” y guionista de “Carancho”,
logra aglutinar con destreza la comedia, el drama y la intriga, un objetivo
nada sencillo. Tras una larga travesía por el desierto semanal de una cartelera
que decepciona con propuestas vacías, absurdas o indiferentes, su film se alza
como un pequeño oasis en forma de relato entretenido, y hasta divertido, que
refleja las miserias humanas.
Aunque
han pasado casi cuarenta años de los hechos reales en los que se basa esta
historia, las noticias de hoy en el mundo se diferencian bastante poco de la obra que nos ofrece el cineasta
bonaerense: sociedades polarizadas, barbaries generalizadas y labores lentas y complejas
en el ámbito de la Justicia, para aportar un mínimo de cordura y de
inteligencia frente al tsunami de locura y visceralidad que, en ocasiones, nos
invade.
El
guion se inspira en los acontecimientos verídicos protagonizados por el fiscal Julio
Strassera, quien se vio en la inesperada tesitura de liderar la acusación contra
los cabecillas de la dictadura militar de su país. Apoyándose en un joven e inexperto
equipo jurídico, librará una pugna contra el calendario y contra una parte de
la propia ciudadanía para poder aportar pruebas y acusar a los responsables de
las desapariciones, torturas y asesinatos que se perpetraron en aquel oscuro
periodo.
En
una de las escenas se reproduce un diálogo entre el jurista y su esposa, acerca
de su posición sobrevenida como héroe nacional. Él reniega de semejante
calificativo y sentencia que los héroes no existen, pero su mujer insiste, dado
que, a veces, los héroes son ciudadanos normales que simplemente cumplen con su
deber. En todo caso, y más allá de los mensajes sobre el coraje de la gente y
la justicia como valor social, su principal acierto estriba en la permanente
sonrisa que provoca en el espectador a través de conversaciones y secuencias
hilarantes, a pesar del trasfondo tenebroso en el que se desenvuelven los
personajes. A ratos sumamente emocionante, logra entretener, conmover y
divertir, dando como resultado una cinta plausible y recomendable.
Expresar
alguna manifestación o reflexión sobre Ricardo Darín que no resulte obvia y
evidente se torna para mí del todo imposible. Su filmografía se halla repleta
de magníficos trabajos y aquí también lleva a cabo una actuación excelente. Le
descubrí en “Nueve reinas”, una joya que reviso de cuando en cuando, y después
fui disfrutando de su excepcional tándem con el realizador Juan José Campanella
en las sobresalientes “El mismo amor, la misma lluvia”, “El hijo de la novia”,
“Luna de Avellaneda” y “El secreto de sus ojos”, todas ellas de obligada visión,
y alguna de lo mejor que se ha rodado a nivel mundial. Darín supone, sin duda,
una garantía de éxito para cualquier proyecto.
“Argentina,
1985” no es un documental, pues no pretende simplemente informar y transmitir
acontecimientos. Si bien las licencias artísticas permitidas y consentidas
decoran los sucesos para otorgarles un lenguaje cinematográfico, posee también
tiene una importante función didáctica que trasciende a un entretenimiento de
por sí necesario y defendible. Se trata, en definitiva, de un título digno de
ver, ya sea en las salas de proyección o en la plataforma Amazon Prime.
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