Pese a que Henry Selick no es un realizador muy conocido a nivel popular, es justo considerarlo uno de los más grandes cineastas del género de animación de la historia del séptimo arte y no porque cuente con un número considerable de cintas. Su filmografía es más bien reducida pero en ella se pueden encontrar auténticas joyas cinematográficas, cuando no obras maestras. En el año 1993 dirigió la magnífica Pesadilla antes de Navidad, film que se vincula directamente a Tim Burton, de cuya mente brillante y atormentada nacieron la historia y sus personajes, pero que se realizó bajo la batuta del competente Selick. Esta obra, que desprende fantasía y originalidad en cada uno de sus fotogramas, cuenta además de con una trama y unos tipos interesantísimos, con una de las mejores bandas sonoras de la década de los noventa, por lo que funciona perfectamente tanto en su vertiente visual como musical gracias a unas canciones memorables cantadas en versión original por su propio compositor, el magistral Danny Elfman. De hecho, los reconocimientos de esta producción trascienden el ámbito cinematográfico, como lo demuestra el hecho de que fue nominada al Grammy, premio musical por excelencia. Su éxito fue espectacular y recaudó más de setenta millones de dólares sólo en Estados Unidos, una cifra muy respetable para un proyecto de sus características. Tres años después asumió la dirección de James y el melocotón gigante que, aunque no alcanzó el nivel de su predecesora, también merece los calificativos de original e imaginativa. Ahora presenta su última propuesta bajo el título de Los mundos de Coraline.
La obra literaria en la que está basada fue escrita por el inglés Neil Gaiman, quien ha demostrado su dominio tanto del cómic y la novela gráfica (es el autor del personaje de Sandman) como el de la literatura en general. Ha obtenido los más relevantes galardones de las publicaciones de terror y ciencia-ficción, como el Bram Stoker (otorgado por la Asociación de Escritores de Horror) y el Hugo (elegido por los autores especialistas en el género fantástico). Y fue precisamente en 2003 cuando se hizo acreedor de ambas distinciones por su novela Coraline. No estamos, pues, ante un cuento infantil en sentido estricto aunque, indudablemente, es un sector del público al que también va dirigida, máxime por su condición de cine de animación.
La trama gira en torno a una niña con unos padres excesivamente ocupados que, tras un cambio de residencia, se siente presa de un aburrimiento insoportable. La situación cambia radicalmente cuando descubre en una habitación de su nueva casa una puerta que la transporta a una realidad paralela, una especie de segunda dimensión donde, aparentemente, todo aquello que forma parte de su mundo se repite en una copia mejorada, así que la protagonista decide optar por ese universo ideal y prescindir del real. Sin embargo, en poco tiempo comprobará que no es oro todo lo que reluce y, al pretender volver sobre sus pasos, lo tendrá sumamente difícil.
Los mundos de Coraline no alcanza la maestría de aquella Pesadilla antes de Navidad protagonizada por el inquietante personaje de Jack Skellington pero hereda buena parte de su espíritu y de su estética, de modo que encandilará a los amantes del género. Además, constituye un inteligente y recomendable entretenimiento para los más pequeños de la casa. Su moraleja final no es otra que la que ya saliera de boca del personaje de Meryl Streep en Memorias de África: “Cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias”.
La obra literaria en la que está basada fue escrita por el inglés Neil Gaiman, quien ha demostrado su dominio tanto del cómic y la novela gráfica (es el autor del personaje de Sandman) como el de la literatura en general. Ha obtenido los más relevantes galardones de las publicaciones de terror y ciencia-ficción, como el Bram Stoker (otorgado por la Asociación de Escritores de Horror) y el Hugo (elegido por los autores especialistas en el género fantástico). Y fue precisamente en 2003 cuando se hizo acreedor de ambas distinciones por su novela Coraline. No estamos, pues, ante un cuento infantil en sentido estricto aunque, indudablemente, es un sector del público al que también va dirigida, máxime por su condición de cine de animación.
La trama gira en torno a una niña con unos padres excesivamente ocupados que, tras un cambio de residencia, se siente presa de un aburrimiento insoportable. La situación cambia radicalmente cuando descubre en una habitación de su nueva casa una puerta que la transporta a una realidad paralela, una especie de segunda dimensión donde, aparentemente, todo aquello que forma parte de su mundo se repite en una copia mejorada, así que la protagonista decide optar por ese universo ideal y prescindir del real. Sin embargo, en poco tiempo comprobará que no es oro todo lo que reluce y, al pretender volver sobre sus pasos, lo tendrá sumamente difícil.
Los mundos de Coraline no alcanza la maestría de aquella Pesadilla antes de Navidad protagonizada por el inquietante personaje de Jack Skellington pero hereda buena parte de su espíritu y de su estética, de modo que encandilará a los amantes del género. Además, constituye un inteligente y recomendable entretenimiento para los más pequeños de la casa. Su moraleja final no es otra que la que ya saliera de boca del personaje de Meryl Streep en Memorias de África: “Cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias”.
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