viernes, 29 de enero de 2010

UP IN THE AIR

Cuando Jack Nicholson ganó en enero de 2003 el Globo de Oro al mejor actor dramático por su papel en A propósito de Schmidt, ironizó en sus agradecimientos sobre la concesión de tal galardón ya que, según él, estaba convencido de haber protagonizado una comedia. Y es que la línea que separa ambos géneros no resulta tan nítida como podría parecer en un principio. Lo mismo ocurre con Up in the air, una cinta de temática aparentemente dramática que muestra las vidas de dos personas muy distintas. El hombre se siente orgulloso de una libertad sentimental y sexual que lleva aparejada la ausencia de una familia al uso y que le abre un mundo lleno de posibilidades mientras no se comprometa con nada ni con nadie. Pasa la mayor parte del año surcando los cielos y su máxima aspiración consiste en pertenecer a los más distinguidos clubs de ejecutivos de alto standing que acumulan puntos que se traducen en millas para seguir volando y que aspiran a poseer la mayor cantidad de tarjetas Oro expedidas por destacadas empresas multinacionales. Es feliz con sus aventuras ocasionales, libre de ataduras y con el confort que le proporciona el lujo de las gélidas e impersonales salas VIP. Ella, por el contrario, representa el prototipo de mujer idealista, la número uno de su promoción que decidió aparcar un brillante futuro profesional a cambio de amor e hijos. Sitúa su relación de pareja por encima de todo, dibuja corazones en los puntos sobre las íes y proyecta en la familia tradicional su idea de triunfo. A lo largo de la narración ambos van reconociendo lo erróneo de sus postulados y asumiendo que fracasan irremediablemente en sus expectativas vitales. Ante semejante planteamiento, parece coherente que la Asociación de Críticos Extranjeros de Los Ángeles considerase a Up in the air susceptible de optar al Globo de Oro a la mejor película en la categoría de drama. Sin embargo, no pocos espectadores (entre los que me incluyo) estarían de acuerdo en calificar este trabajo como comedia, fundamentalmente porque la risa te asalta a menudo durante las dos horas de proyección.
Valiéndose de una ironía inteligente y mordaz, Jason Reitman realiza una crítica feroz de la sociedad actual a través de unos diálogos brillantes puestos en boca de unos personajes bien perfilados que se ven envueltos en situaciones que invitan a reírse por no llorar. De hecho, ganó el Globo de Oro al mejor guión en su reciente última edición. No hay duda de que este joven director y guionista, hijo del también cineasta Ivan Reitman –cuyos títulos Cazafantasmas II, Los gemelos golpean dos veces o Junior (las dos últimas, prescindibles incursiones de Arnold Schwarzenegger en el campo del humor) no pasarán a la historia del cine por su calidad- ha demostrado que domina a la perfección ese género intermedio en el que la comedia descansa sobre los cimientos del drama. Sus largometrajes anteriores Gracias por fumar y Juno le han dotado de un estilo muy personal y le han hecho acreedor de un notable éxito de crítica y público. En definitiva, estamos ante una gran comedia. Incluso, si se quiere, estamos ante un gran drama. Para la National Board of Review y las Asociaciones de Críticos de Dallas, Florida y Washington se trata, sencillamente, de la mejor película del año.
George Clooney (Oscar al mejor actor por Syriana) encabeza un acertado casting. Continuando con su ascendente trayectoria cinematográfica en la doble faceta de intérprete y realizador, es uno de los pocos nombres que han completado el tránsito de la televisión a la gran pantalla con un resultado sobresaliente. El apartado femenino está representado por dos actrices, Vera Farmiga –Infiltrados, El niño del pijama a rayas- y Anna Kendrick – Crepúsculo, Luna nueva-. Los tres fueron nominados a los recientes Golden Globe gracias a estas interpretaciones y repiten en la lista de los próximos Bafta británicos que se dio a conocer la semana pasada. Es fácil deducir que el equipo técnico y artístico del film figurará en las próximas candidaturas de los ya cercanos Oscar de Hollywood.

