jueves, 24 de septiembre de 2009

MALDITOS BASTARDOS

Quentin Tarantino se convirtió a lo largo de la década de los noventa en el máximo exponente de un cine mordaz, moderno, original y transgresor. Era el cineasta total. Escribía los guiones, producía, actuaba, dirigía y, en ocasiones, ejercía como director de fotografía. Su opera prima, Reservoir Dogs, se paseó por los certámenes cinematográficos cosechando premios y críticas positivas por parte de unos entendidos en la materia que no dudaban en resaltar una frescura nunca vista hasta entonces. Su segundo largometraje fue ya una obra maestra, Pulp Fiction, con la que ganó el Oscar al mejor guión e infinidad de galardones en cuantos festivales concurrió, desde los Globos de Oro a los Bafta británicos, sin olvidar a las Asociaciones de Críticos tanto americanas como europeas. La importancia de esta cinta es difícil de calibrar a día de hoy pero indiscutiblemente su estética, estilo narrativo, diálogos, personajes y música influyeron en la historia del Séptimo Arte como pocas. Una parte de esos brillantes orígenes fue heredada en posteriores proyectos del realizador – por ejemplo Jackie Brown- pero el transcurso del tiempo dio paso a una cierta merma de originalidad y el cine del norteamericano comenzó a convertirse en una caricatura de aquél que lo lanzó a la fama internacional. Continuaba siendo visualmente llamativo y marcadamente irreverente pero perdía a borbotones el ingenio de los diálogos y las referencias de sus tradicionales estereotipos. Su gusto por el exceso y la desproporción le llevó a rodar títulos como Kill Bill I y II y, sobre todo, la altamente prescindible Death Proof. Pese a ello, conserva una legión de aficionados incondicionales que esperan ansiosamente tanto sus estrenos en la gran pantalla como sus incursiones televisivas dirigiendo episodios esporádicos de series tan populares como C.S.I. o Urgencias.
Con Malditos bastardos se afianza la tesis del abandono de la genialidad del artista y se constata que su carrera ha degenerado en una progresiva huida hacia adelante y en un descontrol que se traduce en la introducción de frases invadidas de tacos y prepotencia, la constante utilización de la desproporción como elemento narrativo y una sucesión de salidas de tono. Es verdad que sus inicios fueron similares pero con una mayor moderación, aunque la brillantez del conjunto hacía que el resultado fuese no solo aceptable, sino asombrosamente recomendable. Por el contrario, ahora se ancla exclusivamente en lo anecdótico, en lo vulgar, en lo que, por sí solo, no basta para sobresalir. La propia publicidad del cartel anunciador define la película como infame y violenta, un alarde de sinceridad que, sin duda, se ajusta a la realidad.
Lo de menos es la historia. El contexto de la II Guerra Mundial y la ocupación de Francia por parte del ejército nazi son una mera excusa para que Tarantino demuestre un particular estilo que ha evolucionado hacia el eclecticismo. Si no, es incomprensible que ruede una emboscada en el marco de ese conflicto bélico con un fondo musical propio de un western o que presente a alguno de los personajes como si saliera de un típico título de los años setenta. Pero ésa es la marca de la casa, lo que queda de su impronta.
El versátil y cada vez más completo Brad Pitt encabeza un reparto en el que también participa la bella Diane Kruger - La búsqueda, Troya- y el austriaco Christoph Waltz, quien obtuvo gracias a esta interpretación el premio al mejor actor en la última edición del Festival de Cannes.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

