De
esta última versión de “Cruella” se pueden destacar varios puntos a favor. En
algunas partes resulta entretenida, el tono cínico y humorístico es
proporcionado, y su ritmo y colorido llaman la atención del espectador. En
principio, méritos suficientes para otorgar una valoración positiva de la nueva
producción de Disney. Sin embargo, yo ya estoy comenzando a desarrollar una alergia
importante a toda propuesta basada en la revisión de los clásicos del Séptimo
Arte con el fin de adaptarlos a esa moda actual que tiene como destinatarias a
las nuevas generaciones (al parecer, incapaces de ver películas antiguas) y
donde lo políticamente correcto es la gran exigencia.
Dentro
de esta tendencia que, en vez de apostar por historias novedosas y personajes
originales, propugna rescatar las ideas, las tramas y los papeles estelares de
los grandes títulos de antaño, la factoría Disney se erige como líder absoluta.
Tal evolución (más bien, involución) se halla tan generalizada que hasta mi
admirado Steven Spielberg se ha empeñado en rodar su reinterpretación de “West
Side Story”, ejemplo gráfico del extremo al que hemos llegado. En mi opinión,
más que atravesar una crisis creativa (que también) sufrimos la ceguera crónica
de unos productores que se refugian en los éxitos del pasado para eludir el
vértigo que acarrea el riesgo de una inversión económica. Al final, como si de
un círculo cerrado se tratase, terminamos por ver siempre lo mismo.
Parafraseando a Edward Norton en “El club de la lucha”, todo parece la copia de
una copia de otra copia.
Lo
cierto es que, desde el punto de vista técnico, “Cruella” triunfa. Su director,
el australiano Craig Gillespie -responsable de la interesante “Yo, Tonya”- firma
un relato ameno y a ratos hilarante, aunque totalmente repetitivo. El fastuoso
envoltorio del vestuario, los colores y la exageración atraen a la vista, pero
no consigue evitar (al menos a los aficionados más curtidos) un tufillo a producto
artificial ideado al amparo de las políticas culturales y artísticas que ahora
mismo presiden la industria del cine. Otra moda imperante sobrevenida consiste
en los estrenos simultáneos en salas de proyección y plataformas televisivas
(en este concreto caso, “Disney +” en su opción “Acceso Premium”).
El
guion desarrolla los comienzos de una de las villanas cinematográficas más
conocidas: Cruella de Vil. Ambientada dentro del ámbito de la moda en el Londres de
los años setenta, muestra a una joven estafadora a la que una serie de
acontecimientos conducen a asumir su lado malvado y a convertirse en un ser
estridente y vengativo.
Uno
de los aspectos más relevantes del largometraje radica en su casting,
especialmente en sus dos principales figuras. Emma Stone da vida a la
protagonista. Ganadora del Oscar por la fantástica “La ciudad de las estrellas
(La La Land)”, ya había destacado con anterioridad en “Criadas y señoras”, “Birdman
(o la inesperada virtud de la ignorancia)”, “La batalla de los sexos” y “La
favorita”. Notable actriz, muy dotada para la comedia, ha logrado imprimir un
sello propio a sus actuaciones.
En
esta ocasión lleva a cabo una labor correcta que ayuda a sostener el proyecto,
si bien permaneceré más atento a título personal al estreno en 2022 de su última
colaboración con el cineasta Yorgos Lanthimos, que lleva por título provisional
“Poor Things”.
Emma
Thompson ejerce como contrapeso. Poseedora igualmente de dos estatuillas
doradas de Hollywood (como actriz por “Regreso a Howards End” y como guionista
por “Sentido y sensibilidad”) acredita una sobresaliente trayectoria artística.
“Lo que queda del día”, “En el nombre del padre”, “Primary Colors”, “Al
encuentro de Mr. Banks” o “El veredicto. La ley del menor” dan idea de la
medida de su enorme valía. Al contrario de su compañera de reparto, parece
sentirse más cómoda en cintas de estilo dramático y, de hecho, aquí no destaca
tanto como de costumbre.
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