“Bajocero”
(por alguna razón que desconozco, el título ofrece las dos palabras unificadas)
es una película de acción con un notable comienzo y que durante varias partes
del metraje ofrece escenas bien rodadas y con un nivel de intensidad e intriga
aceptables. Cuenta además con unas solventes interpretaciones, méritos todos
ellos suficientes para enganchar a los espectadores y trasladarles un correcto
entretenimiento global. Sin embargo, la sólida construcción inicial va dando
paso a una serie de absurdos giros de guion, licencias narrativas discutibles y
propensión un tanto gratuita a la violencia sangrienta. En consecuencia, el
regusto final resulta más bien decepcionante, teniendo en cuenta que genera en
la presentación de la trama unas expectativas elevadas. Aun así, cabe concluir
que se trata de una cinta apta.
En
mi opinión, su principal defecto radica en la evolución de la historia, que se
pierde en unos laberintos de los que sólo logra salir a través de recursos que
deslucen su destacado planteamiento de los primeros minutos. Es verdad que en
este tipo de largometrajes los límites entre lo creíble y lo increíble pasan a
un segundo plano, aunque en ningún momento se vislumbra que aspire a combinar
la acción con un tono de humor que admita situaciones disparatadas, ni con un
estilo discordante y asimétrico que conduzca a una exposición desproporcionada
de la filmación. Porque, si en realidad pretende reflejar un relato serio, ha
de llevarlo con coherencia hasta su finalización, cuestión difícil de conseguir
ante supuestos fallecidos que vuelven a la vida e inician persecuciones intensas
con varios balazos en el cuerpo, furgones que se hunden en aguas heladas donde el
aire que va quedando en su interior se amplía o reduce arbitrariamente para
facilitar la escapatoria, vehículos blindados supuestamente inexpugnables que
disponen de una sencilla trampilla que facilita la huida o individuos buceando
en un pantano gélido del que salen todavía en condiciones físicas para entablar
un lucha con el contrario.
Lluís
Quílez, que debutó en 2014 con “Out of the Dark” -en cuyo elenco figuraban
algunos nombres estacados como los de Julia Stiles y Stephen Rea-, se sitúa
detrás de la cámara. Ya demostró en aquel momento su preferencia por el terror
y el thriller, así como ciertas carencias a la hora de abordar esa clase de
retos. No obstante, con “Bajocero” sube el listón de su ópera prima y,
reconociendo los aspectos positivos, demuestra su capacidad para afrontar proyectos
de este tenor y lograr, siquiera parcialmente, destellos de buen cine.
Un
miembro del Cuerpo Nacional de Policía debe hacerse cargo de un traslado de
presos en una noche de invierno con temperaturas bajo cero. En mitad de una
carretera despoblada, el furgón policial y el coche patrulla que le escolta
caen en la trampa ideada por un hombre solitario que persigue a uno de los
penados. El conductor del camión consigue atrincherarse con los reclusos dentro
del cubículo blindado. Obligado a entenderse con sus enemigos naturales,
tratará de sobrevivir sin dejar de
cumplir con su deber.
Javier
Gutiérrez continúa acumulando argumentos para ser considerado un gran
profesional de la interpretación. Da vida a su personaje con solvencia y
acierto, constituyendo con diferencia lo mejor de “Bajocero”. Sus actuaciones
en “El olivo” o “La isla mínima”, entre otras, muestran su enorme valía y le
convierten actualmente en una garantía para cualquier propuesta
cinematográfica. Karra Elejalde queda más difuminado detrás de un papel que no
reviste la importancia requerida, aunque ese fallo no es achacable al actor
sino al guionista y al realizador. Cabe resaltar asimismo la intervención de Luis
Callejo, recordado en “Tarde para la ira”, “Mientras dure la guerra” o “El
hombre de las mil caras”.
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