GORDOS

El joven realizador Daniel Sánchez Arévalo estrenó en el año 2006 su opera prima AzulOscuroCasiNegro, film muy interesante con el que obtuvo tres premios Goya de la Academia del Cine Español de un total de seis nominaciones, además de otros reconocimientos en festivales cinematográficos como los de Venecia y Málaga. La cinta narraba la historia de un joven que pretendía evitar un destino que parecía inevitable, marcado por un precario y desalentador futuro profesional y por un entorno marginal y poco esperanzador. De hecho, el color al que hace referencia el título representa el estado de ánimo y la percepción que el protagonista tiene de su vida. Han tenido que pasar tres años para que este prometedor director se haya vuelto a colocar detrás de la cámara con el rodaje de Gordos en el que, como en su anterior trabajo, asume tanto el guión como la realización. Por lo tanto, parece que con este nuevo largometraje se consolida en la pantalla grande, abandonando así su época de guionista ocasional de algunos episodios de series de televisión como Hospital central, Lobos o Farmacia de Guardia.
La trama de Gordos gira alrededor de un grupo de personas marcadas por el sobrepeso que acuden a una terapia de grupo cuyo objetivo no es tanto adelgazar sino analizar las causas de su aumento de peso y de la insatisfacción que les genera su propio cuerpo. En cierto modo, no estamos ante una película que hable sobre la gordura física sin sobre la gordura emocional. Es un vehículo que sirve para reflejar una idea de la obesidad más relacionada con todo lo que los individuos tienen que “tragar” a diario y que cuesta expresar y digerir que con el puro y simple hecho de comer compulsivamente. Y este planteamiento nos lleva a preguntarnos si estamos ante una comedia o ante un drama. En palabras de su responsable, la comedia sólo funciona si se fabrica desde una base dramática muy sólida y en esa contradicción cohabitan el problema y la solución. Sánchez Arévalo se limita a observar y no enjuiciar, manteniéndose al margen de los conflictos en los que sus personajes se ven inmersos. Todos ellos han desarrollado una coraza que les ayuda a sobrevivir (no a vivir) y que, por regla general, va en contra de su principios y de su libertad.
Conviene resaltar que este proyecto se ha rodado a lo largo de diez meses en los que la mayor parte de sus protagonistas se han visto sometidos a cambios físicos muy relevantes. En concreto, Antonio de la Torre engordó y adelgazó sucesivamente la nada despreciable cantidad de treinta y tres kilos para hacer más creíble su interpretación y varios de sus compañeros también sufrieron serias transformaciones físicas. Sin duda, lo más meritorio del resultado final estriba en la disección de cada personaje y sus circunstancias. Por el contrario, en ocasiones se aprecia una cierta debilidad de guión y una oscilación en el ritmo de la proyección, que a veces resulta lenta. Acompañan a De la Torre los actores Raúl Arévalo (ambos repiten con el director tras AzulOscuroCasiNegro), Roberto Enríquez (El alquimista impaciente), Verónica Sánchez (Las 13 rosas) y Pilar Castro (7 minutos), junto a otros secundarios que completan el reparto con corrección. Por último, señalar que Gordos competirá con Mapa de los sonidos de Tokio de Isabel Coixet y El baile de la victoria de Fernando Trueba para representar a España en la próxima edición de los Oscar de Hollywood en la categoría de mejor película de habla no inglesa.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

QUÉ LES PASA A LOS HOMBRES

Ken Kwapis es un realizador norteamericano que ha centrado la mayor parte de su carrera profesional en el medio televisivo pero, a pesar de haber dirigido un par de episodios de la exitosa serie Urgencias y ser el responsable de una docena de capítulos del show del recientemente fallecido cómico Bernie Mac, su trabajo ha pasado completamente desapercibido en el continente europeo. En cuanto a su trayectoria cinematográfica, obtuvo un relativo éxito en el año 1991 con la película Él dice, ella dice, donde compartía labores de dirección con la realizadora Marisa Silver. Se trataba de una comedia romántica protagonizada por Kevin Bacon, Elizabeth Perkins y Sharon Stone que cumplía la misión de entretener a los incondicionales del género pero, desde entonces, nada ha destacado especialmente en su filmografía. De hecho, lo último que pasó por la gran pantalla fue una espantosa comedia que llevaba por título Hasta que el cura nos separe, con un desafortunado Robin Williams en pleno desenfreno interpretativo. Ahora presenta su último proyecto, que ha sido traducido en España como Qué les pasa a los hombres pese a que su título original es He´s just not that into you.
Aunque resulte inverosímil, existen diversas conexiones entre el mundo de las finanzas y de las teorías económicas y el mundo del amor y de las relaciones sentimentales. Es conocida la teoría de Xiang Lin Li (David Li cuando se trasladó a Wall Street y cambió su nombre), quien aplicó el “síndrome del corazón roto” a las altas esferas financieras. Dicha teoría se basa en la idea de que, cuando en una pareja de enamorados uno de ellos fallece, el otro tiene una elevada probabilidad de morir en los meses siguientes. Esta regla, que se explica con casos como el del cantante Johnny Cash, muerto pocas semanas después que su adorada esposa June Carter a causa del dolor que le produjo su pérdida, se aplicó en el corazón económico de la Gran Manzana con gran éxito durante muchos años.
Otra teoría muy popular en Economía es la del “second best” que, trasladada al ámbito sentimental, significa básicamente que cualquier persona, ante la posibilidad de no poder alcanzar el amor verdadero, opta por soluciones más mediocres del estilo: “si no consigo a quien realmente quiero, me conformo con alguien que, al menos, sí me quiere a mí” o “si no logro triunfar en mis expectativas sentimentales, me uno a una persona que se quiera casar conmigo y, como mínimo, garantizo el enlace”.
Qué les pasa a los hombres es un tratado cinematográfico sobre el “second best” aplicado al amor, un amor que nunca será realmente amor. Por desgracia, el principal problema del film estriba en una sobredosis de estereotipos que le restan credibilidad. Todas y cada una de las mujeres del reparto cambian de compañero, no en función de sus sentimientos, sino de su objetivo final: casarse y lograr una estabilidad emocional. Por el contrario, los hombres de esta historia son enemigos del compromiso que se casan sólo ante un ultimátum y que desean acumular conquistas como los cazadores que coleccionan las piezas que abaten con el único propósito de presumir. Ante tan manido cliché, la sensación que se produce es la de enfrentarse a un guión bastante deficiente.
No obstante, se le deben reconocer algunos momentos muy divertidos y más de un diálogo brillante que, con seguridad, harán las delicias de los aficionados a este tipo de cine. Por lo que al casting se refiere, sobresalen la siempre versátil Jennifer Connelly y la cada vez más mediática Scarlett Johansson, acompañadas de rostros tan populares como los de Ben Affleck, Kris Kristofferson o Drew Barrymore.

