jueves, 24 de noviembre de 2011

UN DIOS SALVAJE (Carnage)



Roman Polanski es uno de los cineastas europeos con mayor repercusión a nivel mundial y particularmente dentro de la complicada industria cinematográfica norteamericana. Ganador de un Oscar al mejor director por El pianista y candidato en otras cuatro ocasiones a la preciada estatuilla, cuenta en su filmografía con títulos tan relevantes como La semilla del diablo, Chinatown o, más recientemente, El escritor. Ha ganado los máximos galardones de los principales festivales del Viejo Continente -Cannes, Venecia y Berlín-, así como los Premios del Cine Europeo. Es cierto que su carrera profesional se ha visto profundamente marcada por tragedias personales y por problemas judiciales, lo que ha provocado lapsos de inactividad en su más de medio siglo detrás de las cámaras. También ha firmado proyectos impropios de la calidad y brillantez que se le supone, aunque esta circunstancia no ha impedido que se haya ganado un puesto entre el elenco de los realizadores europeos más prestigiosos de la historia del séptimo arte.
Si bien su trayectoria durante la década de los noventa presagiara en el parisino una decadencia sin vuelta atrás, con cintas como Lunas de hiel o La novena puerta, parece que la entrada en el nuevo milenio le ha rejuvenecido o, en su caso, ha encauzado mejor su envejecimiento, puesto que ha recuperado en buena medida su mejor versión. Tras dirigir algunos destacados largometrajes como los ya citados El pianista y El escritor, presenta ahora Un dios salvaje, cuyo guión escribió en Suiza bajo arresto domiciliario y que rodó en París, ante la imposibilidad de poder pisar suelo norteamericano debido a sus cuentas pendientes con la justicia. A pesar de todo, el resultado final no se resiente por tan peculiares contingencias y, al final, se convierte en una muy interesante propuesta artística.
Cuenta la historia dos parejas de padres que, ante una pelea mantenida entre sus respectivos hijos, tratan de solucionar el conflicto por la vía del diálogo. Las formas de ser y los propios prejuicios de los progenitores transforman la reconciliación en una batalla dialéctica sumamente didáctica para el espectador. Gracias a un guión ágil, divertido y ácido -casi corrosivo-, Polanski rememora en algunas escenas al film de Mike Nichols Quien teme a Virginia Woolf, sobre todo en lo que se refiere al ambiente opresor generado por el encierro de unas personas entre cuatro paredes y que termina por hacerlas explotar y sacar el diablo que llevan dentro. Pese a encuadrarse claramente en el género de comedia, Un dios salvaje es una vía perfecta de reflexión sobre la hipocresía social y la verdadera naturaleza del ser humano. En apenas una hora y veinte minutos de proyección, asistimos a un espectáculo brillante pleno de diálogos intensos e interpretaciones lúcidas. Sin duda, una cinta agradable de ver y, si me apuran, hasta necesaria.
El reparto es inmejorable, si se tiene en cuenta que entre los cuatro protagonistas suman cuatro Oscar y ocho nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood. Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Waltz justifican, por sí solos, la visión del film. Sus interpretaciones son fantásticas y, mientras ellos asumen el peso de la parte cómica, ellas se encargan de la dramática, conformando en conjunto un cuarteto en estado de gracia.

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