El
cine norteamericano ha servido en especial a la causa del tratamiento de los grandes
problemas sociales. Pocas filmografías han diseccionado, analizado y exorcizado
en mayor medida los fantasmas de sus traumas. La guerra del Vietnam, los
conflictos políticos o el drama racial, por poner sólo algunos ejemplos, pueden
explicarse a través de notables largometrajes relacionados con cada tema. De
entre ellos, la batalla de la comunidad afroamericana en contra del racismo
encabeza una lista de películas que reivindican, denuncian o, simplemente,
explican, una realidad a todas luces incomprensible en el seno de una nación
que presume de libertad y de derechos para su ciudadanía.
En
este año marcado por la pandemia, “Judas y el mesías negro” ha sido uno de esos
largometrajes que más atención, nominaciones y reconocimientos ha acaparado.
Bien es cierto que, si se repasa la producción cinematográfica del 2020, se
debe concluir que, ya sea por las extraordinarias circunstancias sanitarias, ya
sea por los cíclicos vaivenes en cualquier arte, ha resultado un período
bastante desilusionante, carente de obras maestras y títulos que susciten
admiración y alabanza. No obstante, entre los estrenos, la cinta de Shaka King
atesora seis candidaturas a los Oscar (incluyendo las de mejor película, guion
original e interpretaciones en los papeles secundarios) y le ha reportado a Daniel
Kaluuya el Globo de Oro al mejor actor de reparto. Además, tanto la National
Board of Review como el American Film Institute la han incluido en su Top Ten
anual.
“Judas
y el mesías negro”, que, además de en las salas de proyección, puede verse en
la plataforma “Apple Tv”, se alza como una obra bien ambientada, narrada con
coherencia y asentada sobre notables actuaciones. Posee una trama interesante y
un aceptable ritmo narrativo, conformando un trabajo correcto y, a ratos,
lucido, aunque yo no lo incluiría entre las muestras más destacadas del género
que aborda tan espinoso tema, entre otras razones porque entre su amplio
listado se incluyen algunas joyas de imprescindible visión.
Ambientada
a finales de la década de los sesenta y basada en hechos reales, cuenta la
historia de un afroamericano que termina convirtiéndose en informante del FBI a
cambio de no ser imputado por una serie de delitos que ha cometido. Su misión
es infiltrarse en las “Panteras Negras” de Illinois para neutralizar a su
carismático líder, un rebelde que lucha por la libertad de la población negra.
A medida que la importancia de dicho grupo crece, el infiltrado se halla cada
vez más dividido entre unirse a las filas de sus hermanos de raza o, por el
contrario, cumplir las directrices y órdenes policiales.
Esta
segunda incursión en la dirección de Shaka King, tras realizar varios
cortometrajes y episodios de series televisivas, sirve para demostrar su pulso
firme tras la cámara y su claridad de ideas a la hora de qué mensaje transmitir
y cómo hacerlo. Logra un relato creíble y sin grandes altibajos durante el
metraje, pese a sus más de dos horas de duración. Consigue, además, que los
intérpretes lleven a cabo unas labores destacables, aunque ha imprimido de
cierto sesgo negativo a los personajes blancos. Destaca el citado Daniel
Kaluuya dando vida al jefe de las Panteras Negras. Nominado al Oscar en 2018
por su papel en “Déjame salir”, cuenta con serias opciones para hacerse esta
vez con la estatuilla. Ha intervenido también en la fantástica “Sicario” y
en la destacable “Viudas”. Le acompaña LaKeith
Stanfield, con quien coincidió en “Déjame salir” y a quien hemos visto en “Puñales
por la espalda” o “Selma”. Opta a su primer Oscar, si bien Kaluuya parte con
ventaja, dándose la infrecuente circunstancia de aspirar dos protagonistas de
una película al mismo galardón (actor de reparto). Figuran igualmente en el
reparto un casi irreconocible Martin Sheen, caracterizado como J. Edgar Hoover,
y Jesse Plemons (“El irlandés”, “Los archivos del Pentágono”).
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