jueves, 3 de septiembre de 2009

ENEMIGOS PÚBLICOS

Michael Mann es uno de los realizadores norteamericanos más interesantes del panorama actual. Comenzó su carrera en el mundo de la televisión, como guionista de series como Starsky & Hutch y más tarde como productor de la popular Corrupción en Miami. En su salto al cine y al terreno de la dirección, cabe mencionar que responsabilidad suya fue la primera aparición en la gran pantalla del personaje de Hannibal Lecter cinco años antes de la mítica El silencio de los corderos, la recreación de Daniel Day-Lewis del personaje de El último mohicano o el duelo que protagonizaron Al Pacino y Robert de Niro en Heat. Sin embargo, el salto cualitativo de calidad se ha producido en la última década.
En el año 1999 estrenó El dilema, auténtica obra maestra del cine contemporáneo que, además de excelentes interpretaciones nuevamente de Al Pacino y de Russell Crowe, supone una lección de dirección, puesta en escena, ritmo e intensidad de narración que la hacen de visión imprescindible para los amantes al buen cine, dando una vuelta de tuerca más a los largometrajes sobre el periodismo, y la lucha contra el poder. Mann presenta al personaje de Jeffrey Wigand (el caracterizado por Crowe) ante un difícil dilema moral y en la tesitura de enfrentarse a las grandes industrias tabacaleras, luchar en definitiva contra una entidad manifiestamente superior, creando un largometraje que se equipara en temática y calidad al J.F.K. Caso abierto de Oliver Stone, en donde el fiscal Jim Garrison se enfrentaba, en aquella ocasión a toda la administración norteamericana. Esta facilidad para recrear problemas éticos lo repitió con algo menos de acierto pero aún así con notable interés en el film de acción Callateral. Si a lo anterior añadimos, su labor como realizador de películas como Alí, la versión cinematográfica de Corrupción en Miami o su función como productor en cintas como El aviador de Martin Scorsese es inevitable concluir que nos encontramos ante un cineasta brillante y que siempre hay que tenerle en cuenta.
Ahora nos llega su último trabajo. La recreación de la historia real del delincuente John Dellinger en el Chicago de los años treinta. Aunque no es su mejor obra contiene algunas de sus señas de identidad. Realización impecable, intensidad narrativa, ritmo y maestría en el uso de la cámara. Méritos suficientes para recomendar el film. Cierto que quizás en esta ocasión el metraje sea excesivo, incluso que al espectador le cueste creerse como parte de la historia real algunas de las escenas en las que el delincuente arriesga y se sale con la suya ante la policía. Sin embargo la conclusión es que estamos ante un buen largometraje que enaltece la cartelera en estos meses en los que, lo normal, es ver títulos mediocres. Aunque no pueda compararse con otros títulos que han logrado grandes recaudaciones, el público ha respondido, habiendo recaudado ya en todo el mundo casi doscientos millones de dólares, amortizando los cien que supuso su alto presupuesto.El reparto está encabezado por Johnny Depp y Marion Cotillard (ganadora del Oscar hace un par de años por su recreación de Edith Piaf en el film La vida en rosa) en el bando de los fugitivos y por Christian Bale (el último y exitoso Batman) y Billy Crudup (Casi famosos, El buen pastor) en el de los policías. De todas formas, pese a ser estos los protagonistas en casting contiene muchos rostros habituales que, en general, hacen todos un buen papel.