Cuando Jack Nicholson ganó en enero de 2003 el Globo de Oro al mejor actor dramático por su papel en A propósito de Schmidt, ironizó en sus agradecimientos sobre la concesión de tal galardón ya que, según él, estaba convencido de haber protagonizado una comedia. Y es que la línea que separa ambos géneros no resulta tan nítida como podría parecer en un principio. Lo mismo ocurre con Up in the air, una cinta de temática aparentemente dramática que muestra las vidas de dos personas muy distintas. El hombre se siente orgulloso de una libertad sentimental y sexual que lleva aparejada la ausencia de una familia al uso y que le abre un mundo lleno de posibilidades mientras no se comprometa con nada ni con nadie. Pasa la mayor parte del año surcando los cielos y su máxima aspiración consiste en pertenecer a los más distinguidos clubs de ejecutivos de alto standing que acumulan puntos que se traducen en millas para seguir volando y que aspiran a poseer la mayor cantidad de tarjetas Oro expedidas por destacadas empresas multinacionales. Es feliz con sus aventuras ocasionales, libre de ataduras y con el confort que le proporciona el lujo de las gélidas e impersonales salas VIP. Ella, por el contrario, representa el prototipo de mujer idealista, la número uno de su promoción que decidió aparcar un brillante futuro profesional a cambio de amor e hijos. Sitúa su relación de pareja por encima de todo, dibuja corazones en los puntos sobre las íes y proyecta en la familia tradicional su idea de triunfo. A lo largo de la narración ambos van reconociendo lo erróneo de sus postulados y asumiendo que fracasan irremediablemente en sus expectativas vitales. Ante semejante planteamiento, parece coherente que la Asociación de Críticos Extranjeros de Los Ángeles considerase a Up in the air susceptible de optar al Globo de Oro a la mejor película en la categoría de drama. Sin embargo, no pocos espectadores (entre los que me incluyo) estarían de acuerdo en calificar este trabajo como comedia, fundamentalmente porque la risa te asalta a menudo durante las dos horas de proyección.
Valiéndose de una ironía inteligente y mordaz, Jason Reitman realiza una crítica feroz de la sociedad actual a través de unos diálogos brillantes puestos en boca de unos personajes bien perfilados que se ven envueltos en situaciones que invitan a reírse por no llorar. De hecho, ganó el Globo de Oro al mejor guión en su reciente última edición. No hay duda de que este joven director y guionista, hijo del también cineasta Ivan Reitman –cuyos títulos Cazafantasmas II, Los gemelos golpean dos veces o Junior (las dos últimas, prescindibles incursiones de Arnold Schwarzenegger en el campo del humor) no pasarán a la historia del cine por su calidad- ha demostrado que domina a la perfección ese género intermedio en el que la comedia descansa sobre los cimientos del drama. Sus largometrajes anteriores Gracias por fumar y Juno le han dotado de un estilo muy personal y le han hecho acreedor de un notable éxito de crítica y público. En definitiva, estamos ante una gran comedia. Incluso, si se quiere, estamos ante un gran drama. Para la National Board of Review y las Asociaciones de Críticos de Dallas, Florida y Washington se trata, sencillamente, de la mejor película del año.
George Clooney (Oscar al mejor actor por Syriana) encabeza un acertado casting. Continuando con su ascendente trayectoria cinematográfica en la doble faceta de intérprete y realizador, es uno de los pocos nombres que han completado el tránsito de la televisión a la gran pantalla con un resultado sobresaliente. El apartado femenino está representado por dos actrices, Vera Farmiga –Infiltrados, El niño del pijama a rayas- y Anna Kendrick – Crepúsculo, Luna nueva-. Los tres fueron nominados a los recientes Golden Globe gracias a estas interpretaciones y repiten en la lista de los próximos Bafta británicos que se dio a conocer la semana pasada. Es fácil deducir que el equipo técnico y artístico del film figurará en las próximas candidaturas de los ya cercanos Oscar de Hollywood.
Valiéndose de una ironía inteligente y mordaz, Jason Reitman realiza una crítica feroz de la sociedad actual a través de unos diálogos brillantes puestos en boca de unos personajes bien perfilados que se ven envueltos en situaciones que invitan a reírse por no llorar. De hecho, ganó el Globo de Oro al mejor guión en su reciente última edición. No hay duda de que este joven director y guionista, hijo del también cineasta Ivan Reitman –cuyos títulos Cazafantasmas II, Los gemelos golpean dos veces o Junior (las dos últimas, prescindibles incursiones de Arnold Schwarzenegger en el campo del humor) no pasarán a la historia del cine por su calidad- ha demostrado que domina a la perfección ese género intermedio en el que la comedia descansa sobre los cimientos del drama. Sus largometrajes anteriores Gracias por fumar y Juno le han dotado de un estilo muy personal y le han hecho acreedor de un notable éxito de crítica y público. En definitiva, estamos ante una gran comedia. Incluso, si se quiere, estamos ante un gran drama. Para la National Board of Review y las Asociaciones de Críticos de Dallas, Florida y Washington se trata, sencillamente, de la mejor película del año.
George Clooney (Oscar al mejor actor por Syriana) encabeza un acertado casting. Continuando con su ascendente trayectoria cinematográfica en la doble faceta de intérprete y realizador, es uno de los pocos nombres que han completado el tránsito de la televisión a la gran pantalla con un resultado sobresaliente. El apartado femenino está representado por dos actrices, Vera Farmiga –Infiltrados, El niño del pijama a rayas- y Anna Kendrick – Crepúsculo, Luna nueva-. Los tres fueron nominados a los recientes Golden Globe gracias a estas interpretaciones y repiten en la lista de los próximos Bafta británicos que se dio a conocer la semana pasada. Es fácil deducir que el equipo técnico y artístico del film figurará en las próximas candidaturas de los ya cercanos Oscar de Hollywood.