viernes, 22 de enero de 2010

SHERLOCK HOLMES

El realizador británico Guy Ritchie retomó con fuerza su carrera profesional hace apenas dos años, después de haber logrado cierta popularidad a finales de los noventa gracias a las transgresoras y divertidas Lock & Stock y Snatch, cerdos y diamantes. Con un estilo muy original, acertaba a reflejar el ambiente de los bajos fondos urbanos de manera cómica pero con un punto que, en ningún momento, traspasaba la barrera del mal gusto. Más tarde, su creatividad se internó en un agujero negro coincidiendo (¿casualidad?) con una etapa personal marcada por su matrimonio y posterior divorcio con la diva de la música pop Madonna. Superado el bache sentimental, presentó en 2008 su, hasta el momento, mejor film, RocknRolla. Con él retomó ese particular aire a medio camino entre el gamberrismo y la genialidad, entre la crítica ácida y la comicidad absurda y recuperó sus valores de siempre: una historia con contenido, unos personajes hilarantes, una narración ágil y un montaje vibrante. Y, a pesar de que el público no respondió como se esperaba (apenas veinticinco millones de dólares recaudados a nivel mundial), recibió los elogios de la crítica de ambos lados del Atlántico y, sobre todo, sirvió para rehabilitar a un director que había estado perdido durante mucho tiempo.
Ahora aborda una peculiar versión del sugerente personaje de Sherlock Holmes en la que el célebre detective practica la lucha libre y las artes marciales a través de auténticas coreografías que harían palidecer a Jackie Chan, situándose así muy lejos de otros proyectos que se han realizado sobre el investigador tanto en formato cinematográfico como televisivo. La cinta probablemente desilusionará a quienes esperen encontrar una recreación seria del personaje y de la época en la que le tocó vivir. Nada tiene que ver con la herencia del cine británico que representan las películas de, por citar un ejemplo, el exquisito James Ivory –Una habitación con vistas, Lo que queda del día, entre otras-. Tampoco nos obsequia con grandes interpretaciones tan habituales en los maestros de la escena inglesa como Anthony Hopkins o Ian McKellen. En definitiva, Sherlock Holmes puede funcionar como una parodia que, prescindiendo de la verdadera esencia del detective, renuncia al objetivo de cautivar al público recurriendo a la intriga de una historia bien construida. Se deja sentir la influencia del productor Joel Silver, responsable de numerosas cintas de acción entre las que cabe destacar la saga de Arma Letal, centrada igualmente sobre una pareja protagonista que se alía para perseguir a criminales y que, poseedores de unos caracteres bien distintos, asientan su supuesta comicidad sobre unos diálogos chispeantes pero carentes de auténtica maestría. No es descartable que agrade en gran medida a los aficionados al género de acción con un toque humorístico pero, en mi opinión, supone un nuevo paso atrás en el currículum de Ritchie, que tan sólo brilla merced a una estética visual cercana al videoclip y utilizando (eso sí, magistralmente) la velocidad de las imágenes para mantener su sello en el aspecto formal.
El protagonista es Robert Downey Jr, actor ciertamente irregular que, no obstante, cuenta con interpretaciones muy meritorias en su haber – Chaplin (nominado al Oscar al mejor actor principal en 1992), Buenas noches y buena suerte y, fundamentalmente, su papel en la excepcional Zodiac-. Su compañero de reparto, Jude Law, es superior desde el punto de vista interpretativo y da vida al doctor Watson de manera muy eficaz. Le avalan sus excelentes trabajos en las producciones Closer, El talento de Mr. Ripley, Cold Mountain, Enemigo a las puertas o Camino a la perdición. Les da la réplica la joven Rachel McAdams, que protagonizó hace seis años ese icono del cine romántico moderno que es El diario de Noah.

jueves, 14 de enero de 2010

UN TIPO SERIO

Joel y Ethan Coen han ganado con todo merecimiento una posición de privilegio en la industria del cine. Algunos títulos indispensables de su filmografía como Muerte entre las flores, Barton Fink, Fargo, El gran Lebowski, No es país para viejos o Quemar después de leer merecen ser destacados para entender la evolución tanto de la comedia como de ese concepto de contenido laxo y discutible que engloba al denominado “cine independiente”. Las citadas cintas son de obligada re-visión cada cierto tiempo debido a su calidad y a su propuesta de inteligente comicidad. Sin embargo, como si se tratase de una variante de la teoría de los picos de Hubbert, también integran su currículum numerosos títulos muy prescindibles si se comparan con el nivel artístico ya alcanzado en proyectos anteriores. Sólo así se puede entender que historias como las de El gran salto, Crueldad intolerable o Un tipo serio procedan de las mismas mentes.
La insistencia en mostrar a tipos corrientes que, generalmente, son originarios de los estados del Medio Oeste norteamericano (conviene recordar que ambos cineastas han nacido en Minnesota) y cuyas vidas son extremadamente anodinas, es una de sus principales señas de identidad. Por ejemplo, en Fargo la quietud de los paisajes aislados por la nieve tenía tanta importancia en el desarrollo de los hechos como los diálogos de los personajes. Ocurre exactamente lo mismo con la rutina diaria carente de interés por la que discurre el matrimonio de la protagonista femenina, reflejando en cada fotograma el estilo propio de los Coen. Esa recreación del aburrimiento vital se compensaba con creces con una interesante historia en la que la brillantez de los diálogos y las numerosas situaciones hilarantes que mostraba la convertían en uno de los títulos más recomendables de la segunda mitad de la década de los noventa.
En Un tipo serio se reitera la fórmula pero sin los instrumentos correctores que impiden que la narración lenta y hasta pausada se apodere de la cinta y, lo que es peor, genere en el público un desinterés que le obliga a consultar el reloj insistentemente para comprobar cuánto tiempo falta aún para poder abandonar la sala. En definitiva, la película es aburrida, uno de los peores defectos que se le pueden achacar a un producto cinematográfico cuyo primer mandamiento es entretener en sus múltiples variantes, que van desde la evasión en el género de acción, la risa en las comedias, la angustia en el drama o la emoción en el suspense. Resulta imprescindible lograr dicho objetivo pero, en este caso, no se consigue y el fracaso recae sobre el espectador como una losa.
La trama descansa sobre la vida tranquila y ordenada de un hombre de mediana edad en una comunidad judía del interior estadounidense. Esa vida se desmorona cuando, simultáneamente, su mujer le comunica que quiere divorciarse porque mantiene una relación con otro hombre, sus hijos le roban dinero de la cartera, comienza a recibir una serie de sobornos que le conducen a tener problemas laborales y, en busca de soluciones, recurre sin éxito a sus creencias religiosas. Lo único que provoca un mínimo de interés en la proyección es una especie de cuento popular denominado Yiddish ambientado hace cien años en una aldea judía polaca que se relata al inicio de la misma y que, para colmo, nada tiene que ver con el resto del metraje.
El actor Michael Stuhlbarg encarna al “tipo serio” junto a un grupo de intérpretes perfectamente desconocidos para el gran público.

