El
cineasta canadiense David Cronenberg resulta tan interesante como, en
ocasiones, incómodo. Su trayectoria profesional, compuesta por películas
notables y también por cintas inquietantes, no suele dejar indiferente a nadie.
Títulos como “Una historia de violencia”, “Inseparables”, “M. Butterfly”, “Un
método peligroso”, “Promesas del Este” o “La mosca” evidencian la creatividad
de un autor desconcertante e irritante cuyas fobias y fantasmas pueblan una
perturbadora filmografía. Junto a los citados films (a mi juicio, sus más
destacados) figuran otros en los que la angustia campa sin control a lo largo
del metraje, generando un visionado de
difícil digestión.
Ahora
que estrena “Crímenes del futuro” cabe recordar que, curiosamente, ya rodó en
1970 otro largometraje con el mismo nombre (“Crimes of the Future”). Ignoro las
intenciones que se esconden detrás de esta repetición, si bien da la sensación
de que esta propuesta de 2022 es compleja y, a ratos, atrayente pero, en
cualquier caso, confusa y con ese punto desagradable que caracteriza al realizador, no siendo fácil ni
grato presenciar sus trabajos. Sospecho, no obstante, que tampoco pretende
parecer convencional ni, menos aún, complacer a todos los públicos. Por el
contrario, estoy convencido de que esas excentricidades y planteamientos
macabros poseen una lógica y un sentido interior. Sin embargo, sus espectadores
asistirán a ellos con asombro y hasta con un punto de repulsión.
La
trama nos traslada a un futuro no muy lejano en el que la humanidad evoluciona,
para adaptarse a entornos novedosos por la vía de una metamorfosis que altera su
tradicional composición biológica. El protagonista es un hombre que ha
desarrollado la habilidad de generar nuevos órganos que le son extirpados durante
las actuaciones artísticas llevadas a cabo junto a una compañera, si bien no
todos ven con buenos ojos dichas transformaciones.
Por
lo visto, Cronenberg escribió este guion mucho tiempo atrás, coincidiendo con
el estreno de “eXistenZ” (1999), una de sus rarezas más complicadas. Reproduce
parte de esa estética y de esa atmósfera irrespirable. En estos casos, vale más
no analizar la propuesta y dejarse llevar por las imágenes. Y, aunque no siempre
se entiendan las metáforas utilizadas, interesará a esos aficionados proclives
a sentir un cierto desasosiego. Si quiera porque va a contracorriente, evidencia
una creación auténtica y personal y no se deja arrastrar por modas ni
convencionalismos, merece el mayor respeto. En definitiva, un hombre fiel a sí
mismo y a sus tormentos interiores, que logra o no conexión con sus
destinatarios pero que, sobre todo, lanza un mensaje original.
Galardonado
en el último Festival Internacional de Cine de San Sebastián con el Premio
Donostia, manifestó en la ceremonia de entrega: “Me embarco en un viaje
creativo, explorándome a mí mismo, mi relación con el mundo, invento cosas y
luego invito a la audiencia a venir conmigo”. Se trata, pues, de una invitación
sugestiva, turbadora y difícil de aceptar, pero cuya singularidad se agradece.
Viggo
Mortensen, colaborador habitual del director, se sitúa al frente del reparto. Desde
su debut cinematográfico en “Único testigo” (1985), se ha labrado una muy
notable carrera. Además de sus colaboraciones con Cronenberg y su participación
en la saga de “El señor de los anillos”, destaca en “Capitán Fantastic”, “Green
Book” o “Appaloosa”. Integran también el elenco dos jóvenes actrices que ya se han afianzado
en la industria del Séptimo Arte. Una es Léa Seydoux quien, más allá de sus
devaneos como “Chica Bond”, ha intervenido en “La vida de Adèle”, “Midnight in
Paris” y “El Gran Hotel Budapest”. La otra, Kristen Stewart, que saltó a la
fama a través de las entregas de “Crepúsculo” y que ha demostrado cierto
potencial en “La habitación del pánico”, “Hacia rutas salvajes”, “Café Society”
y “Personal Shopper”.
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