jueves, 22 de diciembre de 2011

THE ARTIST



Si en 2009 alguien hubiese aventurado que, apenas dos años después, la considerada como mejor película por el Círculo de Críticos de Nueva York, la más nominada para los Globos de Oro y una de las máximas favoritas para los Oscar era una producción rodada en blanco y negro, muda y realizada a imagen y semejanza de los clásicos pre sonoros de los años veinte, habría sido tildado de loco. Pero el futuro suele ser impredecible y, contra todo pronóstico, The Artist no sólo ha logrado los reconocimientos señalados anteriormente sino que su director ha sido reconocido como el mejor, además de por la asociación neoyorkina ya mencionada, por las de Washington y Boston. También su protagonista ha recibido el premio de interpretación en Festival de Cannes. En definitiva, se trata de un film que allá donde va provoca admiración y cosecha alabanzas.
Desde luego, embarcarse en un rodaje de estas características es muy meritorio. Me hubiera gustado ver las caras que su joven realizador y guionista francés tuvo que soportar cuando intentaba conseguir la financiación de tan peculiar proyecto. De entrada, Michel Hazanavicius demuestra valentía y creatividad, características que, en la actual industria cinematográfica, se encuentran en vías de extinción. El hecho es que su resultado final rebosa talento narrativo gracias a una magnífica ambientación y a un vestuario y una fotografía muy logrados que ofrecen al espectador la posibilidad de saborear nuevamente aquella forma clásica de filmar.
Planteada como si fuera una película de Buster Keaton, tanto los fotogramas donde se escriben los textos como las gesticulaciones desproporcionadas de los actores al interpretarlos, nos retrotraen a otra época, a otro mundo, a otro cine. Y todo ello, además, contando una historia emotiva y llena de interés que incluye algunos planos verdaderamente geniales. Concebida como un homenaje a los clásicos, su llegada a la cartelera ha supuesto un soplo de aire fresco y un derroche de imaginación que sólo cabe aplaudir. Y no es que yo sea de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, ni que el cine mudo tenía más calidad que el sonoro, ni que conviene echar continuamente la vista atrás. En absoluto. Pero algo está sucediendo en estos tiempos para que un largometraje como el que nos ocupa sea una demostración de máxima originalidad y expresión artística y constituya, a base de volver a sus inicios, una lección de cine. Pienso que, sin negar la gran importancia que tiene, no hay progreso técnico que arregle un guion mediocre, ni existen efectos especiales que compensen la falta de creatividad, ni hay sonido de calidad que valga cuando no hay nada interesante que decir.
En definitiva, esta película encantará a los amantes de los albores del séptimo arte, a los aficionados a los números musicales y, en general, a quienes disfruten con la recreación de una época tan artificial como atractiva plagada de estrellas famosas que posaban delante de los flashes, de galanes presumidos y de bellas coristas que bailaban casi hasta la parodia.

1 comentario:

David Cotos dijo...

Para muchos la sorpresa del año 2011. Éxitos en el concurso 20blogs.

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