viernes, 8 de enero de 2010

NÚMERO 9

A pesar de la enorme repercusión mediática que generan los Oscar de Hollywood, muchas de sus candidaturas pasan desapercibidas en la práctica y una de ellas es la correspondiente a la categoría de mejor corto de animación. En el año 2005 fue nominado el cortometraje de un joven realizador llamado Shane Acker que llevaba por título 9 y, aunque no obtuvo la preciada estatuilla, varios profesionales de la industria se fijaron en dicho trabajo. Entre todos ellos destacaba, por razones obvias, el maestro del cine fantástico y gran especialista de la recreación de mundos imaginarios Tim Burton. Le secundó el cineasta nacido en la Unión Soviética Timur Bekmambetov, quien logró cierta repercusión hace algunos años con una más que prescindible cinta titulada Wanted, protagonizada por la popular Angelina Jolie. Burton, pese a su irregular trayectoria, se ha ganado por méritos propios un puesto entre los directores más originales e imaginativos de su generación, después de haber participado en la dirección y/o en la producción de proyectos tan estimables como Eduardo Manostijeras o Pesadilla antes de Navidad. En cuanto a Bekmambetov, nada destacable se añade a la fallida Wanted y lo único que ha trascendido de él es que prepara su segunda parte para el próximo año.
En cualquier caso, aquel corto nominado gustó tanto que rápidamente se contempló la posibilidad de transformarlo en un largometraje, manteniendo idéntico director y guionista. Se trata de una película de animación, apocalíptica y muy poco convencional que cuenta la historia de un pequeño muñeco llamado como el número que da nombre al film. Un buen día despierta en un mundo completamente devastado por las guerras en el que, junto a otros seres similares a él, habita un robot cuya misión consiste en eliminar cualquier resto de signo vital. Todos juntos deberán echar por tierra los planes de destrucción de la máquina si quieren preservar la existencia de vida en el planeta. Número 9 agradará mucho a los aficionados al género fantástico. Su estética oscura derrocha una imaginación que, en los tiempos que corren, ya es un punto a favor. Ahora bien, no es un producto destinado al público infantil. Sin ser un gran título, no cabe duda de que eleva la media de calidad de los estrenos de las últimas semanas a la espera de que, a partir del día 15 de enero, comiencen a llegar a las pantallas los platos fuertes de la temporada cinematográfica que, a buen seguro, coparán las nominaciones de los certámenes más importantes de la industria del séptimo arte. Como sucede año tras año, esta época de sequía da paso a una avalancha de trabajos interesantes que provoca más de un quebradero de cabeza a los aficionados que no quieren renunciar a ningún estreno considerado imprescindible.
Como en todo proyecto de animación, los actores prestan únicamente sus voces a los personajes. En este caso, el ex niño-prodigio Elijah Wood (protagonista de la saga de El señor de los anillos) es quien interpreta a 9 en su versión original. Le acompañan los veteranos Christopher Plummer (Asesinato por decreto, El dilema), volcado últimamente en el mundo de los dibujos animados tras su intervención en la reciente y aclamada Up, Martin Landau (Ed Wood, Delitos y faltas, Tucker: un hombre y su sueño) y John C. Reilly (Magnolia, Chicago, El aviador). En el apartado femenino cabe destacar a la siempre eficiente actriz Jennifer Connelly (Diamante de sangre, Casa de arena y niebla, Una mente maravillosa), que está viviendo una época dorada desde el punto de vista profesional.