Existen personas que siempre se ríen al oír el mismo chiste. Muchas otras nos emocionamos al escuchar con asiduidad idéntica canción. Yo, sin ir más lejos, soy capaz de visionar cientos de veces (no es una exageración) algunas secuencias de películas y disfrutarlas igual que en su estreno. Parece, pues, que somos animales de costumbres. Sin embargo, también puede producirse el efecto contrario. Ante su reiteración, algunas bromas dejan de tener gracia, ciertas melodías terminan por resultar cansinas y determinadas cintas no resisten el paso del tiempo, de modo que, cuando nos topamos con ellas, echamos mano del mando a distancia para cambiar con urgencia de canal.
El género de terror es uno de los más proclives a repetir fórmulas para provocar el susto de los espectadores. James Wan (realizador de “Saw”, “Insidious” y las dos entregas de “Expediente Warren”) afirma que “nos gusta ir al cine a pasar miedo” y quizá tenga razón. Pero, por lo que a mí respecta, me ocurre con esta concreta modalidad cinematográfica como con esa categoría de chistes que, oídos habitualmente, ya no provocan el efecto inicial. Para captar mi interés deben ofrecerme una propuesta novedosa. Cuando persisten en recurrir a efectos manidos y a viejos trucos ya exprimidos en el pasado, me condenan al cansancio más absoluto.
En el año 2014 el director Stiles White presentó su film “Ouija”, que no fue, ni mucho menos, el primero que utilizaba la célebre tabla de contacto con los espíritus de los difuntos para aterrorizar al público. De hecho, son decenas los títulos centrados en dicha temática. Ahora llega a nuestras pantallas su supuesta segunda parte, “Ouija: El origen del mal”, que, por supuesto, incide sobre el mismo tema y que es recomendable para aquellas personas que ansían revivir la anterior experiencia de nuevo. A buen seguro no recriminarán la reiteración de la fórmula, puesto que lo que buscan precisamente es padecer los sobresaltos derivados de esa curiosa pieza que las almas de ultratumba desplazan sobre el esotérico tablero.
En esta ocasión es Mike Flanagan, director y editor de largometrajes como “Absentia”, “Oculus: el espejo del mal” o “Hush”, quien se coloca tras la cámara y hay que reconocer que el resultado que logra es muy superior al de su antecesor de hace dos años. Demuestra mayor grado de audacia e ingenio y la filmación es de superior calidad. El problema, en mi opinión, radica en ser otro de esos productos centrados en la repetición de un patrón tan idéntico que se torna incapaz de producir el mismo efecto de antaño. Aun así, insisto en que constituye una propuesta muy acertada para ese segmento de público empeñado en la recurrencia de temas y de planteamientos. No sólo es la mejor obra de Flanagan para la pantalla grande sino que sorprende su notable avance en comparación al origen de una saga que, sin duda, acogerá más entregas de cara al futuro. Los más de cien millones de dólares recaudados por su predecesora (tras una inversión de apenas cinco), unidos a las notables previsiones económicas de esta, auguran que habrá ouija para rato.
El equipo artístico está compuesto por actores desconocidos o ya olvidados. Destaca entre ellos Henry Thomas, el protagonista infantil de la inolvidable “E.T. El extraterrestre” de Steven Spielberg, pero gran parte de sus compañeros son desconocidos para el público. Pese a esta circunstancia, tanto Annalise Basso como Elizabeth Reaser (vista en la saga “Crepúsculo”) y la jovencísima Lulu Wilson llevan a cabo una correcta labor interpretativa que se ajusta a las exigencias de sus respectivos papeles.
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Datos del film
Dirección: Mike Flanagan.
País: USA. Año: 2016. Género: Terror.
Reparto: Henry Thomas, Elizabeth Reaser, Doug Jones, Parker Mack, Sam Anderson, Kate Siegel.
Guion: Mike Flanagan y Jeff Howard.