Existen fundamentalmente tres razones por las que se realizan a partir de una película inicial secuelas o continuaciones de la misma. La primera se explica porque, con el largometraje de partida, la historia prevista no acaba de ser contada. Este caso suele darse cuando se lleva a la gran pantalla una obra literaria tan extensa que precisa de varias cintas para abarcar toda la trama. La segunda tiene lugar al descubrir que, aunque en principio se ideó para una sola entrega, se le puede sacar más jugo a esa historia que cuenta. La tercera nace de una mezcla entre falta de originalidad y ansia por exprimir antiguos éxitos de taquilla, que empuja a las productoras a financiar nuevos proyectos con motivaciones que trascienden al mero arte cinematográfico para encuadrarse exclusivamente en razones económicas.
Resulta complejo analizar en cuál de los anteriores apartados encaja Star Trek 2009, integrante de una de las sagas más longevas de la ciencia-ficción y compuesta por once títulos estrenados en la gran pantalla que se añaden a numerosas incursiones televisivas. Evidentemente, hay que reconocerle una considerable aceptación popular, aunque sin alcanzar nunca un éxito de taquilla espectacular. De hecho, en Estados Unidos tan sólo uno de esos once filmes recaudó más de cien millones de dólares (en concreto, Star Trek IV), por lo que sus cifras no son comparables con las de su gran rival Star Wars, que sí ha colocado todos sus episodios entre los más taquilleros de la historia del séptimo arte. Por lo tanto, si los ingresos económicos no son su mejor arma, la insistencia en estrenar nuevas aventuras estribaría en considerar que esta historia aún no está agotada y sigue encandilando a un colectivo de fans fiel aunque no excesivo. Sin embargo, tras esta última entrega, es el tercer apartado de la citada clasificación el que obtiene más papeletas para su elección.
J.J. Abrams, productor, guionista y director de famosas series de la pequeña pantalla como Felicity, Perdidos, Alias o Fringe, dio hace años el salto a las salas de proyección precisamente gracias a otra saga, cuando asumió la dirección de Misión imposible III, cinta que, a pesar de su correctísima realización y de algunas escenas con unos efectos especiales más que meritorios, no alcanzó el nivel de la primera Misión imposible dirigida por el maestro Brian de Palma. Star Trek 2009 pretende reflejar los orígenes de sus dos personajes más emblemáticos -James T. Kirk y Spock- desde la niñez hasta sus inicios en la legendaria nave Enterprise. No obstante, la manifestación de la personalidad rebelde del joven Kirk se antoja mediocre y la acción no acaba de resultar totalmente lograda, ya que deriva más de una acelerada narración que de una intensidad de la trama. Aún así, no es descartable que agrade a los incondicionales de esta serie galáctica y que, ocasionalmente, consiga entretener a los espectadores.
Sus intérpretes principales son los desconocidos Chris Pine y Zachary Quinto. Pine, además de algunas incursiones en episodios de series como Urgencias o El guardián, intervino en Princesa por sorpresa 2. Quinto procede también de la pequeña pantalla (24, Héroes). Eric Bana (Hulk, Troya, Munich) completa un reparto que ha dado cabida a los actores clásicos de la saga, concretamente al más popular de todos ellos, Leonard Nimoy, que vuelve a encarnar a Mr. Spock en una pequeña aparición que se justifica merced a un viaje en el tiempo desde su juventud hasta su vejez.
Resulta complejo analizar en cuál de los anteriores apartados encaja Star Trek 2009, integrante de una de las sagas más longevas de la ciencia-ficción y compuesta por once títulos estrenados en la gran pantalla que se añaden a numerosas incursiones televisivas. Evidentemente, hay que reconocerle una considerable aceptación popular, aunque sin alcanzar nunca un éxito de taquilla espectacular. De hecho, en Estados Unidos tan sólo uno de esos once filmes recaudó más de cien millones de dólares (en concreto, Star Trek IV), por lo que sus cifras no son comparables con las de su gran rival Star Wars, que sí ha colocado todos sus episodios entre los más taquilleros de la historia del séptimo arte. Por lo tanto, si los ingresos económicos no son su mejor arma, la insistencia en estrenar nuevas aventuras estribaría en considerar que esta historia aún no está agotada y sigue encandilando a un colectivo de fans fiel aunque no excesivo. Sin embargo, tras esta última entrega, es el tercer apartado de la citada clasificación el que obtiene más papeletas para su elección.
J.J. Abrams, productor, guionista y director de famosas series de la pequeña pantalla como Felicity, Perdidos, Alias o Fringe, dio hace años el salto a las salas de proyección precisamente gracias a otra saga, cuando asumió la dirección de Misión imposible III, cinta que, a pesar de su correctísima realización y de algunas escenas con unos efectos especiales más que meritorios, no alcanzó el nivel de la primera Misión imposible dirigida por el maestro Brian de Palma. Star Trek 2009 pretende reflejar los orígenes de sus dos personajes más emblemáticos -James T. Kirk y Spock- desde la niñez hasta sus inicios en la legendaria nave Enterprise. No obstante, la manifestación de la personalidad rebelde del joven Kirk se antoja mediocre y la acción no acaba de resultar totalmente lograda, ya que deriva más de una acelerada narración que de una intensidad de la trama. Aún así, no es descartable que agrade a los incondicionales de esta serie galáctica y que, ocasionalmente, consiga entretener a los espectadores.
Sus intérpretes principales son los desconocidos Chris Pine y Zachary Quinto. Pine, además de algunas incursiones en episodios de series como Urgencias o El guardián, intervino en Princesa por sorpresa 2. Quinto procede también de la pequeña pantalla (24, Héroes). Eric Bana (Hulk, Troya, Munich) completa un reparto que ha dado cabida a los actores clásicos de la saga, concretamente al más popular de todos ellos, Leonard Nimoy, que vuelve a encarnar a Mr. Spock en una pequeña aparición que se justifica merced a un viaje en el tiempo desde su juventud hasta su vejez.
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